The Haunting of Hill House convierte una idea trillada en una maravilla

Publicado el 24 octubre 2018 por Dro @Drolope

Tras ese sopor siestero y moda pasajera de Netflix que fue Maniac, la plataforma todoterreno por fin nos ha traído una de esas series que sí dejan huella: estoy hablando, cómo no, de The Haunting of Hill House. El nuevo éxito de Netflix (con el permiso de la española Élite) ha recibido grandes halagos por parte de la crítica de forma casi unánime, y no es para menos. Es por eso que creo que resulta interesante pararnos a reflexionar sobre qué es lo que hace tan especial la serie de Mike Flanagan, y cómo es posible que haya gustado tantísimo. ¿Es Hill House el nuevo "billete de 50 euros" de la plataforma, que gusta a todos? Yo digo SÍ.
Con el bombardeo de series que recibimos cada año (ya es imposible seguirle la pista a todas), se hace muy difícil encontrar una nueva que realmente enganche. Lo más habitual es tener esa sensación de "dejà vu"; yo ya he visto esto, eso me suena, esto no me estimula lo suficiente. Y, sin embargo, Hill House viene a demostrar que no es tan importante tener ideas pioneras (nadie negará que el tema de las casas encantadas está muy trillado), sino aplicar nuevos enfoques... y, por qué no, formatos.

Contar la historia de una casa encantada en formato de serie, en lugar de película, ha sido una grandísima idea: ha permitido que la trama tuviera el tiempo necesario (ni más, ni menos) para desarrollarse. El tiempo justo que requería para que conociéramos a fondo a sus personajes y creásemos una conexión emocional con ellos - algo que, ciertamente, resulta más complicado que ocurra cuando la historia solo cuenta con dos horas de duración.
Porque Hill House es, al final del día, una serie que ha tratado con muchísimo cariño a sus personajes. Es, ante todo, un drama familiar con una ambientación tan cuidada, tan tétrica y espeluznante, que nada tiene que envidiar al cine. Y es que los "sustos", los fantasmas, no tenían nada de gratuito: había un fuerte componente psicológico en la oscuridad de la trama. Un experimento narrativo brutal sobre cómo la estancia de una simpática familia en una casa encantada (el cliché) modeló y, en gran medida, arruinó sus vidas como adultos (el nuevo enfoque).

Muchos hablan de los brillantes planos secuencia del sexto episodio (que sí marca, en muchos sentidos, un punto álgido en la serie), pero lo cierto es que cada episodio vale, a su manera, oro. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto todos los capítulos de un "maratón". Unos hermanos me han gustado más que otros, por supuesto, pero el conjunto de la historia satisface, engancha, encaja como las piezas de un puzzle. Y ahora solo me queda el arrepentimiento de haberla fulminado en un solo fin de semana... ¡maldita seas, Netflix! No todos tenemos autocontrol.
PD: Mike Flanagan ya es un habitual de Netflix. Debutó con dos películas que son, para mi gusto, lo mejor de terror que ha dado la plataforma: Hush, con Kate Siegel (Theodora en Hill House), sobre una mujer sordomuda que se esconde del mundo, pero a la que el mundo inevitablemente acaba encontrando... y El juego de Gerald, con Carla Gugino (Olivia en Hill House), adaptación de Stephen King sobre un juego macabro que destapa los miedos y tramas ocultos de una esposa. Ambas ejecutadas con el mismo buen gusto que Hill House, por lo que habrá que seguir la pista a este hombre...

Isidro López (@Drolope)