Menos mal que ahí están Isak Dinesen, Strindberg, Ibsen o Ingmar Bergman, porque si no, cualquiera diría que los escandinavos no saben hacer otra cosa que matar gente e investigar. Pero para qué negarlo, eso de los thrillers se les da muy bien. Hace un año reseñaba la serie danesa The killing, que arrasó en Gran Bretaña y que era tan buena que los americanos decidieron cargársela haciendo su propia versión. Pues bien, parece ser que en el 2012 fue la sueco-danesa The Bridge la que mantuvo a Inglaterra en vilo durante diez semanas.
El puente del título es el Oresund, que conecta la ciudad sueca de Malmö con la capital de Dinamarca. La serie se abre con el hallazgo, justo sobre la línea que separa los dos países, de (lo que parece ser) el cadáver de una mujer. Esa circunstancia, y otras que no revelaré, obliga a que sean un detective danés y una sueca los encargados del caso.
A partir del hallazgo del cadáver, los asesinatos se suceden en lo que, según el asesino, que cuelga algunos de sus crímenes en internet y en vivo, no es sino una denuncia de las injusticias que asuelan la sociedad. El asesino se convierte así, por lo menos durante un tiempo, en una especie de justiciero universal, más todavía cuando, merced al éxito de su chantaje, les perdona la vida a sus víctimas,
Como es de rigor en este tipo de thrillers, el mayor atractivo de la serie radica en los dos investigadores y en la extraordinaria interpretación que hacen los respectivos actores, al igual que todo el reparto. A estas alturas, tenemos que empezar a aceptar que una pareja de detectives de carácter y modo de trabajar radicalmente diferentes, que se ven obligados a compartir caso, ha dejado de ser un cliché para convertirse en un requisito. Qué aburrida sería una serie con dos detectives que, además de ser grandes amigos, están perfectamente compenetrados. Y sin embargo, nuestros dos detectives, aunque no pueden llegar a ser amigos, sí se aprecian mutuamente y trabajan muy bien juntos.
Saga Noren es una detective exasperantemente perfeccionista, escrupulosa cumplidora de las normas, y de una inteligencia prodigiosa. Por si fuera poco, es un pedazo de sueca que le da a uno ganas de salir volando a Benidorm. Sin embargo, la chica es, en palabras de todos los que la conocen, "una tía rara", y todo indica que sufre una forma de autismo. Tanto en su trabajo como en sus relaciones, Saga se rige exclusivamente por la lógica. Así, desconoce las más elementales normas sociales, como la de elogiar el trabajo bien hecho, y es incapaz de decir una sola mentira, aunque la gente se lo implore, por ejemplo una madre que no sabe si volverá a ver a su hija con vida. Cuando la invitan a comer y le preguntan si quiere repetir, dice que no le ha gustado la comida. Cuando quiere echar un polvo, busca a alguien que le guste y le pregunta si le apetece follar.
Por su parte, su colega danés Martin Rohde, es un tío afable y campechano, que sabe que a veces hay que saltarse las normas y, otras veces, mentir. Dichas virtudes no benefician precisamente a su vida familiar, y mientras ésta se desmorona por momentos, Martin se propone enseñar a Saga a ser una persona más normalita e integrada.
Qué voy a decir de la trama. A mi mujer y a mí nos ha enganchado a la pantalla diez noches seguidas (bueno, nueve; no pudimos esperar al día siguiente para ver el último episodio) y ahora nos hemos quedado huérfanos. El modo en que los diferentes hilos de la trama quedan engarzados es soberbio, si bien se bordea en todo momento los límites de la credibilidad. A diferencia de The Killing, donde teníamos dos historias paralelas (la investigación policial y las elecciones a la alcaldía), lo cual la emparentaba en algunos momentos con The Wire, en la serie que nos ocupa la intriga la proporciona no sólo la abundancia de pistas falsas (arenques rojos, se dice en inglés), sino también, el modo en que, paulatinamente, la vida privada de los dos detectives va cobrando importancia en la investigación, y sobre todo, la constante sensación de que la historia no puede acabar bien del todo.
Huelga decir que los americanos han decidido mejorarla. Para ello, le quitarán ese engorro de los subtítulos; presumiblemente, le darán otro final, y situarán la escena inicial en la frontera entre México y EEUU. Por su parte, franceses y británicos producirán The tunnel, que se abrirá con un político que aparece asesinado en mitad del Eurotúnel. (Desgraciadamente, parece que se desmienten los rumores sobre una versión franco-hispana titulada El peaje de la Junquera). Me pregunto cómo solventarán todos estos plagiadores legales el problema lingüístico. Uno de los aspectos de The Bridge que me ha resultado más interesante es el modo en que suecos y daneses son incapaces de hablar la lengua del otro, y aun así se entienden mutuamente a la perfección.
La intro es discreta, elegante, sutil y, en mi opinión, una pequeña maravilla.
El tema principal está interpretado por un grupo danés llamado Choir of young believers. El nombre de la banda como la letra es un tanto pretencioso, y la incomprensible, pseudo-poética letra es abiertamente pomposa, pero si uno no le presta demasiada atención y se concentra en la melodía y las voces, disfrutará de una pieza bella y sugerente. Aquí podéis escucharla al completo.