Si hace unos años me hubieran dicho que me iba a parecer interesante la vida de Isabel II, la idea me hubiera parecido inverosímil. Pero es que The Crown no se limita a ser la crónica de un reinado, sino que se compone de clases magistrales de historia, filmadas con todo lujo de medios, junto con una narración muy interesante de la vida íntima de la reina y su círculo familiar. La longevidad de la monarca consigue que podamos asomarnos a épocas muy distintas, desde la Segunda Guerra Mundial a la muerte de Diana de Gales, así como conocer a los distintos Primeros Ministros que ha elegido el Reino Unido durante todos esos años, muy bien retratados en sus despachos con la reina en el Palacio de Buckingham. En un reinado tan largo podrían ser discutibles los episodios históricos elegidos para cada uno de los capítulos, pero es indudable que cada uno de los temas ha sido retratado con una minuciosidad encomiable, desde los trajes a los escenarios, reflejándose en todo momento el altísimo nivel de la producción. Todo es verosímil en The Crown, sobre todo porque la historia y los escándalos de la familia real británica superan a cualquier ficción. Es una lástima que la serie haya terminado ya, puesto que esta familia, fuente infinita de polémicas, hubiera dado para un par de temporadas más, contando las relaciones entre los príncipes Guillermo y Harry.