The End of the F***ing World: El fin del mundo en tiempos del amor

Publicado el 22 diciembre 2019 por Carlosgu82

Basada en una novela gráfica de Charles Forsman (escrita para la televisión por Charlie Covell) cuya primera temporada acaba donde termina el cómic: Dos singulares adolescentes fugitivos de 17 años, Alyssa (Jessica Barden) y James (Alex Lawther), han llegado a su fin del mundo, donde todo parece desaparecer. Esta serie británica de solo 25 minutos por capítulos y con dos temporadas a cuestas ha sido una grata revelación.

Personajes desadaptados que se enfrascan en un viaje sin sentido hacia ninguna parte, parece ser la excusa perfecta para simplemente navegar en un cliché a lo Bonnie and Clyde. Sus episodios compactos y magros, su estilo exagerado, manteniendo al mismo tiempo una particular dureza, y su verdadera historia de amor central, de estilo romántico, termina siendo mucho más dulce de lo que su entorno violento debería haber permitido.

Las claves de su humor negro, en este caso con la tradición británica a cuestas, radica en el juego de las apariencias, donde los clichés, de films de sicópatas, road movies icónicas, historias de adolescentes desorientados, son el referente perfecto para construir un mundo extraño, único y bello.

Una de las habilidades de esta serie es que su humor negro llega, inesperadamente, en los momentos más sombríos. La escritura es increíblemente seca, incluso una línea tan dura como «Maté a alguien» se gana una risa, a través de añadir una pausa, y la adición explicativa de «a propósito». En la segunda temporada aparece un nuevo personaje. Bonnie es una bibliotecaria criada bajo la cruel disciplina de su madre, que la obliga a memorizar las capitales del mundo y a comer lápiz labial. Se retira a un vacío sombrío y rechaza la educación que se suponía que debía recibir.

En la primera parte, James se creía un psicópata, pero a juzgar por lo que vemos de Bonnie, estamos a punto de conocer a la psicópata real. Su enfoque para cortejar el objeto de sus afectos es bastante único y ciertamente memorable, y su conexión con James y Alyssa rápidamente se hace evidente. Se establece muy bien un enredo espinoso para que la temporada dos se desenrede, en un enfrentamiento potencialmente monstruoso.

Al igual que la primera temporada, la segunda entrega habita en un mundo muy estilizado que no está preestablecido en ningún momento ni lugar. Se siente un poco americano, un poco británico, un poco de los 70, un poco de los 90. Los autos y los edificios son a la vez glamurosos y lúgubres, haciendo un símil con la obra en general. Sin embargo, siempre es atractiva y exquisita en su atención hacia los detalles menores. Hay una hamburguesa ensangrentada, una comida de hospital arreglada cuidadosamente en una bandeja pulcra. Es, a veces, preciosa, especialmente en sus detalles, desde la portada de un libro de filosofía hasta las polvorientas botellas de vino en el bar de un hotel espeluznante.

Han pasado un par de años desde en la vida de los personajes, pero es el ritmo lo que lo hace funcionar. Se suceden enormes puntos de trama que inducen al asombro ocurriendo rápidamente y sin fanfarrias, y luego seguimos. No hay que esperar a que la acción se ponga en marcha. A ratos es espantoso, violento y escatológico, pero luego es gracioso, insolente e irónico, y después se convierte en una mirada tierna, con un toque afectuoso, mostrando su corazón.

En definitiva, The End of the F***ing World es una obra atrevida, única, que refresca el imaginario audiovisual de la parrilla mundial. Una propuesta que estalla en los ojos como un cúmulo de estrellas que buscan tocar el corazón desde el otro lado del espejo, donde las sombras de obras cinematográficas brillan en el albor de la historia del cine.