Un yakuza llamado Kikuji (Akira Kobayashi) huye hacia Tokio con Oshige (Chieko Matsubara), la prometida de su maestro y se casa con ella, dejando atrás unos cuantos cadáveres asesinados elegantemente. Para sobrevivir, comienza a trabajar para una constructora de edificios, la cual obtiene sus contratos mediante chantajes y abusos. Cuando un asesino de su antigua banda comience a buscarlo, y una compañia de la competencia comience a sabotear la construcción de uno de los edificios, Kikuji se verá obligado a cambiar su estilo de vida si es que desea sobrevivir.
La cinta comienza con Kikuji "secuestrando" violentamente a su amada Oshige, la cual se dirigía a contraer matrimonio con el líder de los yakuza. Un año después, la pareja está intentando pasar desapercibida en las calles de Tokyo. Mientras que Kikujo logra ser contratado como constructor del clan Murata, Oshige encuentra trabajo como mesera en una posada en el distrito de Asakusa. Su único amigo en este mundo hóstil y extraño, es el dueño de la posada (Kaku Takushina), quien además es el único que está enterado de que ellos están casados. Al poco tiempo, Kikuji termina involucrándose en un peligroso conflicto entre el clan Murata, y la pandilla dirigida por el nefasto Tamai, en donde se encuentra en juego un valioso contrato. Para complicar aún más la vida de la pareja, una geisha llamada Manryu (Naoko Kubo), se enamora de Kikuji, mientras que el detective Tanioka (Isao Tamagawa) se enamora de Oshige. La guinda de la torta será la llegada de un peligroso asesino conocido como Yoshimura (Tamio Kawaji) llegue para asesinar a la aproblemada pareja. Es en ese momento que su sueño de formar un hogar y una familia juntos comienza a desvanecerse por completo.
Es así como nos enteramos que el dueño de la posada era un yakuza que optó por cambiar por completo su estilo de vida, o como Manryu intenta abandonar la miseria existente en su vida, alejándose lo más posible del bar en el que trabaja en Manchuria. Por otra parte, si nos detenemos en el protagonista, podemos ver que se trata de un constructor cuya esposa está embarzada, lo que bien podría interpretarse como el intento de Suzuki por simbolizar el futuro de la nación, cuyo desarrollo obviamente no va a estar exento de problemas. Para escapar de un pasado violento, Kikuji tendrá que lidíar con un presente aún más violento. La encarnizada lucha entre clanes lo obligará a blandir nuevamente su espada, convirtiéndose una vez más en un asesino cuya única solución pareciera ser escapar hacia Manchuria, el mismo lugar el cual la geisha Manryu desea dejar para siempre.
Las actuaciones en general son correctas, mientras que la fotografía de Kazue Nagatsuka y el diseño de producción de Takeo Kimura (quien además co-escribió el guión), se encargan de realzar la atmósfera claustrofóbica que presenta la cinta, permitiendo que la cámara fluya libremente desde el interior de la posada hacia los oscuros callejones, y de los callejones nuevamente a la posada, lugares donde la policía y el asesino se encargan de acorralar a la pareja que parece no tener escapatoria. La banda sonora de Hajime Okumura por otro lado, resulta ser efectiva a la hora de reflejar el sentimiento de frustración de los protagonistas. La secuencia final, que ocurre en un laberinto compuesto por pequeños montones de nieve, podría fácilmente corresponder a una cinta de cine negro. “The Flowers and the Angry Waves”, no es precisamente uno de los films más recordados de ese artesano llamado Seijun Suzuki, pero sin embargo es una buena cinta que merece algo más de reconocimiento, y que nos ofrece un interesante retrato de las peligrosas calles de Tokyo durante el periodo en el que se ambienta la historia.
por Fantomas.