Revista Cultura y Ocio

Textos fundamentales del EZLN (7): Siete piezas sueltas del rompecabezas mundial (2/7; pieza 2: “La globalización de la explotación”)

Publicado el 16 julio 2011 por Javiersoriaj

(El neoliberalismo como rompecabezas: la inútil unidad mundial que fragmenta y destruye naciones.) 

Pieza 1: La concentración de la riqueza y la distribución de la pobreza
Pieza 2: La globalización de la explotación
Pieza 3: Migración, la pesadilla errante
Pieza 4: Mundialización financiera y globalización de la corrupción y Crimen.
Pieza 5: ¿La legítima violencia de un poder ilegítimo?
Pieza 6: La Megapolítica y los enanos
Pieza 7: Las bolsas de resistencia

PIEZA 2: La globalización de la explotación. 

La figura 2 se construye dibujando un triángulo.

Una de las falacias neoliberales consiste en decir que el crecimiento económico de las empresas trae aparejados un mejor reparto de la riqueza y un crecimiento del empleo. Pero no es así. De la misma forma en que el crecimiento del poder político de un rey no trae como consecuencia un crecimiento del poder político de los súbditos (antes al contrario), el absolutismo del capital financiero no mejora la distribución de la riqueza ni provoca mayor trabajo para la sociedad. Pobreza, desempleo y precariedad del trabajo son sus consecuencias estructurales. 

En los años de las décadas de 1960 y 1970, la población considerada pobre (con menos de un dólar diario de ingreso para resolver sus necesidades elementales, según el Banco Mundial) era de unos 200 millones de personas. Para el inicio de la década de los 90´s sumaba ya 2,000 millones de seres humanos. Además, el “… montante de las 200 empresas más importantes del planeta representa más de un cuarto de la actividad económica mundial; y sin embargo, esas 200 firmas emplean sólo a 18,8 millones de asalariados, o sea, menos del 0,75 % de la mano de obra del planeta” (Ignacio Ramonet en LMD. Enero 1997 #15). 

Más seres humanos pobres y más empobrecidos, menos personas ricas y más enriquecidas, éstas son las lecciones del trazo de la pieza 1 del rompecabezas neoliberal. Para lograr este absurdo, el sistema capitalista mundial “moderniza” la producción, la circulación y el consumo de las mercancías. La nueva revolución tecnológica (la informática) y la nueva revolución política (las megápolis emergentes sobre las ruinas de los Estados Nacionales) producen una nueva “revolución” social. Esta “revolución” social no consiste más que en un reacomodo, un reordenamiento de las fuerzas sociales, principalmente de la fuerza de trabajo.

La Población Económicamente Activa (PEA) mundial pasó de 1,376 millones en 1960, a 2,374 millones de trabajadores en 1990. Más seres humanos con capacidad de trabajo, es decir, de generar riquezas.

Pero el “nuevo orden mundial” no sólo acomoda a esta nueva fuerza de trabajo en espacios geográficos y productivos, además, reordena su lugar (o su no-lugar, como en el caso de desempleados y subempleados) en el plan globalizador de la economía.

La Población Mundial Empleada por Actividad (PMEA) se modificó sustancialmente en los últimos 20 años. La PMEA en el sector agrícola y pesquero pasó del 22% en 1970, al 12% en 1990; en la manufactura del 25% en 1970, al 22% en 1990; mientras que en el sector terciario (comercio, transporte, banca y servicios) creció del 42% en 1970, al 56% en 1990. En el caso de los países subdesarrollados, el sector terciario creció del 40% en 1970, a 57% en 1990; mientras que su población empleada en el sector agrícola y pesquero cayó del 30% en 1970, al 15% en 1990. (Datos de “Mercado Mundial de Fuerza de Trabajo en el Capitalismo Contemporáneo”. Ochoa Chi, Juanita del Pilar. UNAM. Economía. México, 1997).

Esto significa que cada vez más trabajadores son canalizados hacia las actividades necesarias para incrementar la productividad o para acelerarla realización de mercancías. El sistema neoliberal opera así como un megapatrón, concibiendo al mercado mundial como una empresa unitaria, administrada con criterios “modernizadores”. 

Pero la “modernidad” neoliberal parece más cercana al bestial nacimiento del capitalismo como sistema mundial, que a la “racionalidad” utópica. La “moderna” producción capitalista sigue basada en el trabajo de niños, mujeres y trabajadores inmigrantes. De los 1,148 millones de niños en el mundo, por lo menos 100 millones viven literalmente en la calle y 200 millones trabajan, y se prevé que serán 400 millones para el año 2000. Se dice, además, que 146 millones de niños asiáticos laboran en la producción de autopartes, juguetería, ropa, comida, herrería y química. Pero esta explotación del trabajo infantil no sólo se da en los países subdesarrollados, 40% de los niños ingleses y 20% de los niños franceses trabajan para completar el gasto familiar o para sobrevivir. También en la “industria” del placer hay lugar para los infantes. La ONU calcula que, cada año, un millón de niños entra al comercio sexual (datos en Ochoa Chi, J. Op.Cit.) 

La bestia neoliberal invade el todo social mundial homogeneizando hasta las pautas de alimentación. “En términos globales si bien observamos que hay particularidades en el consumo alimenticio de cada región, (y a su interior), no por ello deja de ser evidente el proceso de homogeneización que se está imponiendo, incluso sobre las diferencias fisiológico – culturales de las diversas zonas.” (“Mercado mundial de medios de subsistencia. 1960-1990″. Ocampo Figueroa, Nashelly, y Flores Mondragón, Gonzalo. UNAM. Economía. 1994.)

Esta bestia le impone a la humanidad una pesada carga. El desempleo y la precariedad de millones de trabajadores en todo el mundo es una aguda realidad que no tiene visos ni siquiera de atenuarse. El desempleo en los países de la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE) pasó del 3,8% en 1966, al 6,3% en 1990. Tan sólo en Europa pasó del 2,2% en 1966, al 6,4% en 1990. 

La imposición de las leyes del mercado en todo el mundo, el mercado globalizado, no ha hecho sino destruir las pequeñas y medianas empresas. Al desaparecer los mercados locales y regionales, los pequeños y medianos productores se ven a sí mismos sin protecciones y sin posibilidad alguna de competir contra los gigantes transnacionales.

Resultado: quiebre masivo de empresas. Consecuencia: millones de trabajadores al desempleo.

El absurdo neoliberal reiterado: el crecimiento de la producción no genera empleo, al contrario, lo destruye. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) nombra a esta etapa como “crecimiento sin empleo”.

Pero la pesadilla no termina ahí. Además de la amenaza del desempleo, los trabajadores deben enfrentar condiciones precarias de ocupación. Mayor inestabilidad del empleo, prolongación de las jornadas de trabajo y desventaja salarial, son consecuencias de la globalización en general y de la “terciarización” de la economía (el crecimiento del sector “servicios”) en particular. “En los países dominados, la mano de obra sufre una precariedad multiforme: extremada movilidad, empleos sin contrato, salarios irregulares y generalmente inferiores al mínimo vital y regímenes de jubilación héticos, actividades independientes no declaradas, con ingresos aleatorios, es decir, servidumbre o realización de un trabajo forzoso por parte de sectores, supuestamente protegidos, como los niños” (Alain Morice. “Los trabajadores extranjeros, avanzadilla de la precariedad”. LMD. Enero 97). 

Las consecuencias de todo esto se traducen en un verdadero desfonde social globalizado. El reordenamiento de los procesos de producción y circulación de mercancías y el reacomodo de las fuerzas productivas, producen un excedente peculiar: seres humanos que sobran, que no son necesarios para el “nuevo orden mundial”, que no producen, que no consumen, que no son sujetos de crédito, en suma, que son desechables. 

Cada día, los grandes centros financieros imponen sus leyes a naciones y a grupos de naciones en todo el mundo. Reordenan y reacomodan a sus habitantes. Y, al terminar la operación, se encuentran con que “sobran” personas. “Se dispara, por tanto, el volumen de población excedente, que no sólo está sometida al azote de la pobreza más aguda, sino que no cuenta para nada, que está desestructurada y atomizada, y cuya única finalidad es deambular por las calles sin rumbo fijo, sin vivienda ni trabajo, sin familia ni relaciones sociales -al menos mínimamente estables -, con la única compañía de sus cartones o bolsas de plástico” (Fernández Durán, Ramón. “Contra la Europa del capital y la globalización económica”. Talasa. Madrid, 1996).

La globalización económica “… hizo necesaria una disminución de los salarios reales a nivel internacional, que junto con la disminución del gasto social (salud, educación, vivienda y alimentación) y una política antisindical, vinieron a constituir la parte fundamental de las nuevas políticas neoliberales de reactivación capitalista” (Ocampo F. y Flores M. Op. Cit.) 

Aquí tiene usted la representación de la pirámide de explotación mundial.


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