The empire of ice cream es una recopilación de catorce relatos cortos de fantasía del autor norteamericano Jeffrey Ford. Este libro no ha sido traducido al castellano.
Anteriormente he dado mi opinión de algunas otras obras de este autor: las recopilaciones de relatos The fantasy writer's assistant and other stories y Crackpot Palace:Stories. Así como las novelas La fisiognomia, Memoranda y El año sombrío.
La obra inicia con el relato The Annals of Eelin-Ok, en el cual un hombre descubre que cuando un niño crea un castillo de arena en la playa diminutos seres proceden a habitarlo. Esta infantil premisa es catapultada por la estupenda prosa y la épica trama.
El segundo cuento, Jupiter's Skull, narra la vida de un hombre fracasado, cuya vida se encuentra en estasis. Visita la tienda de una misteriosa mujer, que le prepara te y le narra fantásticas historias que después no puede recordar. La catarsis se desarrolla en un crescendo hasta terminar en una supernova.
El relato titular, The empire of ice cream, narra la complicada existencia de un niño con sinestesia, mientras degusta un helado de café descubre que este alimento le permite percibir la presencia de una hermosa chica, de la cual queda prendado. Y la trama se desarrolla como un cuadro de M. C. Escher.
A night in the tropics se desarrolla en New Jersey, un hombre (que sospecho es el propio Jeffrey Ford) se obsesiona con el mural de un bar, que expone una ambigua escena en el trópico. En la propia voz del barman descubrimos que los lugares más anodinos esconden interesantes historias.
Un bondadoso monstruo juega al piscologo en el relato The beautiful Gelreesh. La tediosa vida de Caronte, el barquero del infierno, es fracturada cuando uno de los nuevos residentes le confiesa que existe un santuario de paz en el corazón del averno, en el relato Boatman's Holyday.
Botch Town es la novela corta en donde Ford basó su novela El año sombrío. Desarrollada de forma semibiográfica y ubicada en el New Jersey de los años sesenta, narra los extraños sucesos ocurridos un verano, la apacible vida urbana es rota primero por un mirón que acecha el vecindario, después por un asesino y las apariciones de un fantasma.
En el relato A man of light, un joven reportero consigue una entrevista con un ilusionista, que es capaz de utilizar la luz para provocar perturbadoras ilusiones ópticas, el relato se muerde a si mismo la cola, como la serpiente Ouroboros.
En The green word, un pío rey desea acabar con las personas que adoran los dioses del bosque, su esfuerzo da fruto, ejecutando al principal héroe de los insurgentes, pero con la ayuda de una bruja el héroe renace de una forma por demás sorprendente. Maravilloso relato.
El relato Giant land inicia con tres personas encerradas en una jaula, una mujer y dos hombres, presas de un gigante que desea cebarlos con el fin de comérselos. A partir de esta simple premisa nos introducimos en una casa de espejos. Un relato del cual Borges se sentiría orgulloso.
Coffins on the river se ubica en New Jersey, en donde dos artistas fracasados, un pintor y un escritor, intenta recrear una obra que les de popularidad, buscan su musa en todos lados, incluyendo la mariguana, cansados de tantos intentos buscan la ayuda de un joven pintor exitoso, quien les recomienda el uso de la ayahuasca, en este punto el relato comienza a tomar caminos inesperados.
En The weight of the words un bibliotecario acude a una platica donde una persona muestra la teoría de que las palabras tienen gravitas, y que dependiendo de la tipografía, el orden de las palabras y algunas otras variables es posible grabar mensajes en el subconsciente de las personas. El protagonista queda tan impresionado, que busca al estudioso del lenguaje para que lo ayude a recuperar a su mujer usando estas elusivas técnicas.
"Una de las calamidades más terribles que una persona padece en su vida ni siquiera es percibida por la mayoría de la gente, mucho menos lamentada. Lo cual es sorprendente, pues lo que perdemos es en muchas maneras una de las cualidades esenciales que nos distinguen de otras criaturas.
Estoy hablando acerca de la pérdida del sentido de la maravilla, que es una parte integral de nuestro mundo cuando somos niños. Sin embargo, mientras crecemos ese sentido de maravilla se ha reducido de cósmico a microscópico para cuando llegamos a la edad adulta. Los niños dicen wow todo el tiempo, abriendo completamente sus bocas, con sus ojos encendidos de verdadero asombro y dicha. Esa palabra no emana tanto de un cuerpo sonoro como de un alma estupefacta a la cual se le ha mostrado una vez más que el mundo esté lleno de cosas sorprendentes e inesperadas.
¿Cuándo fue la última vez que dejaste escapar un sonoro wow, desde adentro?
Apuesto a que no fue recientemente. Porque generalmente hablando, el asombro le pertenece a los niños, con la rara excepción de enamorarse locamente de una persona, lo cual invariablemente guía hacia el renacimiento del asombro. Como adultos, no se supone que debamos decir wow, o sentir fascinación porque esas cosas nos hacen sonar bobalicones, ingenuos o aniñados. ¿Cómo podemos manejar el mundo si estamos en constante asombro de él?"
Esto es un fragmento de la introducción realizada por Jonathan Carroll, un autor cuyas obras estimo de forma invaluable. Y es mucho más elocuente de lo que yo podría ser. No basta con lanzar halagos a las obras que nos gustan. Todas las lisonjas son superfluas, lo único que puedo decir es que este libro me hizo decir wow muchas veces.