Después de casi una década, Bustamante se animó de nuevo a explorar los blogs. Se registró en la "Sociedad de los Martes", un grupo heterogéneo de entusiastas de las redes virtuales. Los nombres de los miembros eran bastante coloridos: "Comadreja Ciega", "Lobotomía", "Cisne sin Alas" y otros más. Sin embargo, Bustamante quedó fascinado por "Garras de Felina", quien, según parecía, vivía en la misma ciudad.
Bustamante logró ganarse la confianza de la chica. Al poco tiempo, decidieron citarse en persona. La relación no estuvo mal al principio; salían a discotecas, bailaban, y algo más, siempre en moteles que no parecieran baratos.
Un día, "Garras de Felina" le dijo:
- Amor, tenemos que hablar.
- Muy bien, dime nena, ¿de qué se trata?
- ¿Cómo crees que va nuestra relación?
- Yo creo que vamos por buen camino.
- Mira, no sé si esto te parezca raro, pero ya no quiero que sigamos yendo a moteles. Me parece feo. ¿Qué te parece si vamos a tu casa? Así lo nuestro sale menos caro y ahorraríamos.
- Sabes que vivo con mis padres. No sería el lugar adecuado.
- ¿Y si la próxima vez nos vemos en mi casa? -le sugirió, con una sonrisa.
Así fue. El siguiente viernes, Bustamante acudió a la lujosa casa de "Garras de Felina". Ella lo recibió con una bata transparente que no ocultaba mucho a la imaginación. Bustamante notó que había unos diez gatos gordos, todos observando desde diferentes rincones, acompañando en silencio a su misteriosa amante.
- Pasa, amor mío, ponte cómodo -dijo la chica, ronroneando suavemente.
Sin pensarlo dos veces, Bustamante comenzó a desvestirse. Cuando estuvo completamente desnudo, lo último que escuchó fue un chasquido de los dedos de "Garras de Felina". Los gatos saltaron sobre él, desgarrándolo sin piedad.
Entre la locura de maullidos y dientes afilados, "Garras de Felina" susurró:
- Mis gatitos solo comen carne fresca... y ya tenían hambre.
El eco de su risa resonó en la habitación mientras los gatos devoraban hasta los huesos al desdichado, consumiéndolo como si fuera un ratón indefenso.