The Beautyblender Experience

Por Agly Talaván @traselvelodisis

Si un adjetivo se me puede aplicar en relación a mi adicción a la cosmética, seguro que no es nada parecido a prudente, sensata o comedida. Como me supongo que ya habréis notado por el nutrido contenido de paletas nude de mi armario, lo mío es más bien una cuestión de ansias o, como le decimos en mi pueblo, de engorile.
El "ciclo del deseo cosmético" suele ser una espiral que aumenta a velocidad exponencial y que se desarrolla más o menos así:
1) Uy! un producto nuevo, qué curiosidad!!!2) Pues mira que hablan bien de él en los blogs3) Si las americanas lo tienen, seguro que es bueno, creo que no estaría de más probarlo4) Definitivamente, debería probarlo para hablar de ello en mi blog5) Tengo que comprarme este producto: el futuro de la humanidad depende de ello!!!...?) Bueno, pues tampoco era para tanto
Es cierto que, a menudo, estas ansias vivas mías (que sé que muchas compartís) me ha llevado a adquirir productos muy buenos, a conseguir auténticos chollos o a hacerme con deseados artículos de colección pero, no obstante, no hay que perder de vista el norte y sé que debo reconocer que mi tendencia al capricho potinguil enlaza directamente con la parte irracional de mi cerebro. Ya sabéis, esa que se compra ropa "para cuando adelgace", piensa que la pintura Zen es una gran afición y cree que aún está a tiempo de escribir una novela digna del Premio Minotauro.
Por todo esto, no pude sino darme auto palmaditas en la espalda cuando, por una vez en mi vida, elegí ser sensata y comprar con cabeza. Así, en vez de lanzarme a por el Beautyblender cual Hobbit a un paquete de tabaco de la Cuaderna del Sur, elegí buscar una opción económica y me compré el huevito PRO SYSTEM de la marca blanca del If que os mostraba hace tiempo en esta entrada (aquí).

Pues bien, el caso es que al poco tiempo de escribir esa review lo abandoné por el furor de las brochas Flat Kabuki y no fue hasta hace unos meses, vencida por la pereza y la falta de tiempo, que lo recuperé. Bajo esta coyuntura estaba yo tranquilamente ante el espejo hace unos días cuando, de repente, noto en mi esponjita una deformación extraña que al mirarla más de cerca se convierte en una terrible y espantosa grieta.
En fin, hasta ahí llegó mi ejercicio de mesura, pues viendo que ésta me había dado tan buen resultado, me dije que ya iba siendo hora de probar The Real Thing. Tras días después, por obra y gracia de las rebajas de Rada Beauty, la ansiada esponjita obraba en mi poder, perfectamente ubicada en su transparente pedestal y cegando mis ojos con ese rosa fucsia que la caracteriza (todo pichapata recomienda la negra, pero ya estaba agotada).
Bueno, he de decir que mi primera impresión fue pensar ¿esto es una Beautyblender, pero si es enana? Craso error, pues esta esponja es una rosa versión de Bruce Banner y cuando se moja aumenta su tamaño de manera impresionante (mucho más que la amarilla que tenía yo) hasta alcanzar la forma que todas conocemos gracias a Youtube. Pues bien, las diferencias entre una y otra no acaban ahí. 
Aparte del tema del tamaño, otro de los aspectos que destaca enseguida es la diferencia entre la textura y el tacto de ambas esponjas, lo que me lleva a pensar que no están hechas del mismo material. Esta diferencia se hace aún más palpable al humedecer la Beautyblender para darle uso, pues esta es claramente más suave y mucho más blanda que la del If. Esto hace que aplique mejor el maquillaje y que, efectivamente, se economice más en producto, amén de que es más agradable de usar puesto que la diferencia entre una y otra es la que puede haber entre un beso y un cojinazo en la cara.

Por supuesto, esta diferencia también es palpable en el resultado pues, ciertamente, con la Beautyblender el acabado en la piel es algo más fresco y natural. Se trata de una diferencia sutil pero importante de cara a conseguir un buen aspecto sin que se note que hemos pasado por el taller de Chapa y Pintura.
Ahora bien, como no todo el monte de Venus es Orgasmo, que diría Javier Krahe, mi Beautyblender también ha tenido un PERO importante. A las dos semanas de empezar a usarlo empecé a descubrir unas micro fisuras en la superficie de la esponja y, aunque de momento no afectan a su buen funcionamiento en absoluto, me preocupa en qué podrán devenir en un futuro.
El caso es que, tras indagar un poquito por la red y consultar en un grupo de FB donde la gente entiende mucho más que yo, resulta que hay muchas consumidoras a la que le ha sucedido esto aunque también  es cierto que muchas otras que no ha tenido ningún problema en absoluto. ¿Excesivo énfasis al limpiarla? ¿Incompatibilidad con otros jabones que no sean de Beautyblender? ¿Añada viejuna? ¡A saber!
Estando así las cosas, la pregunta es ¿merece la pena la diferencia de precio? Esta cuestión es difícil de responder, pues cada persona valora de manera diferente las cosas. En mi opinión, sí que merece la pena porque la diferencia en el acabado, aunque muy ligera, es lo que puede distinguir un buen maquillaje de otro sublime. No obstante,esta opinión es temprana y está muy condicionada con el tema de la duración y de cómo evolucione lo de las gietas. Si la esponjita tiene una durabilidad buena probablemente me anime a reponerla cuando se me fastidie pero si, por el contrario, veo que me dura poco me lanzaré a la búsqueda y captura de un clon. 
Buff! Menuda chapa que os he dado con el tema de las esponjitas de los webs! En fin, os dejo para que digiráis esta pesada entrada y ya me contaréis si coincidimos o no en criterios.