Fecha: 9 de octubre de 2013
Asistencia: 2.000 personas
Artistas Invitados: -
Haciendo de la nostalgia virtud
En abril de 1997 yo estuve en La Riviera para ver a Texas presentando su disco más exitoso (que no el mejor), 'White on Blonde' (lee la crónica AQUÍ). Con esa sensación de canguelo que tiene quien se va a reencontrar con su pretérito imperfecto se acerca uno de nuevo a la misma sala, como si todo fuera igual pero sabiéndose profundamente diferente. No podría ser de otra manera con alguien que ha pasado de cargar 18 a 34 años, lo contrario sería de una mediocridad insoportable.
Hay ganas pero también hay eso, respeto y reflexión porque, total, a estas alturas ya nadie contaba con un regreso de Texas ocho años después de su último disco (el irregular 'Red Book') y ocho años después de su último concierto en Madrid. La excusa es la presentación de un álbum de material inédito, 'The Conversation', que sorprende por ser más agradable y razonable de lo que uno pudiera imaginar a priori ante un comeback de esta envergadura.
A pesar de tanta conversation, lo cierto es que como cabía esperar, el recital fluye poderoso gracias a los viejos clásicos de una banda que ya no tiene nada del rock arenoso de sus comienzos, pero que se mantiene cómoda en los estándares del soul blanco edulcorado con gotitas de pop radioformulable, ese de emisoras para treinteañeros claro, porque la chavalería no va de este rollo. La sofisticación y la elegancia no es lo suyo.
Arrancaron con 'Detroit City' en plan eh, que tenemos nuevo disco, reivindicándose como banda creativa, para después proceder con 'Halo' y 'In Our Lifetime', envalentonando convenientemente al personal. Las canciones nuevas son eso, nuevas, de manera que no golpean igual. Por muy bonitas que puedan llegar a ser 'If this is real' o 'Dry Your Eyes', el público sonríe y sigue con lo suyo.
'When we are together' pone a bailar al más despistado, antes del momento álgido que supone la concatenación de 'Summer Son', 'Say What You Want', 'Black Eyed Boy' e 'Inner Smile'. Llegados a este punto se acaba el concierto en sí en apenas una hora, carpetazo que ya hubiera dejado contentos a todos, pues habían recibido su ración de nostalgia. Un rato está bien, pero a nadie le gusta que le recuerden durante mucho más tiempo que los años se escapan a mala hostia ante su desconcertada cara.
Para los bises, la banda convierte su canción más legendaria, 'I don't want a lover', en una tónada country que bien podrían protagonizar Johnny Cash y June Carter en sus mejores años. Tiene gracia este comentario hecho in situ, pues la siguiente canción es una versión de 'Jackson' que la icónica pareja estadounidense popularizó en los setenta en uno de sus legendarios duetos. Y sí, por cierto, Sharleen es Johnny Cash y el guitarrista Tony McGovern es la chica. Porque sobre el escenario, Sharleen Spiteri es más hombre que Jon Bon Jovi.
Entiéndase esto como el mayor de los piropos, pues es innegable su carisma, su magnetismo, su sensualidad, su guapura. Porque estamos acostumbrados a ver a chicos seduciendo féminas guitarra en mano, pero cada vez son menos las mujeres que provocan ese efecto en el género masculino. Ella puede. Pasan los años y ella sigue haciéndolo. No bailará como una diva descocada, pero sus contoneos captan la atención de toda una audiencia que no para de gritar su nombra y lanzarla aullidos en forma de "guaapaaa" o " te quierooooo". Todo muy sofisticado y elegante, eso sí.
'The Conversation', la canción, marca la parte ya definitivamente final del recital antes de la versión del 'I heard it through the gravepine' de Marvin Gaye, músico largamente adorado por la chica blanca que quiso ser negra. Que quiso ser negra desde la segunda mitad de los noventa, porque antes quería ser la concubina de Ry Cooder y ver pasar los días en el árido desierto texano. Lejanos días de los que apenas quedan recuerdos en forma de camisetas de tipos talluditos que a pesar de todo siguen ahí, porque Texas forman parte de nuestras vidas y queramos o no siguen marcando nuestros tiempos. Y porque Sharleen mola que te cagas.
La suculenta colección de fotos que puedes ver a continuación es obra de Patricia Cano: