Suelo ser bastante cobarde para el género del terror aun cuando de adolescente, allá por la gloriosa década de los ochenta, he visto muchos de los ahora considerados grandes clásicos del género de entonces: Fright Night, Friday 13, Haloween, Pesadilla, etc. Luego sobrevino la ola del gore y ya no me animé a tantos visionados como antes. Agreguemos el hecho de que luego de ver apenas media hora de The Exorcist, porque más no aguanté, y entera Amityville II: The Possession, la temática de los exorcismos ya me echan siempre para atrás. Pero debo reconocer que The Devil Inside tuvo una buena campaña de publicidad, comenzando por un tráiler que me llamó la atención. Parecía una buena mezcla entre thriller y terror donde la dualidad ciencia-religión prometía darle un toque interesante.
Estando detrás aquellos mismos de la, ahora ya, saga Paranormal Activity muchos de los que estamos un poco saturados del mockumentary teníamos nuestras dudas, pero insisto, la campaña que fueron hilvanando poco a poco antes de su estreno, confieso, me atrapó. Por otro lado aun cuando Paranormal Activity tenía un ritmo realmente cansino por momentos, hasta quedado y lento, debo reconocerle que resultaba después de todo muy buen recurso para agarrarnos desprevenidos con las pocas escenas “de susto”, efectivas finalmente.
El problema con The Devil inside es que aquí el argumento promete mucho más de lo que finalmente la cinta ofrece. Lo que se plantea al principio con ritmo pausado pero intrigante termina siendo un guión bastante desdibujado. La película se vuelve tan predecible que cualquier recurso sorpresa no cumple lo que debería. Esta servidora se asusta con cualquier cosa pero terminó realmente aburrida y hasta saturada de una cámara en mano que más que intimista termina siendo irritable con tanto movimiento, además de ciertos detalles argumentales un tanto confusos.
Es una pena que una película que cuenta con muy buenas actuaciones y algunas escenas muy bien armadas termine siendo un fiasco. Seguramente agradará a algunos espectadores, después de todo depende siempre de la sensibilidad de cada uno, pero seguramente aquellos más exigentes o amantes del género encontrarán que este film está muy lejos de ser aunque sea entretenido. La narración presentada como un falso documental acaba por transformarse de repente en una suerte de confesionario de gran hermano donde la tensión que debería estar puesta en lo que sucede se transfiere de inmediato a los protagonistas que si antes se los retrataba valientemente decididos de pronto, y porque sí, se vuelven desesperados testigos de situaciones que ahora los sobrepasa. Uno termina preguntándose qué ocurrió en el medio para que con este poseso no se asusten ni se desmoronen y con este otro sí.
Así mismo si los primeros cuarenta minutos del film, aunque con algunos clichés de por medio pero bien resueltos, plantean un hilo argumental atractivo, poco a poco este se va consumiendo en una seguidilla de intentos de escenas impresionables que no son otra cosa que muchos gritos y rezos, imprecaciones e insinuaciones sobre el pasado de cada uno que dejan con ganas de más. De repente el film termina siendo un ruido ensordecedor que pretende volcar toda junta la adrenalina que jamás llegó a plasmar por completo y hasta algunos personajes terminan contradiciéndose a sí mismos en diálogos bastante descolocados del contexto.
A riesgo de equivocarme me atrevería a decir que por momentos incluso la película está mal editada. Quizá ese sea uno de los factores desencadenantes de una última hora muy pobre para una película que prometía bien provocando que eventualmente el espectador no esté muy seguro de lo que está pasando o de qué se nos quiso contar después de todo. Por momentos se abren algunas líneas sobre el pasado de los personajes que posteriormente quedan en nada. Es obvio que tal vez esta sea una argucia para una posterior segunda parte, no me extrañaría; pero William Brent Bell, director y guionista de la cinta no logra provocar una atmósfera en la que la audiencia después de todo se asuste- como se supone para una historia de este género- ni tan siquiera, al menos, se entretenga.
Admito que ya esta moda del mockumentary personalmente ya me aburre bastante. Pocos son los films que posteriores a aquella pionera The Blair Witch Project, aunque con diferencias pues esta no era en sí un supuesto documental sino el llamado found footage, pocas películas que emulen esta estética son realmente buenas. The Devil inside no dejará de ser una más de las tantas películas que hay sobre exorcismos que no llegan ni a los talones de la clásica joya dirigida por William Friedkin en 1973.
Una opción para ver, si es que aun quieran incurrir en la aventura de sacarse la curiosidad, en la comodidad del hogar cuando se la lance en DVD o Blu-Ray. Por lo demás, no digan que no se los avisé cuando se estrene a fines de este mes.
Originalmente publicado en Extracine modificado en partes para La Cinerata