Texto 66: Jean Renoir contra las apariencias.

Publicado el 02 febrero 2013 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcine
A medida que avanzo en mi vida, más tengo la impresión de que las máscaras se multiplican. A pesar de la aparente simplicidad del vestuario me es difícil encontrar un rostro de mujer que tenga su piel tal y como es. Nuestra época ha supuesto el triunfo del maquillaje y no solamente el de los rostros, sino sobre todo el del espíritu. 
Jean Renoir.
Este texto pertenece a una carta del año 1.958 que Renoir escribió con motivo de la muerte del gran teórico francés André Bazin. Es el primer párrafo de aquella carta y como es de ver coloca la dinamita en todo aquello que en este mundo falsea su verdad. El problema habido entre la apariencia y la realidad es un problema que se remonta a los antiguos griegos. La teoría de las ideas de Platón postulan la existencia de dos órdenes de cosas diferentes: el "kósmos noetós" (el mundo de la realidad verdadera) y el "kosmos aiscetos" (mundo de reflejos, sombras y apariencias). Platón planta estas raíces y todos los problemas actuales que transitan entre la realidad y las apariencias no son más que ramificaciones de aquellas lejanas raíces. La autenticidad, la verdad, lo conforme consigo mismo, lo desprovisto de falsedad, dobleces y sombras constituyen el canon estético sobre el que se funda la estructura sentimental de los occidentales. Una persona es más bella en tanto en cuanto que sea más auténtica. Una pintura es más bella en tanto que muestre con más claridad aquello que trata de pintar. Una música es más bella en tanto que defina con más precisión el sentimiento que trata de inspirar. Desde sus orígenes el cine también se rige por éste mismo canon. Y las imágenes que se proyectan en la gran pantalla, o las sombras que se proyectan en la pared de la caverna son más verdaderas según se parezcan a los modelos que imitan y de los que participan (koinonia). Nada hay más platónico que el afán de algunos cineastas de filmar la verdad de lo que pasa en nuestro mundo cotidiano. Las corrientes realistas localizan, mejor que otras tendencias, el núcleo esencial del hombre y por tanto el núcleo de toda obra de arte. Todo lo que no tienda a esto no nos toca profundamente y por tanto fracasa en su intención de explicarnos.
ANTONIO MARTÍN DE LAS MULAS