Director: Lars von Trier
Hace un par de semanas se estrenó por acá "The House That Jack Built", hecho que me sorprendió bastante, y me propuse ir a verla, dado que tenía algún dinero guardado por ahí. Fue esta semana, justo antes de que los malditos la quitaran de cartelera, pero fui, y supongo que era obvio por qué la quitan: nadie la va a ver: estaba solo, solo solito, como si fuera el living de mi casa, y sin malditos perros ladrando por cualquier cosa "afuera" ni familia molestándome acá "adentro", solo. Me di cuenta, algo que también me sorprendió, de que "The House That Jack Built" es la primera película de Lars von Trier que comento en este blog, pero ojo, también la primera de él que yo veo. Así que, a pesar de lo mucho que se habla y se escucha sobre este director, en realidad no estaba familiarizado (de primera mano, digo) con sus virtudes y defectos cinematográficos.Primero que todo, debo decir que Lars von Trier, si bien egocéntrico e infantilmente provocador (aunque desde su última metedura de pata en Cannes hasta ahora, pasando por su adicción al alcohol y a una que otra droga a las que ha logrado sobreponerse, en comparación el tipo luce bastante calmado y "humilde" en sus últimas entrevistas), me parece un cineasta honesto. Él; sus películas podrían ser otra cosa. También lo considero alguien que ve al cine como un arte y que sabe de cine, aunque sus películas me gusten o no (lo sabremos y determinaremos con el tiempo). ¿Arriesgado, temerario? Ahí sí que no lo sé, no creo que el hombre haya transgredido tanto como se dice, pero eso tendremos que descubrirlo por nuestra cuenta. A lo mejor mis impresiones sobre él, que acabo de exponer, cambian mientras recorremos su filmografía, a un ritmo que propongo irregular y carente de todo tipo de disciplina.Ahora bien, hablemos de esta película. No me ha gustado "The House That Jack Buil"; me ha decepcionado. Me ha parecido bastante simple a pesar de sus intenciones y de su oratoria, de su retórica tan pagada de sí misma. Vemos cinco episodios en donde Jack, el asesino en serie interpretado por Matt Dillon, comete asesinatos, la mayoría de mujeres. Estos episodios son azarosos según Jack, pero bastante planeados por Lars von Trier (dudo que el danés haya escrito los sesenta asesinatos, los haya metido en un sombrero y extraído un puñado de ellos al azar, y con ellos, bum, tenemos guión), o sea, el relato como conjunto se siente artificial. Jack, en su viaje al infierno, viaje guiado por Bruno Ganz alias Verge, le cuenta a su guía dichos asesinatos, le habla de su personalidad, sus gustos, sus teorías sobre arte, el asesinato como arte, la historia, la sociedad, el amor y la familia, etc... Su desorden obsesivo compulsivo, sus ideas sobre la arquitectura, analogías entre matar gente y construir catedrales, la casa que no puede construir porque no encuentra el "material" correcto... Puros temas, cosas de qué hablar, pero poco contenido; un protagonista que es como una mezcla de muchos conocidos asesinos en serie pero de poca construcción psicológica (su gran dilema moral, la necesidad y angustia por matar, se toca muy por encima), un relato carente de verdadera carga dramática (es matar e irse al infierno, literalmente; no hay real tensión más allá de lo que te puedan incomodar estas viñetas), nada concreto sobre la naturaleza social e individual, incluso humana o humanista, del hombre, o un estudio sobre el mal o vaya uno a saber... Las réplicas de Bruno Ganz sirven para no tomarse tan en serio a Jack y, en cierta forma, avivar el debate que ambos procuran llevar a cabo, pensar las cosas que dicen aunque no haya mucho sobre lo que pensar, pienso yo. Por momentos pareciera todo una pataleta de Lars von Trier en contra de las redes sociales y su querencia a despellejar a cualquier persona que no siga al pie de la letra el discurso iluminado y puritano de la corrección moral y política, y en principio podría estar de acuerdo con él, pero en el fondo el tipo quiere decir que no es malo, que por favor no lo traten mal, que es igual que todo el resto, igual de bueno y malo, tan bueno y malo como la gente del pasado y del futuro, que todos tienen demonios, algunos una clase de demonios y otros otra clase de demonios, pero que nadie (todos) es culpable de ellos. En principio, interesante, pero, en realidad, como conjunto, algo bastante caótico e ininteligible (a falta de resultados concretos, no queda que vislumbrar intenciones y propósitos iniciales). Como sea, no me parece tanto una película como un ensayo ficticio-narrativo sobre, digamos otra cosa, la libertad de expresión o qué sé yo. En fin, no me gusta especular demasiado...Y, miren ustedes, la violencia gráfica y explícita no es tan gráfica y explícita (el montaje se encarga de hacer el asunto menos escabroso, a menos que acá hayan exhibido una versión suavizada, a lo mejor en Cannes sí vieron niños recibiendo disparos o Jack cortándole las tetas a Riley Keough, pero si no, ¿a qué el escándalo entonces?), he visto cosas mucho peores en otras películas de ficción que tratan temas similares (recomendación: "Kinatay", del filipino Brillante Mendoza). No sé si sea culpa de Lars von Trier (a estas alturas toda publicidad se aprovecha de su vilipendiada imagen), después de todo el tratamiento de esta violencia carece de espectacularidad, glamour o estilización; al contrario, su feísmo y crudeza y fugacidad me hablan de un director preocupado más de la dimensión conceptual o filosófica de todo el asunto de los asesinatos seriales y del asesino en serie, pero volvemos al problema: todo el discurso no es más que pura cháchara, es Dirk Diggler admirando su monumental pene sólo que, siguiendo la analogía, sería Lars von Trier creyendo que tiene un pene grande cuando en realidad no. Sí tiene escenas incómodas y se maneja en ese terreno (debo admitir que me gusta la forma de rodar que tiene, su sentido del montaje y de la narración, la escritura), pero su inquietud conceptual o intelectual se ve lastrada y capada por su puerilidad y poca sustancia (una que otra boutade y analogía ingeniosa o divertido aforismo), además de atrapado y consumido por su truculencia barata y semi-involuntaria.
Entonces, no es mala esta película (a pesar de todo la pude ver sin problemas; sin mayor entusiasmo ni gran impresión, pero atento e interesado durante varios pasajes del metraje; la dirección de actores es notable; el flujo de acontecimientos es sorprendentemente ágil; además hay saludable humor negro, un toque de desenfado y, con todo, una propuesta y una intención central... aunque sea feble), insisto en que Lars von Trier es un director la mar de interesante, de buenas ideas cinematográficas (sabe escribir y dirigir mejor que cualquier indie gringo bienintencionado que se haya prometido no ver ninguna película de Bertolucci), pero se le suben tanto los humos a la cabeza que toda buena idea se torna un galimatías sin fondo ni forma coherentes... El epílogo es algo ridículo, pero mejor terminemos con esto.
Oh, Lars, la vamos a pasar bien contigo (¿?).