Un policía veterano, ya en sus últimos años de servicio, amargado, grosero y corrupto. Así es el sargento Gerry Boyle o eso es lo que pensamos al comienzo de la película ya que parece que esconde más de lo que deja ver.
La interpretación que brinda Brendan Gleeson es fuerte y profunda, entrando en un duelo con titanes entre él y Don Cheadle, que da vida a un agente del FBI que llega al pueblo por una investigación de tráfico de drogas. Al comienzo el uno desconfiará del otro pero según pasen tiempo juntos irán viendo que sus opiniones eran muy equivocadas, todo un tópico del cine que sigue funcionando a la perfección.
Es cierto que este trabajo no hace nada nuevo y tampoco intenta experimentar con la narración fílmica, pero tampoco le es necesario en ningún momento. La buena historia, los personajes con fondo y una importante coherencia, cumplir con lo que promete y lograr que el público se ría, estas son las armas que tiene a su favor en la batalla con las butacas vacías y gana con una buena escalera de color.
La película es un western irlandés, ambientando en el día de hoy, viendo reforzada su pertenencia a este género por la música del duelo final que es totalmente deudora de Ennio Morricone. También dentro del propio desarrollo podemos encontrar detalles que nos lo dejan claro, empezando por el protagonista que es un solitario tipo duro (aunque después sabremos que hay más dentro de él), siguiendo por que suceda en un pequeño pueblecito en el que todos se conocen y terminando por el trío de criminales que llega para hacerle la vida imposible
Con un humor ácido, bastante negro en muchos ocasiones, que no deja un minuto de descanso al espectador, es una opción más que recomendable para todos aquellos que quieren pasar un buen rato y disfrutar de un poco de cine de calidad.