La consecuencia inmediata era, lógicamente, el mal olor proveniente del río; pero éste era un mal menor comparado con el verdadero problema: el Támesis era un transmisor de cólera y tifus y la gran mayoría de londinenses bebían agua del río.
Se venía haciendo necesaria la construcción de un sistema de cloacas para solventar este problema de salud pública. Algunos, sin embargo y por increíble que parezca, se oponían negándose a que el gobierno se encargase de esta magna obra. La revista The Economist llegó a decir que
“el sufrimiento y el dolor están en la naturaleza humana: no podemos deshacernos de ellos".
Este sistema fue inaugurado en 1865 por el Príncipe de Gales y mejoró la calidad de vida considerablemente (se estima que la esperanza de vida de los londinenses aumentó en 20 años), y las epidemias de tifus y cólera desaparecieron de la ciudad.
¡Gracias por la visita!¡Gracias por compartir!