Un misterioso jorobado (Richard Haller) ha estado estrangulado a jóvenes mujeres en las cercanías del barrio londinense de Soho. Al mismo tiempo, una joven llamada Wanda Merville (Monika Peitsch) es secuestrada por una peligrosa banda de criminales que buscan suplantarla para cobrar su millonaria herencia. Será responsabilidad del Inspector Hopkins (Günther Stoll) descubrir cómo estos hechos se conectan antes de que sea demasiado tarde para todos los involucrados en este peculiar caso.
Pese a que inicialmente fue planeada como una cinta en blanco y negro, el arrasador éxito que estaba teniendo el cine a color llevó al productor Horst Wendlandt a cambiar sus planes, convirtiendo a “Der Bucklige von Soho” en el primer film a color de la serie de adaptaciones de la obra del escritor británico Edgar Wallace realizada por la productora Rialto Film. Aunque Wendlandt no deseaba alejarse demasiado de la exitosa fórmula que ya había sido probada anteriormente en múltiples ocasiones, en esta oportunidad se vio obligado a realizar algunos cambios de último minuto en lo que al elenco se refiere. Debido a que previamente había asumido otros compromisos, el actor Joachim Fuchsberger tuvo que ser reemplazado por Günther Stoll, quien había adquirido cierta notoriedad por su trabajo en la miniserie “Melissa” (1966). Al mismo tiempo, la actriz Uschi Glas, quien originalmente había sido contratada para interpretar a Wanda Merville, abandonó la producción para participar en el western “Winnetou und das Halbblut Apanatschi” (1966), del director Harald Philipp. A raíz de eso, Monika Peitsch, quien hasta ese entonces había trabajado mayormente en televisión, se quedó con el papel de la joven heredera. Lamentablemente para Wendlandt, estos no serían los únicos problemas que enfrentaría la producción. La FSK, que no es otra cosa que la organización que está a cargo de la censura de la industria cinematográfica alemana, durante años censuró diversos segmentos del film, lo que provocó que circularan varias versiones de la cinta. Recién en el año 1991 se autorizó el estreno del corte del director, el cual entre otras cosas incluía la secuencia de créditos original y algunas escenas que en su momento se consideraron demasiado violentas como para ser exhibidas en las salas de cine del territorio alemán.
“Der Bucklige von Soho” comienza con el inexplicable asesinato de una joven a manos de un violento jorobado. Casi de manera simultánea, la joven Wanda Merville llega a Londres para cobrar la millonaria herencia que le ha dejado su fallecido padre. Al poco tiempo de su arribo a la ciudad británica, Wanda es secuestrada por el siniestro Alan Davis (Pinkas Braun), quien decide recluirla en un hogar para jóvenes que han tenido problemas con la ley, el cual está manejado por una respetable anciana llamada Lady Perkins (Agnes Windeck), quien coincidentemente es la tía de Wanda. La verdad es que Davis junto a varios secuaces, entre los que se encuentran una sádica institutriz (Gisela Uhlen) y el Reverendo David (Eddi Arent), están llevando a cabo una macabra operación criminal: mientras ellos utilizan a gran parte de las chicas que viven al interior de la institución como esclavas de su negocio de limpieza, las más “afortunadas” son trasladadas a un burdel clandestino donde son obligadas a desenvolverse como prostitutas. Con este escenario entre manos, será responsabilidad del Inspector Hopkins de Scotland Yard y de su torpe y libidinoso jefe, Sir John (Siegfried Schürenberg), descubrir el verdadero plan de los secuestradores y averiguar quiénes son todos los involucrados en esta peligrosa red de corrupción y muerte.
Si bien las producciones enmarcadas dentro del ciclo de adaptaciones de la obra de Edgar Wallace realizada por la productora Rialto jamás se caracterizaron por su profundidad dramática, curiosamente para muchos entendidos el comienzo de la utilización del color por parte de la compañía germana, daría pie al franco declive de la serie de films encabezados por el productor Horst Wendlandt. Aunque obviamente esta afirmación queda completamente sujeta a la subjetividad del espectador, es indiscutible que “Der Bucklige von Soho” marcaría un punto de inflexión dentro de la saga a lo menos en el aspecto visual de la misma. Si bien es imposible asegurar que todas las producciones filmadas previo al estreno de este film son ampliamente superiores tanto a nivel narrativo como técnico, es indiscutible que gran parte de las cintas posteriores presentaban guiones que incluían complicaciones algo innecesarias, y en ocasiones se volcaron de manera grosera hacia la comedia, lo que terminó restándole seriedad a las tramas policiales en las cuales se centraban. Para ser justos, todo esto no significa que la fórmula empleada en un principio por Wendlandt sufriera una mutación tal, que la serie cambiara drásticamente de dirección, convirtiéndose en un producto irreconocible para los seguidores de la misma, sino que ciertos elementos fueron intervenidos para evitar los problemas propios del evidente desgaste que estaba sufriendo el ciclo.
Más allá de la discusión antes expuesta, existe una suerte de consenso con respecto a que “Der Bucklige von Soho” está lejos de ser una de las mejores cintas de la saga, principalmente porque no cumple con la promesa que está explicitada en su sinopsis. En gran medida, el film de Vohrer es un ejemplo de una de las debilidades del cine alemán de género, la cual ha sido descrita por determinados críticos como simple cobardía. “Der Bucklige von Soho” como muchas otras producciones germanas de corte similar, es una película que pese a intentar convertirse en un film de explotación, principalmente mediante la inclusión de elementos propios de los dramas carcelarios, del cine de sexplotation, del género del horror y del cine europeo de espías, entre otros, no se atreve a dar el paso necesario para insertarse de lleno en temáticas más oscuras que finalmente cumplan con lo que en un determinado momento promete entregar la producción. Esta falta de valentía y compromiso con los tópicos que pretenden abarcar los films de Wallace, en muchas ocasiones resulta frustrante, y en gran medida explica la inclusión de quiebres cómicos cuya función principal es fragmentar cualquier intento por parte de los realizadores de retratar escenarios escabrosos de manera explícita.
OEn el ámbito de las actuaciones, si bien Günther Stoll interpreta al Inspector Hopkins con aplomo, gracias a lo cual lo convierte en un personaje creíble, este carece del carisma que ostentaban los detectives interpretados anteriormente por Joachim Fuchsberger y Heinz Drache. En el caso de Pinkas Braun, tal y como sucede en otras de las entradas de la serie, interpreta de manera correcta a un villano de rasgos psicopáticos, dispuesto a todo con tal de lograr sus objetivos. Sin embargo, quien en esta oportunidad se alza como el gran villano del film, es el personaje interpretado por Eddi Arent, quien suele ser recordado por los numerosos papeles que interpretó a lo largo del ciclo con una clara inclinación hacia la comedia. El Reverendo David no solo es un hombre inescrupuloso que se esconde tras una fachada de respetabilidad, sino que además es un asesino a sangre fría al cual incluso sus peligrosos asociados parecen temer. Por último, cabe mencionar la labor de Siegfried Schürenberg, quien una vez más interpreta de buena manera al impulsivo Sir John, personaje que en esta ocasión es el encargado de aportar con pequeñas dosis de comedia a una trama en general bastante retorcida. Por otro lado, en relación al aspecto técnico de la producción, resulta destacable el siempre correcto trabajo de fotografía de Karl Löb, y la estrambótica pero adecuada banda sonora del compositor Peter Thomas.
Si bien gran parte de los films pertenecientes al ciclo de adaptaciones de la obra de Edgar Wallace lograban sobreponerse a sus problemas temáticos gracias a las virtudes de la dirección creativa de sus realizadores, a la locura proveniente de sus relatos en ocasiones confusos y frenéticos, y a la sensación de diversión que proyectaban los actores involucrados en dichas producciones, en esta oportunidad el director Alfred Vohrer no logra capitalizar una historia que en el papel a lo menos parecía interesante. Aunque el cineasta utiliza gran parte de los recursos que ocupó en sus aportes previos al ciclo, solo logra construir tres o cuatro escenas capaces de proyectar la locura reinante en gran parte de sus trabajos. Si algo deja en claro “Der Bucklige von Soho”, es que para el año 1966 los creativos a cargo de las adaptaciones cinematográficas de la obra Edgar Wallace se estaban quedando sin ideas. Mientras que el uso del color es una de las pocas innovaciones apreciables que presenta el film, este nuevamente se centra en la eterna lucha del bien contra el mal, y en la presencia de una damisela en desgracia, entre otras cosas. Pese a todas sus falencias, “Der Bucklige von Soho” se alza como una cinta entretenida, poseedora de un ritmo narrativo dinámico, la cual daría paso a una nueva etapa dentro del ciclo llevado a cabo por la Rialto, la cual se caracterizaría por su indiscutible irregularidad creativa.
por Fantomas.