The Hothouse by the East River, de Muriel Spark

Publicado el 15 julio 2010 por Pablochul
Aquí estoy, rascándome la cabeza y mirando la portada de The Hothouse by the East River, que Muriel Spark escribió en 1973 para pasmo de todos.
Es una novela extrañísima. Spark, a su bola, inventó un escenario alegórico que se parece a Nueva York, construyó un apartamento con vistas al East River y allí metió a Elsa y Paul, que día tras día, invierno o verano, parecen poner en marcha una escena estancada: Elsa mira por la ventana y habla con Paul acerca de Kiel, un antiguo prisionero de guerra al que cree haber reconocido en una zapatería. Los radiadores están al máximo, la ciudad es un murmullo, Elsa proyecta su sombra en la dirección equivocada y Spark subraya todos los elementos extraños repitiendo, repitiendo.
¿Dónde estamos? ¿Quiénes son estos personajes? ¿Quiénes son los secundarios, entre los que sobresale por tamaño y extrañeza Princess Xavier, una mujer que incuba animales en su escote? ¿Quién es el psicoanalista Garven? Y, sobre todo, ¿qué sucedió en 1944, cuando Paul y Elsa hacían propaganda inglesa con prisioneros como Kiel?
Lo sabremos en un flashback en el capítulo cuarto:
She (Elsa) is twenty-three, and at this time does not cast a shadow at the least angle different from anybody else's within her range of visible light; sunlight and artificial light act on Elsa as they do on everybody else.
Esto huele a muerte y purgatorio, en efecto.
Spark sostenía que la mejor manera de resolver una historia enrevesada era liarla un poco más, y luego salir de allí como se pudiera. El lío aquí es el capítulo cinco, en el Spark está tremenda, inspirada, lanzada: las escenas de Elsa y Kiel juntos en Zurich, Paul y Garven bajo el mismo techo, y la representación de Peter Pan con actores de la tercera edad parecen haber sido escritas por Muriel Spark parodíandose a sí misma, o jugando a ver si puede llevar la historia hasta lo grotesco y más allá.
Y entonces llega la coda, que ocupa los tres últimos capítulos. Paul, Elsa y el resto de personajes empiezan una especie de persecución por una ciudad tan fallecida y éterea como ellos.
"You died, too", says Elsa. "That's one of the things you don't realize, Paul".
"Don't be silly", he says.
Y así huyen, en la noche oscura del alma, como dijo el poeta. Entran y salen de taxis y bares, beben y bailan: Most of the tables are still empty. When the music starts Paul and Elsa dance in the circle of rose-coloured light which presently changes to orange, then to yellow and green, blue and violet, then back to rose-colour again. Y después, preguntándose qué es exactamente el mundo en el que están, vuelven a huir hasta llegar, al amanecer, ante la ruina de su apartamento.
The Hothouse by the East River parece estar hecha a trozos que tal vez no terminen de casar y que se ven deslucidos, por contraste, por la fuerza alegórica del final. Es, tal vez, una novela no del todo lograda. Y no digo más, porque en esta página no se consiente que nadie diga ni una palabra mala de Muriel Spark. Ni yo mismo.
Así que ni mú.
*Collages de John Stezaker