Hoy quiero compartir un testimonio personal de ansiedad y depresión bastante desgarrador que escribí en mi ordenador cuando tenía 21 años. Lo encontré el año pasado en lo que fue un año horroroso a nivel mental, y donde la ansiedad y depresión que crecía en mi desde pequeñita, explotó.
Al leer este texto que había enterrado en una carpeta oculta, y hacerlo justo en un año donde casi pierdo la cabeza, empecé a entender muchas cosas. Realmente siempre tuve estas sensaciones aunque las ocultaba con sonrisas y una actitud de tirar para adelante.
Tanto es así que en mi entorno muy poca gente podía entender como alguien tan alegre y enérgica como yo, podía experimentar estas sensaciones… y sin embargo en periodos claves de mi vida, fui dejando escritas evidencias que se confirmaron al cumplir los 30 años. Aquí os dejo el texto ya que no quiero que caiga en el olvido, y aunque ahora haya superado muchos de estos problemas y haya aprendido a vivir con el TDPM, quiero recordarlo y no olvidarlo.
Allá por 2013 – testimonio personal de mi yo pasado
Las lágrimas caen y caen sin cesar…
Estoy perdida, sin rumbo, me siento cansada, cansada de mí misma.
Aun así soy consciente de lo que tengo. Sé y estoy agradecida constantemente por la familia que tengo. No podría imaginar tener unos padres mejores, y un hermano que aunque ahora esté lejos sienta algo tan fuerte por él. Por no hablar del resto de mi familia que también merece calificativos muy similares. Soy consciente de las amistades tan buenas con las que he construido unas relaciones tan fuertes. Soy consciente de la casa y el entorno en el que vivo, así como las oportunidades que me han sido brindadas a lo largo de mi vida y mi enseñanza.
¿Siempre me acompañará esta tristeza en mi vida? ¿Por mucho que intente nunca desaparecerá? Me asusta pensar que por más que aprenda de la vida, por más que lea, que experimente, que reflexione… en el fondo siempre siga siendo la misma. Me aterra pensar que cuando tenga 20 años más, en caso de que llegue a ese punto, estos sentimientos volverán una y otra vez. Y entonces me pregunto… ¿y qué me espero yo del mundo? ¿Cómo puedo pedir que la gente cambie si yo no soy capaz de ello? Siempre me persiguen estos pensamientos y sensaciones. Intento por todas las maneras no pensar en mi futuro y no, esta preocupación siempre está ahí. ¿Qué es lo que hago mal? Y mejor aún ¿qué podría yo cambiar? Porque todo está en mi mente. ¿Es que se crea un molde cuando somos pequeños y no es capaz de modificarse?
Quizás mi búsqueda de un trabajo por el que ‘podría cambiar parte del mundo o a gente’ se sustente en mi deseo profundo de querer cambiarme a mí.
No quiero ser cínica y decir que no estoy feliz conmigo misma pues lo estoy. No me cambiaría por otra persona y en constantes ocasiones me enorgullezco de mi pensamiento, mis respuestas y de lo que cultivo a mi alrededor, y aun así…
A veces pienso que se trata de una raíz mala, un cáncer que comenzó desde mi niñez y que trato de eliminar una y otra vez pero que nunca lo quito del todo. ¿Es que necesito quimioterapia? ¿Y cuál es esa quimioterapia? Porque ya sentí algo así durante el año pasado pero ahora vuelvo al nido y me siento en la misma posición. Esto me hace pensar que da igual lo que pase, que con el tiempo todo vuelve al mismo punto.
Ojalá pudiese acudir a alguien y preguntarle por respuestas pero esas respuestas están en mí y solo en mí… aquí no hay más medicina que el propio pensamiento.
En muchas ocasiones pienso que la solución está en hacer cosas, muchas cosas. En estar ocupada. Pero ahora veo que esa tampoco puede ser la solución, pues así es como estuve el año pasado, y una vez acabado ese periodo otra vez me siento igual. He de encontrar un camino distinto, y lo haré, pero he de mirar hacia un lado nuevo, algo que no me haya planteado hasta ahora pues todo lo que me he planteado no parece que haya funcionado demasiado.
Fotografía junto a mi querido hermano allá por la fecha en la que escribí este texto. En la imagen real salgo tapándome la boca, riéndome con todo mi ser junto a él, y sin embargo en mi interior tenía una pena enorme, dejando que creciese dentro de mí.
Reflexiones finales
Este testimonio personal se lo dedico a mi yo del pasado, a esa niña que no entendía que le pasaba y que desde muy chica convivió con sensaciones depresivas y ansiosas y que a los 30 años puede decir que ha hecho las paces con ella.
También espero que sirva de reflexión a otras personas que se sientan identificadas y que si en el camino de autoconocimiento y sufrimiento aún se encuentra lejos de entender que el dolor puede desaparecer o disminuir, sepa que tiene aquí un espacio, y que puede contactarme cuando quiera.
No prometo servir de mucha ayuda pues no soy una experta en salud mental, solo una aficionada que ha vivido y sufrido muchos por los síntomas.