The Brain That Wouldn´t Die: ¿Dónde está el resto de mi cuerpo?

Publicado el 30 marzo 2010 por Fantomas
“The Brain That Wouldn´t Die” (1959), es una cinta de ciencia ficción del director Joseph Green, la cual está protagonizada por Jason Evers, Virginia Leith y Leslie Daniels.
Un cirujano carente de ética, el Dr. Bill Cortner (Jason Evers), está desarrollando una técnica de trasplante de órganos y miembros. Después de que su prometida Jan Compton (Virginia Leith), es decapitada en un horrible accidente automovilístico, el doctor intentará encontrar a una mujer con un cuerpo bonito para trasplantar la cabeza que ha podido salvar.

A fines de la década de los cincuenta, Joseph Green, un joven estudiante aficionado al cine y la literatura fantástica, comenzó a escribir y dirigir cintas publicitarias con la esperanza de poder ingresar algún día a la industria cinematográfica. Cuando en 1959 Harry Blaney, un amigo productor de Broadway, le presentó al productor de cine serie B, Rex Carlton, Green pensó que al fin se le presentaba la gran oportunidad que había estado esperando. Carlton buscaba a alguien que quisiese dirigir una película destinada a horrorizar al público adolescente, cuyo título tentativo era “I Was a Teenage Brain Surgeon”. Tomando la idea de Carlton como base, Green se inspiró en cintas como “Donovan´s Brain” (1953) y “The Man Without a Body” (1957), y en dos o tres días escribió un guión titulado “The Head That Wouldn´t Die”, título que el distribuidor posteriormente cambiaría por el definitivo “The Brain That Wouldn´t Die”. Con un presupuesto de $125.000 dólares, Green tuvo que arreglárselas para filmar la cinta en tan solo trece días al interior de un estudio de 20 metros por 20 metros, situado en el sótano del hotel Henry Hudson de Nueva York.
Debido a lo precario de la producción, el ayudante de dirección y el montador (Tony LaMarca y Leonard Anderson respectivamente) eran los únicos integrantes del equipo de filmación con alguna experiencia cinematográfica. En cuanto a los actores, algunos de ellos fueron reclutados a través de una agencia, como por ejemplo Herb Evers, Virginia Leith, y el gigante de circo Eddie Carmel, mientras que el resto se presentó al casting luego de ver un anuncio publicado en un periódico. Como es de esperarse, la historia toma bastante prestado del clásico relato de Frankenstein y del tema de los científicos locos. El protagonista es un experimentado doctor que está determinado a desafiar el orden natural de las cosas, utilizando sus conocimientos médicos para explorar nuevos horizontes. De hecho, está obsesionado con la idea de poder prolongar la vida humana mediante complejos trasplantes, los cuales ha ido perfeccionando con la ayuda de su deforme asistente (Leslie Daniels). Su laboratorio, al igual que el castillo de Frankenstein, está ubicado en un lugar alejado del resto de la sociedad. Por último, al igual que su colega, el Dr. Bill Cortner intenta reconstruir el cuerpo de su amada utilizando partes de otros cuerpos.

La extraña historia de esta cinta a su manera también logra plasmar algunas de las emociones más primitivas del hombre. Desde el inicio del film, durante la excesivamente larga escena de apertura en el quirófano, se sugiere que Bill desea abandonar la filosofía conservadora de su padre, lo que en cierta medida es una suerte de modernización del mito de Ícaro y Dédalo. Por otro lado, las motivaciones que llevan nuestro demente protagonista a intentar “arreglar” a su accidentada novia trasplantándole un hermoso cuerpo nuevo, responden más a un aspecto sexual que amoroso. De la misma forma, el tema de la bestia que el doctor esconde en el closet de su laboratorio puede relacionarse con la supuesta homosexualidad reprimida del protagonista. El monstruo no viene más que a representar sus errores, los cuales él se rehúsa a hacer públicos debido a que lo sumirían en la más profunda vergüenza. Y es que la sexualidad es un elemento importante dentro de la cinta. A la ambigüedad sexual del protagonista, se le suman escenas como la del club nocturno donde dos bailarinas terminan enfrascadas en una pelea, y una gran cantidad de diálogos que presentan francas alusiones sexuales (en algunos casos con tono lésbico).
La cinta también toca el delicado tema de la eutanasia. Jan lo único que quiere es morir, pero el egoísmo de Bill no se lo permite. La reacción del protagonista, su obsesión por encontrar un cuerpo que a sus ojos parece ser el perfecto para reemplazar al de su amada, no hace más que reforzar la noción de que las motivaciones de Bill son meramente egoistas. Si bien Green hace todo lo posible por imprimirle cierta profundidad a la historia, es imposible tomarla demasiado en serio. Algunas escenas son sencillamente burdas, mientras que otras no cumplen ninguna función más que agregarle minutos al metraje. La verdad es que si se analiza la trama de manera rigurosa, esta no tiene demasiado sentido. Teóricamente, Bill dispone de un suero especial que le permitirá trasplantar con éxito la cabeza de Jan a un nuevo cuerpo, pero nunca se explica muy bien como este funciona (sólo se menciona que versiones anteriores del suero terminaron provocando diversas deformidades en los sujetos de prueba). Por otro lado, durante gran parte de la cinta vemos como el protagonista visita diversos lugares en búsqueda de hermosas mujeres cuyos cuerpos puedan ser utilizados como huésped de la cabeza de su novia, siempre procurando que no existan testigos que puedan situarlo junto a sus potenciales víctimas. Esto lo lleva a involucrase en situaciones tan ridículas como llamativas, como la ya mencionada pelea entre las bailarinas de un club nocturno.

Las actuaciones tampoco ayudan a elevar la calidad del producto. En general, la labor del elenco es bastante mediocre. Aunque Jason Evers es creíble por momentos como el mad doctor de turno, algunas de sus intervenciones son lamentables y provocan más risa que temor. Probablemente es Virginia Leith quien más se destaca en el aspecto interpretativo, ya que es ella quien logra imprimirle un cierto toque de terror al film. Por otro lado, algunos diálogos son demasiado pretensiosos, por lo que están lejos de provocar interés o otorgarle una profundidad mayor a la desquiciada trama. Aunque a nivel técnico presenta más de algún error, principalmente debido a que gran parte del equipo de filmación no tenía ningún tipo de experiencia realizando películas, la cinta presenta algunas escenas destacables por la inteligencia con la que fueron filmadas (por ejemplo la del accidente de la pareja protagónica). También es destacable el armatoste en el que se encuentra la cabeza de Jan, el cual pese a tener un diseño más bien sencillo, es por lejos el objeto más complejo en el minimalista laboratorio de Bill. La banda sonora es correcta pero completamente olvidable, y fue recopilada prácticamente en su totalidad por el especialista en música de archivo Ed Craig.
Pese a que “The Brain That Wouldn´t Die” fue terminada en 1959, esta recién fue estrenada en 1962 debido a que en su momento Rex Carlton no logró encontrar a un comprador. Esto se debió al abundante contenido sexual y a un par de escenas gore que presentaba la cinta, la cual fue tildada de excesiva y escandalosa. Cuando la American International Pictures estrenó la película, amputó las escenas gore reduciendo la duración del film en casi diez minutos. Como era de esperarse, la cinta pasó sin pena ni gloria por las salas de cine de la época. Algunos años más tarde, un error de la AIP permitió que “The Brain That Wouldn´t Die” pasara al dominio público, lo que eventualmente la terminó convirtiendo en un film de culto. Al que igual que cintas como “Plan 9 From Outer Space” (1959), estamos ante una película que es un verdadero placer culpable. Pese a su estética minimalista tan propia del cine de bajo presupuesto, a las actuaciones mediocres, a los errores técnicos, y al pretensioso pero bien intencionado guión, “The Brain That Wouldn´t Die” se alza como una película entretenida y a ratos casi surrealista, que presenta una serie de características que la sitúan como un digno exponente del siempre vilipendiado cine Z.

por Fantomas.