Entrada breve la de hoy para recordar una estupenda canción de 2008. La firmaban los británicos The Lodger, una banda que nunca ha tendido demasiado reconocimiento por nuestro país, aunque sí que cuentan (¿contaban?) con la adoración de la prensa de su país. Originario de Leeds, el trío conformado por Ben Siddall, Joe Margetts y Bruce Renshaw (posteriormente ampliado a cuarteto, con el fichaje de Tim Corbridge) se formó en 2004, pese a lo que pueda parecer escuchando ese indie-pop de guitarras que tan directamente los emparenta con Orange Juice y otras bandas de los ochenta, y muy seguramente tiene un lugar reservado en las estanterías de los devotos de las cuerdas más saltarinas.
El caso es que “Life Is Sweet” (así se llamaba el segundo trabajo) suponía una más que dignísima continuación a su disco de debut, un “Grown-Ups” con el que se habían colado incluso en alguna otra lista de los mejores álbumes publicados en 2007. Más aún, el segundo largo puede presumir de contener la que es sin duda una de las canciones más redondas del grupo, esta “The Good Old Days” que protagoniza la entrada de hoy, y que parece nacida para llevar grabado a fuego al requetesobado eslógan aquel de “El Sonido De La Joven Escocia”. (Y no, no me he colado: ni Leeds pertenece a Escocia, ni aquel lema es estrictamente aplicable a la música facturada en 2008, cuando hasta el famoso brit-pop descansaba bajo tierra junto a sus antecesores, pero en cuanto iniciéis la escucha veréis como no voy nada desencaminado…)
Guitarras excitadas, ritmos energéticos (¡y aptos para la pista de baile!), melodías de libro. Las canciones de The Lodger no sólo se miran en el espejo de Edwyn Collins & Cía, sino que lo mismo pueden lanzar guiños a vacas sagradas de la época como The Housemartins (“A Year Since Last Summer” deja poco lugar a dudas, pero como el disco no lo vais a encontrar en Spotify, probad con “You Got Me Wrong“, que sí que está, y veréis que no es tan disparatada esta última comparación) que dejarse caer en un twee-pop de lo más agradecido. Y no sólo eso: son el remedio perfecto para los momentos de bajona, con versos henchidos de optimismo y la promesa esperanzadora de una radiante primavera al final de estos cortos (y fríos) días de invierno.
“¿Podría ser el inicio de algo? ¿Podría ser el final de una etapa? ¿Podría ser el inicio del futuro? ¿Podrían ser los buenos viejos tiempos? Porque últimamente he estado tan deprimido y tan solo, he estado tan agotado y triste, he estado tan perdido y tan abatido, me he portado tan mal contigo… ¡Está bien! ¡Está bien!”