El empleo de historias de boxeadores como reflejo de la lucha por la superación personal de los personajes es una de las analogías más recurrentes del cine. De hecho, el argumento de The Fighter resultará familiar para los espectadores, pues es muy similar al de la conocida Rocky: un hombre de complicada situación social peleará por su sueño (con la inestimable ayuda de su novia) e intentará convertirse en una leyenda del boxeo. En el caso de The Fighter, lo más interesante es cómo el protagonista es oprimido por el ambiente (un barrio trabajador deprimido de origen irlandés) y por su familia, especialmente por una madre autoritaria que ejerce de mánager y por la sombra de su hermano, envuelto en una espiral de autodestrucción.
Estos personajes dan a los actores la oportunidad de ofrecernos grandes interpretaciones. Mark Wahlberg puede ser capaz de los personajes más insípidos (El incidente) o de actuaciones más inspiradas cuando está en las manos adecuadas (como en Infiltrados o en el título que hoy nos ocupa). Le acompañan unas espléndidas Amy Adams y Melissa Leo, incluso el verdadero Mickey O'Keefe se interpreta a sí mismo como entrenador de Ward, pero el que más destaca es un consumido Christian Bale con su retrato de Dicky Eklund: un personaje retorcido e irresponsable con su hermano que termina robando las escenas en que aparece. Sencillamente estupendo en su papel.
Puede que lo que cuenta The Fighter nos suene a otras historias ya vistas, pero aun así consigue entretener y mostrarnos el talento de un reparto entregado.