A lo largo de su historia, el cine ha tenido algunos momentos determinantes en los que se ha replanteado desde la raíz su propio concepto, naturaleza y alcance. En sus primeras tres décadas de existencia, la única manera de entender el cine era mediante el mal llamado "cine mudo" (nunca existió tal mutismo, ya que las salas de proyección estaban llenas de música que acompañaba a las películas), y no fue hasta finales de los años 1920 cuando se empezó a plantear la posibilidad de realizar films con sonido sincronizado con la imagen.
Este paso del mudo al sonoro ha sido uno de los acontecimientos más importantes y traumáticos de la historia del séptimo arte, y el cine ha querido representarlo en un buen puñado de grandes películas, como la magnífica Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952), en la que se muestran a las mil maravillas todos los problemas derivados de la nueva técnica, aunque siempre con un festivo toque de humor. Todo lo contrario que en El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder, 1950), un retrato amargo de una diva del cine mudo caída en desgracia (la inolvidable Norma Desmond interpretada por Gloria Swanson), incapaz de adaptarse al nuevo medio.
Hay por ello, siempre que se remite a esta época, un poso de tristeza, de nostalgia por un pasado glorioso que es sustituido por una técnica desconocida e impredecible. No en vano, fueron muchas las estrellas del primer Hollywood que se vieron abocadas al fracaso y al olvido cuando el público empezó a demandar películas "habladas". Una voz demasiado aguda, una declamación mediocre o simplemente la irrupción poderosa de caras nuevas fue capaz de arrinconar a muchos de los que poco tiempo antes lo tenían todo.
Pero The Artist es, ante todo, un emotivo homenaje al cine. Un homenaje desde el respeto, el cariño y la reverencia. Un cántico a la fábrica de sueños del primer Hollywood, a pesar de sus fisuras y sus contradicciones. La película es un relato simétrico de la trayectoria artística de George Valentin (espléndido Jean Dujardin, firme candidato al Oscar), al que vemos al principio como la mayor estrella del cine mudo de la época, aplaudido por el público y con todo un estudio a su servicio, encabezado por el productor Al Zimmer (John Goodman). El único punto oscuro está en su vida personal, ya que comprobamos que la relación con su esposa (Penelope Ann Miller) es casi inexistente, más aún después de que Valentin conozca a Peppy Miller (Bérénice Bejo), una aspirante a actriz de la que se enamora cuando ésta entra a formar parte como extra en una de sus películas.
A partir de ese momento, las trayectorias de Valentin y Miller siguen trayectorias opuestas. El primero se niega a dar crédito al advenimiento del sonoro, y sigue enrocado en hacer las películas de siempre, aunque ya sin el apoyo de la industria (los estudios han desaparecido para dedicarse sólo a las películas habladas) y después sin el del público, que acude en masa a ver las nuevas talkies. A todo ello se suma el fin de su matrimonio y la ruina económica provocada por el crack bursátil de 1929. Así pues, Valentin entra en una espiral de decadencia en la que sólo tiene la fiel compañía de su perro Jack y su antiguo chofer Clifton (James Cromwell). Por su parte, Peppy va escalando posiciones en los créditos de sus películas, hasta convertirse en la estrella principal del nuevo y flamante cine sonoro. A pesar de todo, no ha olvidado (es la única que no lo ha hecho) al pobre Valentin, de quien siempre vela y se convierte en su ángel de la guarda a pesar del orgullo autodestructivo de éste.
Por tanto, el desarrollo de ambos personajes simboliza los dos mundos opuestos surgidos del nacimiento del sonoro: una nueva generación joven y fresca, cuya voz inundaba la pantalla y los sueños de los espectadores frente a una generación anquilosada en un pasado que nunca volvería y de cuyas cenizas consigue salir Valentin gracias a un giro que anticipa también el auge de un nuevo género cinematográfico: el musical.
Resulta curioso que este preciso acercamiento a una situación y a un mundo tan genuinamente americano haya surgido del esfuerzo de un director francés apenas conocido en su país. Michel Hazanavicius ha saltado a la primera división del mundo del cine con esta pieza, maravillosa y al fin y al cabo optimista, que rinde pleitesía a una manera de entender las películas que dista mucho de los cánones actuales, pero que sin duda representa la esencia de un cine que creía en una máxima fundamental: el espectáculo debe continuar.
FICHA TÉCNICA
Título Original: The Artist País: Francia, Bélgica Año: 2011 Dirección y Guión: Michel Hazanavicius Fotografía: Guillaume Schiffman Montaje: Anne-Sophie Bion, Michel Hazanavicius Diseño de producción: Laurence Bennett Música: Ludovic Bource Duración: 100 minutos Intérpretes: Jean Dujardin (George Valentin), Bérénice Bejo (Peppy Miller), John Goodman (Al Zimmer), James Cromwell (Clifton), Penelope Ann Miller (Doris), Missi Pyle (Constance)
GALARDONES
- 5 Oscars (2012): Mejor Vestuario, Mejor Director, Mejor Banda Sonora, Mejor Actor Principal (Jean Dujardin), Mejor Película
- Festival de Cannes (2011): Mejor Actor (Jean Dujardin), Nominada a la Palma de Oro
- 3 Globos de Oro (2012): Mejor Película de comedia/musical, Mejor Banda Sonora, Mejor Actor Principal (Jean Dujardin)
- 1 Goya (2012): Mejor Película Europea