"Tras descubrir que tiene
un cancer que parece incurable..."
…The Big C es alegre sin perder de vista ni un momento a la tristeza, positiva sin quitarle ni un ápice de oscuridad al duro problema que trata, y emotiva sin caer nunca (o mejor dicho casi nunca) en la lágrima fácil. Emociona porque de una manera natural te conecta con los personajes, y nunca te fuerza a quererlos como suelen hacer otro tipo de series (y no quiero mirar hacia ningún lado). Una mezcla perfecta de sensaciones agridulces con sabor a esperanza, que deja un exquisito regusto en la retina a ficción de calidad, contándonos en su esencia que lo importante no es el problema que uno tenga, por muy grande que sea éste, sino más bien qué vamos a hacer nosotros para enfrentarnos a él, y si vamos a ser capaces o no de coger las riendas de nuestra propia vida por muy poco que nos quede de ella.
The Big C es cáncer y risas, una extraña pero muy efectiva combinación de géneros, que sale muy bien parada de dicha confrontación porque tiene muy buenos personajes, y sobre todo porque tiene una muy interesante historia que contarnos sin caer en grandes aspavientos ni excesivas exageraciones. Nuestros protagonistas se nos acaban haciendo entrañables a la fuerza, a base de buenos diálogos, grandes interpretaciones de sus actores (maravillosa y magnética Laura Linney), y especialmente por las disparatadas y originales relaciones que surgen entre éstos, que nunca dejan de sorprendernos y emocionarnos, a la par que nos hacen reír, y hasta nos descojonan de vez en cuando en alguna que otra ocasión en que logran salirse de madre con estilo.
"...Cathy decide disfrutar al máximo
de todo el tiempo que le quede"
Ya sea la propia Cathy, o su infantil marido, pasando por el hermano indigente y anti sistema, la vecina cascarrabias, e incluso el hijo “toca huevos”, aunque muchas veces no les comprendas, o directamente sea imposible hacerlo, todos ellos se te acaban colando en el bolsillo (y un poco en el corazón) al final del relato. Quizá la oronda alumna negra se quede un poco fuera de juego a veces, pero hasta en los momentos en que desentona parece haber un por qué oculto que la disculpara. Puede que no aporte demasiado al conjunto pero tiene sus momentos, y hasta a veces parece que ayude a impulsar la trama. Caso aparte es nuestro queridísimo “Luther” (Idris Elba) que, más que ser un personaje importante para la serie, a lo que está realmente es a alegrar la vista del personal, y ayudar a Cathy (y vaya si le ayuda) a sobre llevar un poco mejor su reciente y nefasta enfermedad.
The Big C, como también Shameless, su actual compañera de canal, es el reverso oscuro e incierto de la desesperanza, con unas gotitas de azúcar para que sepa mejor, y unas cuantas cucharadas de luz y color para no perderse entre tanta melancolía. Es la mueca torcida del payaso que ríe. O lo que es lo mismo, una dramedia típica de Showtime que se esfuerza por hacernos pasar un buen rato, sin más artificios que el de mostrarnos una buena historia en primer plano, contándonosla con la mayor sinceridad y el mayor divertimento posible sin recurrir a demasiados desmadres como suelen hacer otras series de la misma cadena.
La única duda que me deja es qué nos contarán en la segunda entrega que, así de primeras, tal y como terminó la temporada anterior se me antoja totalmente innecesaria. En cualquier caso ya tenemos episodios nuevos para salir de dudas. El que los haya visto que levante la mano y de paso deje un comentario al respecto. Sin duda se agradecerá.