Creadores: Jack Amiel & Michael BeglerDirector: Steven Soderbergh
Vaya día, y no lo digo negativamente, aunque uno nunca sabe las grandes cosas que nos pueden pasar y nos perdemos a cada momento. Hoy vi la que es considerada la primera porno de la historia del cine (estadounidense), que es del año 1915 y se llama "A Free Ride" (dirigida por un tal A. Wise Guy, fotografiada por el buen Will B. Hard y con títulos hechos por Will She); no obstante, si hacemos caso de lo visto en "The Knick", en donde en un capítulo vemos a un acaudalado joven seducir enfermeras, llevarlas a su hogar y grabarlas desnudándose (distinto a una porno, lo sé) frente a las novedosas cámaras de Edison, sabremos que el sexo ha de haber estado en el fotograma casi desde su invención (afirmación arriesgada e indocumentada de mi parte). Veía el último episodio de la segunda temporada de "The Knick" en vez de asistir a una reunión de ex compañeros, funcionarios y profesores del último colegio al que fui, próximo a cerrar para siempre, y debo decir que la incertidumbre me atormenta: no formé grandes lazos (estuve tres fugaces meses. Larga historia), así que no causaría sensación, pero algo me causaba curiosidad por ir, aunque ya no fue. De todas formas el horóscopo decía, en resumidas cuentas, de que habían cosas importantes que hacer... en casa. Al menos fue un buen día de nado, sin mencionar que ahora mismo estamos hablando de "The Knick", una absoluta genialidad que, no obstante, me ha dejado sensaciones encontradas.
En el Knickerbocker muchas locuras siguen sucediendo, encabezadas por un John Thackery aún afectado por sus adicciones a la cocaína y la heroína. Crímenes, riesgosos experimentos y cambios radicales se suceden a lo largo de otros intensos diez episodios.
Lo dije una vez y lo sigo diciendo: el nombre del primer episodio de la primera temporada es toda una declaración de intenciones, y es que el "Method and Madness" con que se titulaba aquel comienzo era un claro indicio de por dónde, o mejor dicho de qué forma, irían los tiros. Puro caos, pero estructurado metódicamente. "The Knick" pretende, por sobre todo, ser un retrato, crudo y violento (como la vida misma), de la época: de la ciudad de New York y la multiplicidad de conflictos sociales, culturales y políticos que pueblan sus calles, y desde luego, un retrato no sólo de la ciencia y/o medicina de aquel entonces, sino que también una especie de diálogo, de escrutinio, de apropiación crítica de los avances, miedos y saltos al vacío que ocurrieron y que marcaron un antes y un después que ahora nos parecerán obvios (algunos, por lo menos), pero que tiempo atrás necesitaron de visionarios que lucharon por vencer ataduras morales y sociales en pos del conocimiento. "The Knick" también expresa a la perfección el espíritu aventurero y explorador del gran John Thackery, un hombre con permanentes ansias de descubrir más y más de su arte, su ciencia; de cruzar los alevosos límites impuestos por otros o por la vida misma; de vencer a los grandes adversarios de la humanidad; de hacer la diferencia por sí mismo y por los demás; de fabricar un legado grande y memorable que demuestre de lo que somos capaces si nos atrevemos. "The Knick" no tiene miedo, no se amilana ante los nuevos desafíos, no deja que convenciones frenen su arrollador cauce de acontecimientos. Por lo mismo, ante tamaño caos, el método en tanto guión no busca la precisión exacta de su entramado: quiere armar un todo, lo logra, pero no lo hace obedeciendo reglas escritas (o no) sobre cuánto debe aparecer un personaje, cómo se deben resolver las tramas, cómo se deben ejecutar y resolver visualmente los conflictos. Hay personajes que aparecen más o menos dependiendo de la situación, sucesos graves y cruciales que nos explotan sin mayor fanfarria, líneas argumentales que no necesitan un tajante cierre para darse por finalizadas (en el sentido de que no volverán a aparecer más. ¿Es que acaso todo debe tener un final "cerrado"?). Sin embargo, como lo he dejado entrever, sí hay continuidad en lo importante, por ejemplo en la investigación personal que emprende Cornelia Showalter/Robertson y que nos adentrará en un misterio cada vez más sórdido y terrible, las disputas raciales entre Gallinger y Edwards (el pobre sí que lo pasa mal en esta temporada, mientras que el otro...), las cochinadas de esa rata de Barrow, la oscura transformación de Lucy Elkins, las aventuras del adorable Bertie Chickering, y el tormento de Thackery... oh, y también las desventuras de Cleary y la monja. Entre medio, desde luego, los enfermizos brotes de violencia, desquiciamiento y temeridad. No hay manera de quedar indiferente con esta brutal y apabullante serie, a menos que tengan miedo no de ver algo que vaya a la segura...
Ahora bien, Thackery es un tema serio e importante de tratar, pues es el amo y señor de la serie, y con razón. Ya he dejado escrito lo que pienso de él, de su espíritu y pensamiento, de su filosofía. Ya he dejado escrito lo que pienso sobre él, como persona, ficticia y todo pero persona (o entidad) al fin y al cabo. Dicho esto, hay que hablar de lo que han hecho, narrativa y dramáticamente hablando, de su persona y espíritu (y no me pondré muy específico). Todo genio, pienso, tiene derecho a sus fantasmas y vicios, de hecho los mismos siempre han sido parte de tantos grandes de distintas áreas; por el contrario, al parecer los creadores no comparten mi visión, y le propinan a Thackery un continuo castigo moral, un "viejo, es mejor ser un doctor Zinberg que un doctor Thackery" (a mí me gustaría ser un Thackery, pero creo que me comporto como un Zinberg: soy un alma Thackeriana aprisionada en un cuerpo Zinbergiano... qué terrible: habrá que romper el puto cascarón). Y yo pienso que los avances están en manos de los locos y no de los ñoños, y ojo que ser loco no significa ser irresponsable, por eso no estoy de acuerdo en el atormentado y errático ser en que progresivamente han convertido a Thackery, alguien ya no dueño de su loca genialidad, sino víctima de ella: una relación trágica, aleccionadora. Como la gente dice, shit happens. No podemos cambiarlo, pero sí podemos aprender de nuestras fallas en vez de echarnos a morir... No estoy de acuerdo y me decepciona, pero oigan, que es la impulsividad hablando. Hablando de impulsividad, el final me ha dejado con sensaciones encontradas por lo que les digo, a saber: (1) el componente moral de la resolución de la temporada, con el que no comulgo, ya les digo; (2) porque la manifestación de esa moral está hecha con premuras, dando un resultado demasiado abrupto, incluso para los estándares de la serie, diría que hasta forzado; es como si hubiésemos saltado de la época retratada y, desde la comodidad de nuestro siglo XXI, diéramos rienda suelta a nuestro tan complaciente blabla: lo encontré incoherente e impropio.
El resto del episodio final está bien, sigue igual de sórdido y caótico pero metódico que siempre, sólo que lo más importante es lo más importante, y cuando nos deja indecisos, pues el conjunto entero se resiente del fervor que hasta entonces sostenía. Por culpa de los creadores se me cayó un ídolo, perdí un referente, pero al menos podemos aferrarnos a su espíritu, que todo arte/ciencia/etc., como el cine, necesita: cine a la mala, cine en tu cara, high stylized madness, principios por los que vivir y morir. Y ahora me han dado ganas de ver y comentar el cine del glorioso Rainer Werner Fassbinder, sólo que no tengo nada a mano y cuando lo haga, lo haré bien y a lo grande, como se lo merece. En fin, que me desvío del tema: "The Knick", a pesar de las desavenencias que me ha causado, sigue siendo de las grandes series que pueden ver en la televisión, principalmente porque está hecha con mucha sensibilidad cinematográfica, pero miren, que ahora me introduzco en infantiles polémicas... A propósito, sigo pensando que lo mejor del año es "The Leftovers", pero Thackery sigue en mi corazón a pesar de todo, se necesitan personas como él.