Desde el irregular “4.13 Dream”, en estos más de 3 lustros ha habido lugar para un par de giras mundiales, varias actuaciones en festivales veraniegos e incluso en la última de las giras mundiales, algo poco habitual, que es hacer la gira de presentación del disco antes de que el mismo viera la luz. Fue en 2022, hace casi 2 años exactos, cuando vimos por última vez en directo a la banda y en aquella cita de Madrid pudimos escuchar en directo 5 de las 8 canciones que forman parte de “Songs Of A Lost World”.
El contenido nos ponía de manifiesto que el futuro álbum, que por lo visto estaba preparado desde hace varios años, o al menos en muy avanzado estado de gestación, iba a volver por derroteros cercanos a los discos más atmosféricos y reflexivos de The Cure. Esto se ha confirmado ya una vez el disco en el mercado. Un hecho relevante también es que en España ha llegado en su primera semana al nº2 de la lista de ventas, lo cual revela que los seguidores de siempre seguimos siendo fieles a Robert Smith y su equipo.
Hablando de su equipo, es destacable el espaldarazo definitivo a Reeves Gabrels, ya que de forma muy personal no considero a alguien miembro de verdad de The Cure hasta que forma parte de los créditos de un disco de estudio como miembro titular. Al lado siguen Roger O’Donnell en los teclados, con mucha importancia en esta ocasión, el batería de más larga trayectoria en la banda (a punto de 3 décadas) Jason Cooper y la mano derecha de Robert, el siempre querido Simon Gallup al bajo.
Me gusta mucho la concreción del disco volviendo a un formato de 8 canciones, lo cual nos evoca a trabajos de hace más de 40 años (recordemos a “Faith” y “Pornography” con un número semejante de temas). El estilo se podría definir a ratos de rock gótico progresivo, por los largos desarrollos instrumentales de los temas. Vamos a ver paso a paso lo que nos ha tardado tanto tiempo en llegar y que con tanta gana hemos cogido.
ANÁLISIS DEL DISCO.1. “Alone”: El arranque del disco es atmosférico y monumental. No sé si estamos ante el disco que tiene una mayor intro instrumental hasta que escuchamos a Robert Smith cantar a los 3 minutos y medio (“The kiss” del “Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me”, creo recordar de memoria que tenía 2 minutos y 20 segundos de intro). ¿Es relevante o tenemos que tener muy en cuenta que las primeras palabras del disco digan “esto es el fin”? El papel de los teclados de Roger O’Donnell es destacado, pero alejado del enfoque que tenían en “Disintegration” por ejemplo. “Alone” creo que es una buena canción de inicio para arrancar el viaje.
2. “And nothing is forever”: Quizás “And nothing is forever” sea la canción más bonita propiamente del disco. Siguen teniendo mucho protagonismo los teclados de Roger y la envoltura que en esta ocasión ofrecen. Es un poso de cierta luz dentro del disco, ya que el enfoque del nuevo trabajo de la banda abunda en los sectores oscuros y reflexivos.
3. “A fragile thing”: Pasamos a un medio tiempo con “A fragile thing” donde el trabajo de Simon Gallup al bajo dan como resultado una canción con un tono sombrío de base muy destacable. Es reconocible este estilo dentro de la obra de The Cure, quizás “A fragile thing” podría pasar perfectamente por una cara b de los singles de “Wish”. Con todo, puede que sea de las canciones más inmediatas y más rápidamente reconocibles de este nuevo lp.
4. “Warsong”: Con guitarras que nos evocan quizás a “Burn” de la banda sonora de “The Crow”, se nos abre paso la siniestra y rotunda “Warsong”. De ritmo lento, con mucho aplomo y músculo en su instrumentación, da una rotundidad siniestra notable a la obra una vez que llegamos a su ecuador. Robert Smith se desempeña quizás con el mayor arrojo y desboque del disco, cosa que suma a la intensidad de esta composición.
6. “I can never say goodbye”: Con “I can never say goodbye” me parece volver a la fórmula de “Homesick” o “Trust”, gloriosas piezas con destacada melodía de piano o notas cristalinas de teclado. Creo que no iguala a la de “Disintegration”, pero sí empata con la hermana mediana de “Wish”. Siempre es agradable ver a The Cure regresar a esta estructura de canción de la que no han abusado en su trayectoria (solamente veo esos 2 citados paralelismos) y es curioso que aquí el título se podría enfocar hacia el sentido contrario de los mensajes subliminales del futuro de la banda.
7. “All I ever am”: Llegamos a la que quizás sea mi canción favorita del disco. Ya desde sus primeros segundos con el trabajo latente de la batería de Jason y los teclados de Roger, se demuestra que “All I ever am” tiene ambición. Son de esas canciones que tienen algo de épica en sus notas altas, de esos momentos en los que Robert consigue dar con una canción que a pesar de su enfoque oscuro, tiene un punto luminoso. Existen varios ejemplos en la obra de The Cure como la canción título del siempre presente “Disintegration”. No es que “All I ever am” sea el mejor de esos ejemplos, pero creo que es un acierto y activo claro dentro de “Songs Of A Lost World”.
8. “Endsong”: Si nos sorprendía “Alone” con sus 3 minutos y medio instrumentales, en “Endsong”, canción de 10 minutos para cerrar el disco, no escucharemos a Robert hasta pasados los 6 minutos. El buen trabajo a la hora de construir la melodía logra que para nada se haga pesada esa espera hasta llegar a oír la voz de Robert. De alguna forma, “Endsong” no se desvía mucho de la línea de su predecesora en el disco, pero sí que rebaja algo la épica. Considero que es una composición acertada para finalizar este disco en particular, por su sentido y por el carácter crepuscular y oscuro en los instrumentos.
RESULTADO, CONCLUSIONES Y REFLEXIONES.La espera ha merecido la pena. Tras 2 discos algo tibios, The Cure han ofrecido un trabajo que vuelve a un nivel de aceptación semejante al “Bloodflowers” de 2000. Nos muestra el lado más introspectivo y reflexivo del grupo, pero no exento de cierta potencia guitarrera que nos evoca en parte a “Wish”; en este sentido, se nota el peso de Reeves Gabrels y sus cuerdas.
Si nos paramos a pensar, “Songs Of A Lost World” es el disco que hubiéramos imaginado hace 30 años que hubiera publicado The Cure cuando Robert cumpliera 65 años. Tiene un toque de madurez y evita meterse en el terreno pop, territorio en el que quizás The Cure ya no se sepan manejar con la soltura que lo hacían a mitad de los años 80. Lo que no me convence tanto es la portada de la obra, con esa especie de meteorito en tonos negros y grises; en todo caso, The Cure lleva mucho tiempo sin hacer una portada memorable y aunque hay unas cuantas que son muy de mi gusto, no es lo que más he valorado de The Cure a lo largo de su obra.
Es un resultado satisfactorio para los que somos fans de recorrido. Robert sigue en buena forma vocal y aunque tampoco es que nos encontremos con un álbum de 10, sí que nos deja contentos y podría incluso ser un buen trabajo de cierre para la obra de estudio de la banda; no en vano, muchos temas evocan a un fin, desde la primera frase del disco que canta Robert hasta el rotundo título de la pista final.
En entrevistas en los últimos años, Robert Smith nos fue diciendo que el disco sería doble o que tenía material para 3 lps. Es probable que quizás no a mucho tardar exista nuevo trabajo o también que Robert se haya vuelto a quedar con nosotros, como ha hecho en muchas ocasiones. Termino el artículo con algo que he dicho varias veces a lo largo del mismo: la espera ha merecido la pena.