Extraordinaria reflexión acerca de lo que significa nacer y crecer en una sociedad en conflicto, The boxer es incluso superior a la magnífica En el nombre del padre, del mismo director. En esta ocasión Sheridan se centra en el drama intimista de un hombre que ha pasado toda la juventud en la cárcel por haber colaborado con el IRA. Una vez que es puesto en libertad intenta romper con el pasado y vivir su vida al margen, pero él mismo intuye desde el primer momento que sus pretensiones son imposibles cuando la violencia y el fanatismo se han instalado en el día a día de su ciudad desde hace décadas. Además, hay una preciosa historia de amor que se quedó pendiente, presidida por una química entre Daniel Day-Lewis y Emily Watson que la hace absolutamente verosímil para el espectador. El sufrimiento callado de ambos ante la injusticia a la que se vieron sometidos por las circunstancias pasadas y presentes es una de las piedras de toque de la película, porque el hecho de que Danny haya renunciado a la lucha armada y que ella esté casada con un preso - el mejor amigo de la juventud del protagonista - son factores que propician que su relación se convierta en algo políticamente prohibido. Conmueve contemplar como Danny quiere seguir luchando por su dignidad en un cuadrilátero, el espacio del que nunca debió salir. The boxer muestra lo difícil que es superar los conflictos más enconados, puesto que cualquier pequeña chispa, por mucha voluntad negociadora que se ponga por ambas partes, puede hacer que la moral de grupo se imponga irracionalmente a los deseos de una convivencia justa para todas las partes. Una auténtica obra maestra que vi en su momento en el cine y que veinticinco años después me ha emocionado igual que entonces.