Director: Don Siegel
Ayer terminé de leer El río, la novela de Alfredo Gómez Morel, y debo decir que, más que una buena novela (autobiográfica), me parece una gran fuente de información. El tipo ciertamente sabe escribir sobre sexo, lo que es bueno cuando se refiere a encuentros consentidos por ambas partes, pero no cuando habla de las veces en que era abusado por sacerdotes o hampones y delincuentes. No es que fuera tan inocente y no supiera al respecto, pero me impactó la brutalidad de las torturas que los policías de investigaciones infligían a los detenidos; a nuestro protagonista casi le destruyen su miembro viril de tantas descargas eléctricas, sin mencionar que él mismo casi muere. Todo esto ocure a fines de los veinte y a lo largo de los treinta. En otro libro, Chicago Chico (que no es autobiográfica propiamente tal, aunque claramente se basa en lo que vio y vivió su autor), de Armando Méndez Carrasco, la cosa parece peor aún: al protagonista lo detienen porque lo toman por ladrón, y la escena del interrogatorio es tan explícita que yo de verdad pensé que al pobre le habían triturado e inutilizado los testículos; así me lo imaginé por las descripciones: planchas y otros objetos contundentes que se dejan caer sobre los genitales del interrogado, etc. Me sorprendió cuando, pocas páginas después, el patético y lastimoso protagonista (literalmente se la pasa llorando todo el libro, quejándose de su compulsivo comportamiento autodestructivo: era capaz de vender cada mueble de su casa con tal de financiarse las noches de jarana en su bar preferido, y luego se queja que no tiene nada... Y es que además la novela, y las dos que le siguen -¡Ordene, mi teniente! y Cachetón Pelota-, son repetitivas hasta el hartazgo, un cansino círculo vicioso de autocompasión) se encuentra teniendo sexo en un hotelucho con una de sus amigas del bar. Ahora bien, con "The Beguiled" llegamos al fin de la segunda parte a este incompleto y caprichoso repaso a la filmografía de Don Siegel. La tercera patita no debería tardar en llegar, pero quién sabe...
Me ha encantado mucho esta película, apasionante y elegante, y he disfrutado de lo lindo con ella. Nadie puede decir que Clint Eastwood no se lo buscó: le pasó por sinvergüenza. La historia nos sitúa durante la Guerra Civil de Estados Unidos en una de estas escuelas para señoritas en donde aprenden a tejer, a usar bien los cubiertos y las servilletas, a ser educadas, etc. La aparente tranquilidad de la directora, la profesora, las seis alumnas y la esclava (negra, por supuesto) se ve trastocada cuando la niña más pequeña se encuentra con un malherido y moribundo soldado de la Unión (Clint Eastwood), a quien lleva rápidamente a la casona en donde vive y se educa, con tal de que le puedan curar las heridas. La presencia del hombre perturba la dinámica de la escuela por ser un soldado enemigo (la directora de la escuela y un par de niñas son confederadas, así que, por extensión, todas deben serlo), pero también por traer consigo todo lo malo que acarrea la masculinidad, sea lo que eso sea. El soldado sabe que está en desventaja y que su estadía es mera cortesía, pues tan pronto sane lo entregarán al ejército confederado, así que decide jugar sus cartas a la seducción, o mejor dicho, a la manipulación y al engaño: miradas profundas y penetrantes, palabras cariñosas y suaves, promesas eternas: qué mejor que convencer a las mujeres de que lo acepten que despertando el deseo sexual, el enamoramiento fulminante, la admiración de su figura y encanto varonil. Y sí, el soldado se convierte en el ojo del huracán, desatando un caos a su alrededor, aunque, aclaro de inmediato, la película no se trata de él ni tampoco está narrada desde su perspectiva. Las mujeres son las protagonistas, en todo su imperfecto esplendor, las dueñas del relato.
Pero, más allá de la jugosa e interesante premisa y de la ágil narración, lo que hace que "The Beguiled" sea una película tan seductora es la gran variedad de temas que posee, su complejo y profundo, desafiante y arriesgado tratamiento del racismo, el machismo, la sexualidad, la violencia de género, la violencia humana en general, las posiciones de poder, etc., además de la fascinante y deslumbrante, casi hipnótica y ciertamente gótica puesta en escena de Siegel (exquisita esa atmósfera, tan trastornada y enfermiza como sensual y gentil, rebosante de erotismo y onirismo y malicia), un maestro ya de la psicología humana y de la imagen como ambigua pero transparente representación de la misma...: su cámara no admite trucos y artificios. La secuencia del sueño húmedo de la directora de la escuela, con trío incluido, quema y hacer arder la piel, ¡está llena de fuego! Los personajes están muy bien construidos y definidos, sobre todo y especialmente los femeninos (seamos francos: el personaje de Clint Eastwood no es más que un bastardo aprovechador: el tipo quería tirar con cuantas muchachas fuera posible y para ello se valía de tanto "encanto" y tanta mentira, aprovechando los "puntos débiles" de las féminas). A este respecto, gran recurso el de las voces interiores de las mujeres, pensamientos aleatorios que, sin embargo, describen a la perfección su posición dentro del mundo y de este enredo en particular. Como digo, la premisa permite observar y percatarse de un montón de problemáticas que, a todas luces, siguen aún ocurriendo, y eso que ya han pasado... ¿cuánto? ¿150 años?, ¿más? Vaya...
Gran película, sí señor. Un placer ver a Geraldine Page y a Clint Eastwood. Y qué simpática la niña más pequeña, la amante de los animales (curiosamente, la actriz que la interpreta dejó la actuación y se hizo activista por los derechos de los animales: se notaba que tenía esa clase de nobleza). A propósito, espero que esa tortuga haya sido de plástico. Lo mismo espero del cuervo al final. Y, oh sí, Sofia Coppola lo va a pasar mal mañana...