En el 2011 Michel Hazanavicius sorprendió al mundo al apostar por una película muda y en blanco y negro… para ganar el Oscar con “The Artist”. Era una película como las de antes, con todo el glamour y happy end de Hollywood, con todo el dramatismo y suspense de una historia que iba sobre el apogeo y el declinar -o viceversa- de una estrella del cine, y sobre una industria que recibía al sonido como compañero de viaje. En ella, George y Peppy se han conocido al salir de una premier y más tarde en un casting. Entre ellos, lo profesional deja pronto paso a lo personal, y la interpretación a lo real… y tras el ensayo, ella huye temerosa de un sentimiento que ha nacido en su corazón, para refugiarse, al principio sin saberlo muy bien, en el camerino del galán.
Sigue una preciosa secuencia -casi de mimo- donde la joven abre su corazón y descubre sus afectos, donde George comienza su labor de pigmalion para hacer de ella una actriz distinta, tanto en su físico con el lunar como en su personalidad. La escena está impregnada de romanticismo y de un humor pícaro que el perro termina de completar. El amor no puede quedar oculto y la imaginación es quien alimenta el sentimiento, y mientras un perchero y un smoking sirven de partenaire, los espejos se aprovechan para reflejar su alma enamorada, y una llegada imprevista le saca del sueño a ella… mientras la necesidad de apropiarse del amado (de hacerlo a la propia medida) se convierte en una necesidad para él. En definitiva, en la escena que ofrecemos, las miradas lo dicen todo y sobran las palabras… porque es el corazón quien habla.
En la imagen: Fotograma de “The artist”, película distribuida en España por Alta Classics © 2011. Todos los derechos reservados.
Publicado el 7 julio, 2014 | Categoría: 9/10, Año 2011, Comedia, Drama, Hollywood, Opinión, Romance, Secuencias
Etiquetas: amor, cine, Michel Hazanavicius, The Artist