El estreno en los Estados Unidos está previsto, para J. Edgar, en noviembre próximo y, para The iron lady (o La dama de hierro), en diciembre. Preparémonos para la campaña de prensa que seguro tendrá su estrategia internacional y local (cabe preguntarse cómo promocionarán por estos lares el film sobre la aquí llamada “vieja podrida” en plena guerra de Malvinas).
A priori, a algunos espectadores nos causa gracia que la recreación de la ex Primer ministro británica haya quedado en manos de la directora de uno de los bodrios más indefendibles de los últimos tiempos, Mamma mia!. Habrá que apostar entonces al factor sorpresa que podría deparar una novata al mando del guión (Abi Morgan), y a la buena voluntad de actores respetables como Jim Broadbent y la mencionada Meryl (atención, la película incluye material de archivo que muestra al colega Ronald Reagan).
¿Qué escribir sobre la ocurrencia de Eastwood de rescatar al fundador de la Oficina Federal de Investigación o FBI? Ante todo, cabe señalar que surge después del tributo a Nelson Mandela (evidentemente el veterano Clint no les teme a los extremos) y después de una aproximación ¿filosófica, espiritual, religiosa, supersticiosa? a la noción de destino.
En segundo lugar, debemos mencionar al autor del guión, Dustin Lance Black: el mismo que escribió Milk (nobleza obliga, anotemos un punto a favor de la corrección gay friendly). A este acierto marketinero, sumémosle la convocatoria a Judi Dench y -con algunos reparos- a Naomi Watts (evitemos correr el riesgo de quemarnos con Josh Lucas y Dermot Mulroney).