The amazing Spider-Man, el poder de Electro: cansado

Publicado el 27 abril 2014 por Juancarrasco @JuanCdlH

Soy spider- fan desde que era un pequeñajo, cuando uno no podía más que soñar con ver al trepamuros en la gran pantalla (también soy cinefílico de cuna), y es por ello que disfruté como un crío la primera trilogía sobre uno de los superhéroes clave para la Marvel; el entusiasmo irracional me empuja a ir a ver esta innecesaria segunda trilogía (los argumentos empresariales, no poca cosa, son lo único que instan a recontar lo ya contado en lugar de seguir una historia que no desmerecía a su personaje justo por donde íba) con casi igual ilusión a pesar de tener la sensación de que cuando Sony ya no tenga los derechos, asistiré a un tercer volver a empezar. Puede que justamente sea esta sensación de desconfianza mezclada con una evidente saturación del mercado con oferta de historias basadas en cómics (hemos pasado de “la película de superhéroes del año” por la que el seguidor hacía cola en el cine a los “reboots”, dejando atrás ya los “remakes” y traspasando la frontera de la sobreexplotación) lo que me ha causado una sensación de cansancio que me hace reflexionar y que el muchacho lector de cómics que siempre habrá en mí no le perdonará ni a la productora ni a su director. Y todo ello como ingredientes en una coctelera en la que también tenemos un guión que se toma demasiado poco en serio, con momentos de explicaciones “porque yo lo valgo”, fantasiosas hasta para una cinta del género que recuerdan a errores pasados y una tendencia clara a reiterar lo que sí funciona hasta rozar el hartazgo.

Tras quedarme a gusto con la sincera confesión, debo reconocer que la película de Marc Webb (con ese apellido estaba destinado a firmar aventuras de “Spidey”) divierte y entretiene como balance final de las casi dos horas y media, está rodada con impresionante capacidad en los momentos de acción o de cámara en primera persona cuando Spider-Man se transporta de edificio en edificio con sus redes; momentazos, por cierto, de los que los responsables son conscientes y que repiten hasta la saciedad como ya he mencionado que hacen con el resto de los puntos fuertes de la segunda que en realidad es la quinta entrega (moderna, no cuento intentonas artesanales de antaño), y que provocan entre todas que uno mezcle tramas en su cabeza y no sepa ya qué pertenece a una u otra saga, con villanos repetidos como el caso del Duende Verde. ¡Estrés!

La historia se va más hacia el campo del melodrama romántico quasi “crepuscular” (de la saga moñas adolescente, no de lo metafórico de la palabra) aprovechando la buena sintonía entre Andrew Garfield (Peter Parker/Spider-Man) y Emma Stone (Gwen Stacy) y la juventud de ambos, centrando las andanzas del superhéroe en su etapa inmediatamente posterior a la de estudiante y aligerando con momentos-broma que quedan muy bien y a los que nada hay que reprochar. El resto del plantel que arropa a los protagonistas brilla con nombres como Sally Field (tía May), Jaime Foxx, Paul Giamatti o Dane DeHaan, villanos los tres últimos que van sembrando el futuro germen de los Seis Siniestros, más que probable próximo desafío del carismático héroe. Notas: Stan Lee hace su habitual, aunque menos lucido que otras ocasiones, cameo, busquen, busquen, y tras los primeros créditos nos toparemos con un desconcertante epílogo que no sé si merece la pena a cambio de las caras de “vete ya a tu casa, pesado” de los operarios del cine. Dicho queda. Seguiré informando de si mi lado friki puede en la pugna con la vertiente oscura del fan achicharrado de demasiadas dosis de lo mismo…

Dirección: Marc Webb. Duración: 142 min. Intérpretes: Andrew Garfield (Peter Parker / Spider-Man), Emma Stone (Gwen Stacy), Jamie Foxx (Max Dillon / Electro), Dane DeHaan (Harry Osborn / Duende Verde), Paul Giamatti (Aleksei Sytsevich / Rhino), Chris Cooper (Norman Osborn), Sally Field (tía May). Guión: Alex Kurtzman, Roberto Orci y Jeff Pinkne; basado en los personajes creados por Steve Ditko y Stan Lee. Producción: Avi Arad y Matt Tolmach. Música: Hans Zimmer, Pharrell Williams y Johnny Marr. Fotografía: Daniel Mindel. Vestuario: Deborah Lynn Scott.