En plena era digital y con las salas de cine reconvertidas. Tarantino sigue apostando por la película de nitrato.
No contento todavía, en uno de sus encantadores delirios nos presenta su último y octavo film en 70mm Ultra Panavision, un formato usado en contadas películas en toda la historia del cine -creo que 10-, entre ellas, Ben-Hur. Además, éste no se usaba desde 1966. Un formato panorámico que ofrece una relación de aspecto de 2,76:1, superior a la 2.20:1 que ofrece el 70mm ‘convencional’.
Ello, ha acarreado dolores de cabeza y un gasto adicional a los distintos cines que siguen habilitados -mayormente en EE.UU- para proyectar en 70mm, puesto que ha habido que cambiar las lentes de los proyectores para que la película no sufriera recortes laterales.
El resultado es una delicia visual, de la que Tarantino ha sabido sacar el máximo provecho durante el rodaje en la mayoría de los planos, sobre todo, en los nevados y preciosistas exteriores.
The Hateful Eight es una película de la que es mejor no conocer nada o muy pocos detalles, de lo contrario puede dejar una sensación infructuosa, puesto, que su portento y atractivo reside mucho en sus entresijos de la trama, sin olvidar la identidad e intenciones de los personajes.
Un gran temporal de nieve hace que varios viajeros que están recorriendo Wyoming, después de la Guerra Civil Norteamericana, queden atrapados y se vean obligados a esperar a que la tormenta amaine. Encerrados en una pequeña cabaña en medio de la nada, los improvisados huéspedes, entre los que se encuentran dos cazarrecompensas, un soldado confederado y una prisionera, empezarán a ver cómo surgen las tensiones entre ellos.
Algunas voces acusan a Tarantino de resguardarse tras el humor desmesurado en sus últimos films, condenando la supuesta falta de ingenio de éste. No puedo estár más en contra. El humor, es algo que, en mayor o menor medida, siempre ha permanecido en sus películas.
Bajo mi punto de vista, respecto a sus primeros trabajos, éste se hace algo más notable en esta última etapa porque el director se ha vuelto muy cínico. Y eso, que Pulp Fiction o Reservoir Dogs ya iban bien cargadas.
Otros dicen que copia, nadie lo niega ¿Pero qué director actual no copia a otros?
Te puede gustar o no, pero su éxito se lo ha ganado a pulso. No ha inventado nada, cierto, pero el ‘chico’ de Knoxville ‘firma’ con estilo propio, eso es indudable e irrebatible.
Esta última etapa irrumpió en su carrera y quebrantó la puesta en escena y la fotografía habitual de sus películas. Reconozco que Malditos Bastardos y Django Unchained me parecieron simplemente correctas en su primer visionado. Sin embargo, en posteriores visionados consiguieron parecerme películas excelentes, sobre todo, Malditos Bastardos.
The HateFul Eight, nos sitúa en la posguerra, concretamente la de la Secesión entre Norte y Sur, blancos y negros. Así que, Tarantino repite género (western), puesta en escena y estilo visual (atrezzo y vestuario) frente a su anterior film, Django. Al principio esto no me contentó, pero tras verla, le aplaudo fervientemente.
Acostumbrados a esta nueva etapa, The Hateful Eight mantiene esa tonalidad fílmica de sus dos predecesoras, y la primera impresión ya es brillante. Aunque, The Hateful Eight también tiene sus salidas de tono, es una película mucho más seria y sólida, que Django. Pero si eres de los que te gusta la tonalidad fílmica adquirida en sus dos anteriores trabajos, difícilmente, ésta te defraude.
La ironía y la soberbia con la que aborda y nos presenta temas como el racismo o la guerra, desprenden una energía inhóspita. La película se toma el tiempo necesario para ir presentando a los variopintos personajes, con los que empatizamos u odiamos debidamente, representados por un gran elenco de actores. Total, tiene 182 minutos para contar la apetecible historia (la versión digital de estreno mundial son 167 minutos), tiene tiempo de presentarlos concienzudamente.
Algunos de ellos, son viejos conocidos del excéntrico cineasta. Como Samuel L.Jackson -que ha participado en casi todas sus películas- o Kurt Russell (Death Proof) sobre los que recae el mayor peso interpretativo a nivel de guión.
También caras conocidas como Tim Roth (Reservoir Dogs y Pulp Fiction), papel que parece ideado para Christoph Waltz (Django Unchained) y Michael Madsen (Reservoir Dogs), ambos forman una parte más importante de la trama de lo que parece.
Aunque todos y cada uno de los personajes, tienen su gran momento y cabida en una historia algo entramada en identidades. Dejando finalmente un reparto bastante coral, aunque sean Jackson y Russell los principales protagonistas.
Pero si alguien merece atención y alabanzas es el personaje interpretado por Jennifer Jason Leigh (eXistenZ), un personaje que permanece entre bastidores, para salir a escena con una fuerza y vitalidad absolutamente genial en el tramo final. Un final, del cual, sería interesante conocer el primer desenlace que tenía pensado Tarantino antes de filtrarse el guión y cambiarlo completamente por el que hemos podido disfrutar en el visionado.
La película se divide en distintos capítulos, recurso utilizado por Tarantino en varias de sus anteriores películas. Pero a grandes rasgos, la película se divide en dos tramos el calmado y el ostentoso, sobre todo, a nivel visual.
También es, posiblemente, la más cercana a una obra teatral. Que en su versión Roadshow, que incluye un descanso de 15 minutos aproximadamente, sirve como irrupción y vuelco en la trama.
Una segunda parte que abandona la calma característica del spaghetti western de la primera mitad, y se desarrolla como una novela de Agatha Christie o la película de El Cluedo en la segunda sustentada por unos excesos visuales y verbales, brillantes y potentes.
Siguiendo la tónica vista en los dos anteriores trabajos, los efectos omiten lo digital. Son de la vieja escuela, creados por Greg Nicotero, compañero de andanzas de Tarantino en Kill Bill, Malditos Bastardos o Django.
Nos presenta unos efectos visuales salvajes y concentrados en su tramo final, de aplauso. Nicotero ha participado en obras tan míticas como El sótano del miedo o El ejército de las tinieblas, entre muchas otras.
Al margen de alguna de Sergio Leone, de las que Tarantino toma prestada la esencia, no soy ducho en el Western, ni siquiera he visto las obras más míticas. Pero no solo de western toma referencias, grandes clásicos, como La cosa de John Carpenter asoman el hocico, incluso, se permite incluir autoreferencias a otras de sus películas, al margen del tabaco Red Apple, claro.
Es la primera vez que Tarantino no recurre a sus conocimientos musicales para orquestar su pieza cinematográfica con canciones de numerosos artistas, sólo 1 canción de Roy Orbison. Por primera vez un compositor, realiza el resto del trabajo.
El logro conseguido es sublime. Según he leído, Ennio Morricone, compositor oficial y ‘padre’ de las partituras de la mayor parte del spaghetti western, dijo que no volvería a orquestar ningún otro western.
Aunque, Tarantino ya ha recurrido en distintas ocasiones a temas de archivo del mencionado compositor. No sé qué le habrá dicho o dado Tarantino para que acceda a componer especialmente para la ocasión, su creación es escueta pero magnífica.
No me extraña que le hayan dado el Globo De Oro a mejor Banda Sonora. El tema de apertura es poesía musical.
Hay muchas partes sin orquestar, pero el apartado sonoro, otro ansiado y merecido logro del film. Es tan real, el viento, las balas, los caballos galopando, los crujidos de la cabaña, la sangre manando de los cuerpos, los golpes...que no importa la ausencia de orquesta en algunas partes.
The Hateful Eight va a maravillar a una buena parte del público, entre los que me incluyo.
Los que sepan ver y apreciar el talento de un director y un equipo técnico excelente, para el resto, probablemente su duración y sus excesos sean dañinos e insoportables.