The aipad photography show

Por Rubenmg
Hace unos días me escribió mi amiga Lola Fabra desde Nueva York. Lola es historiadora del arte especializada en fotografía y algunas horas de laboratorio hemos compartido positivando negativos históricos. Como digo, ella está trabajando ahora en Nueva York y parece ser que no se pierde una, por que la fotografía tal y como se vive allí no tiene nada que ver. El mes pasado estuvo en el Aipad Photography Show y me envió una crónica que me llenó de envidia, (no se si sana del todo) por haber podido ver todo lo que vio. Copio la crónica tal cual para quien le interese:

The AIPAD Photography Show
Entre los días 17 y 20 de marzo tuvo lugar en New York The AIPAD Photography Show, una de las ferias de fotografía más importantes a nivel mundial, organizada, como su nombre indica, por AIPAD (Association of International Photography Art Dealers), una asociación que reúne a más de setenta galeristas entre los más destacados del medio fotográfico. La feria está orientada a la promoción y venta (claro está) de cualquier tipo de material fotográfico, desde daguerrotipos del siglo XIX hasta la fotografía digital, incluyendo vídeos y otros medios que tengan una base fotográfica.
Sin duda, durante el desarrollo de la feria quedó patente la relevancia de la fotografía para los marchantes y coleccionistas de arte, como reflejo tanto de la vitalidad de la que goza este medio como de su destacado papel dentro de las corrientes artísticas, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Si bien la mayoría de galerías eran de Estados Unidos, donde la fotografía siempre ha tenido mayor repercusión que en otros países, también se podían encontrar otras venidas desde Japón, Francia  o Londres, entre otros países.
Centrándonos en las propuestas presentadas, la mayoría de stands expusieron sus mejores fondos, yendo a lo seguro. Así pues, abundaba la fotografía en blanco y negro de los clásicos del siglo XX. Podemos citar, entre otros, a Henri Cartier-Bresson, André Kértesz,  Weegee, Harry Callahan, Berenice Abbott, Robert Doisneau, Jacques Henri Lartigue, Ansel Adams, Manuel Álvarez Bravo, Eugène Atget, Brassaï, Aaron Sisking, Edward Weston, Martin Munkácsi y un larguísimo etcétera de fotógrafos más que reconocidos (como apunte, diré que únicamente eché de menos la presencia de Robert Capa y de Richard Avedon).
Paralelamente, podíamos encontrar la obra de otros autores que desarrollaron una fotografía de tipo humanista y/o documental durante la segunda mitad del siglo, y que para mí fueron un descubrimiento, aunque estoy segura que para muchos puedan ser conocidos. Así, destacaría la obra de Steve Schapiro, Joseph Sterling, Bhupendra Karia, Geraldo Barros, Peter Sekaer, Yasuhiro Ishimoto, Eddie Adams, George Tice o John Gutmann,
Por otro lado, pude comprobar cómo se empiezan a recuperar los primeros trabajos realizados en color durante estos mismo años, y que, hasta no hace mucho tiempo, habían estado supeditados a la preponderancia del blanco y negro, algo que, por desgracia, todavía sucede entre los fotógrafos españoles, muchos de los cuales tienen una ingente obra en color que apenas es conocida por el público; esperemos que esto cambie pronto… Volviendo a la feria,  como iba diciendo, se podían apreciar algunas obras de los primeros autores que realizaron fotografías en color, como Raghubir Singh, pionero en el color con imágenes de India; Norman Parkinson, con fotografía de moda; Saul Leiter, que trabajó en Estado Unido, o Arthur Sieges. La mayoría de estos trabajos fueron realizados en cibachrome, aunque también encontramos copias mediante dye transfer. Sea como fuere, lo que los caracteriza, además de una gran calidad técnica en el proceso, es un empleo consciente y premeditado del color, utilizándolo muchas veces como parte de la composición, enfatizando determinados objetos. Son imágenes de gran intensidad y viveza de tonos, pero sin estridencias. Personalmente, aunque se sale de la tendencia general, destacaría una serie de pequeñas fotografías de André Kértesz realizadas con una cámara Polaroid, en las que el autor transmite el lenguaje poético que tanto le caracterizó a través de un medio tan de “ir por casa” como es una Polaroid, incluyendo el color de una forma completamente natural a la vez que expresiva. Y es que, como bien dijo Cartier-Bresson, “cualquier cosa que hayamos hecho, Kértesz la hizo antes”.
Hasta aquí he hablado de la tendencia predominante, pero tampoco faltaban aquellas galerías que presentaban piezas del siglo XIX y principios del XX, como daguerrotipos, ambrotipos, ferrotipos, albúminas y cuantas técnicas hayan sido empleadas durante este período. Sorprendía encontrarse con obras de Hippolyte Bayard, albúminas de Julia Margaret Cameron o Gertrude Käsebier, copias al platino de Edward Curtis y otras tantas piezas de autores anónimos. Entre éstas, me llamó la atención un estudio de desnudo del pintor catalán Josep Maria Sert, que fue una de las escasísimas aportaciones de la fotografía española.
Pasando a las propuestas más actuales, eran frecuentes las series de fotografías en color a tamaño relativamente pequeño presentadas de forma conjunta, como si de un mosaico se tratase. A nivel expositivo
En cuanto a los fotógrafos, no podían faltar los ya clásicos Robert Mapplethorpe y Arnold Newman. He de señalar la presencia de Joel-Peter Witkin, cuya obra no había tenido ocasión de ver en vivo, aunque las tres únicas piezas presentadas no salieran de los márgenes de lo “aceptable”, como era de esperar. De Annie Leibovitz pude descubrir el retrato de Tony Curtis y Jack Lemmon, además de otros más conocidos, como el famosísimo retrato de John Lennon y Yoko Ono que realizó tan sólo unas horas antes de que el cantante fuera asesinado. También se presentaban fotografías de Nobuyoshi Arani, mucho más amables de lo que suele ser su tónica general, sin que ello vaya en detrimento de la calidad de las mismas. Y entre los fotógrafos que tuve oportunidad de descubrir subrayaría a Michael Wolf , con una obra muy amplia y variada, aunque a veces un tanto desigual, y que parece estar muy en boga; Alex Webb, con un empleo del color expresivo, pero sin estridencias; Pentti Sammallahty, con fotografías sencillas e ingeniosas en blanco y negro, y Jefferson Hayman que lleva el concepto de obra más allá de la pura imagen fotográfica, con vistas del mar muy sencillas enmarcadas cada una de una forma particular, de hecho, la presentación que se hizo de su trabajo bien podría ser una única obra de arte en sí misma.
Dejando de lado los nombres propios, ya que la lista podría ser interminable, siguen predominando las copias en gelatina de plata, incluso entre los fotógrafos contemporáneos, de hecho los ejemplos de fotografía impresa en blanco y negro apenas tuvieron cabida, aunque toda la fotografía en color posterior a 2000 sí eran impresiones, ya que en realidad no hay muchas más opciones. Entre estas últimas, vemos cómo siguen de moda las fotografías de escenificaciones, bien con puestas en escenas más verídicas y tonos de color más naturales, como pueden ser las de Nadine Rovner, o bien otras más artificiosas y con colores más planos como las de Meghan Boody o Lori Nix, que, personalmente, considero demasiado frías y un tanto insípidas.
Siguiendo con los fotógrafos en activo, vemos cierta tendencia hacia la búsqueda de nuevas propuestas mediante la manipulación de la imagen fotográfica y distintas formas de experimentación, algo que halago, aunque no siempre el resultado sea de mi agrado, pero creo que es muy loable que se busquen formas alternativas de trabajar, que puedan abrir nuevas vías y que amplíen el propio concepto de fotografía. En esta misma línea, también vemos autores que se remontan a técnicas empleadas en el pasado, así se podían encontrar obras de fotógrafos actuales realizadas con técnicas como el ferrotipo, la albúmina o el fressón.
Por último, he de hacer una referencia a la grata sorpresa que encontré al entrar en el stand de la Michael Hoppen Gallery y descubrir que buena parte del mismo estaba dedicada a fotografías del “maestro” Leopoldo Pomés, el único fotógrafo español con representación en la feria (a parte de la pieza aislada de Sert). Parece ser que la Michel Hoppen Gallery ha apostado por Pomés y recientemente presentó una exposición suya en solitario, Vintage prints, en su local de Londres, en lo que fue la primera muestra del fotógrafo en el extranjero. Celebro esta incorporación de Leopoldo Pomés al mercado internacional. En cuanto a las obras presentadas, se trataba de copias originales de los años cuarenta y cincuenta de vistas de Barcelona, así como un retrato de Antoni Tàpies.
En definitiva, la experiencia fue inmejorable, me permitió conocer un buen número de autores desconocidos para mí y disfrutar de una compilación de algunas de las mejores piezas de la historia de la fotografía como no he tenido oportunidad de ver nunca en un museo. Cantidad y calidad a raudales. Eso sí, el concepto de la feria era bastante elitista y apenas tenían cabida fotógrafos que no tuvieran cierto reconocimiento, al menos a nivel de mercado, pero, sinceramente, no me importó lo más mínimo.