Cuando nació mi hija, poco sabía de crianza natural o con apego, ni conocía las palabras "colecho" y "porteo". De hecho, porteé muy poco a mi hija, y es un arte que quiero aprender si tengo la dicha de tener otro hijo.
Poco había leído también sobre lactancia u otros temas de maternidad: simplemente me dejé llevar por la experiencia que mi hija me estaba mostrando. Gracias a una matrona joven, profesional y bien informada, que me atendió en el Hospital Universitario de Canarias, mi hija salió mamando del paritorio y todavía lo está haciendo.
Cuando mi bebé cumplió los 6 meses y todo el mundo me preguntaba que "hasta cuándo iba a mamar", empecé a buscar información y me encontré con los libros de Carlos González, Laura Gutman, Rosa Jové, Jean Liedloff.. con muchas páginas de internet, y con madres blogueras y foreras que comparten su experiencia en la red... de modo que vi que había gente que pensaba igual que yo, y poco a poco mis ideas fueron tomando forma gracias a las lecturas y al convencimiento interno de que seguir mi instinto no podía ser perjudicial para mi hija, sino todo lo contrario: la leche materna, el contacto, el cuerpo, el apoyo que mi hija reciba en estos años, va a ser fundamental para su independencia futura, para su estabilidad emocional, para su fuerza interior, para su carácter y para su salud.
De pronto todo encajó, y ante mí se abrió una nueva comprensión del mundo, con la única certeza interior de que el amor a los niños pequeños es la mejor inversión que cualquier sociedad puede hacer, y que además los bebés SOLO TIENEN UNA FORMA DE COMPRENDER EL AMOR: estando con ellos, dándoles cuerpo, llevándolos encima, amamántandolos, acompañándolos a dormir...
Hay muchas madres y padres que piensan que amamantar, colechar y portear es "muy sacrificado" (los que no piensan directamente que es perjudicial para los niños y que los "malcría").
No tiene por qué serlo cuando se hace con placer, cuando uno se permite abrir la mente y el cuerpo a la experiencia gratificante de la m(p)aternidad y crecer con ella, cuando se limpia el cerebro de falsos prejuicios, cuando se permite conectar con los instintos mamíferos (o pautas de acción fija, como les gusta decir a los científicos), cuando se disfruta de las cosas verdaderamente importantes de la vida...
Pero si aún fuera un "sacrificio", me pregunto cuántos sacrificios no estamos dispuestos a hacer a lo largo de la vida todos los padres por nuestros hijos... Además, es un sacrificio de relativamente corto tiempo (los dos o tres primeros años de nuestros hijos, si no se desea más) y que garantiza una enorme inversión de futuro para ellos y para la vida familiar y social en su conjunto.
Incluso si tuviera que significar un sacrificio de la vida laboral de la madre -o del padre-, con el apoyo social adecuado (que hoy no existe en España) y con los pocos hijos que tenemos en el llamado "primer mundo", sería un "lujo" que podemos permitirnos de unos pocos años, de los que obtendremos sobrada rentabilidad en el futuro. Los primeros años de nuestros hijos, los primeros momentos de su vida, son la base sobre la que se construirá todo lo demás. Un mes en la vida de un bebé es como varios años en la vida de un adulto: un mes más que podamos permanecer junto a él, traerá ventajas en la formación de su desarrollo nervioso y emocional.
Para cuando el bebé cumple los dos años, y comience a aflorar su propia personalidad independiente [la conciencia de su yo separado de la madre/otro (m/other), que comienza en torno a los dos años, con el segundo fulcro del desarrollo de la personalidad, tal como resume Ken Wilber en su modelo unificado de la conciencia, a partir de Piaget, Arieti, Aurobindo, etc... ], los padres podremos constatar que, cuando ha sido amamantado, porteado y acompañado a dormir, cuando ha sido emocionalmente sostenido, el niño será mucho más independiente y sereno; con menos rabietas; con menos crisis en las etapas de su desarrollo; con más seguridad, autoestima y confianza en sí mismo; con más empatía y confianza en los demás; y probablemente con más riqueza verbal, emocional y de la inteligencia.
Amamantar, portear y acompañar a dormir no tiene nada que ver con una crianza "sin límites", "sin normas" y sin ejemplo, ni se criarán "hijos tiranos", sino todo lo contrario.
Los padres volcados en la crianza con apego por simple lógica tendrán un mayor grado de implicación en la formación de sus hijos, mayor comunicación, y mayor autoridad: la auténtica autoridad que emana del amor, de la razón, del ejemplo, de la compañía y de la seguridad (aunque no la que emana del miedo, si esa es la única autoridad que conoces).