Título original: Der letzte angestellte
País: Alemania
Año: 2010
Director: Alexander Adolph
Guión: Alexander Adolph
Reparto: Christian Berkel, Bibiana Beglau, Leo Conzen, Jule Ronstedt, Elisabeth Krojer
En casi todas las películas rodadas recientemente ronda como un fantasma la crisis económica. En unas se refleja como trasfondo subliminal, como por ejemplo las que tratan el manido tema del fin del mundo, en otras es la falta de presupuesto debida a ella lo que condiciona la calidad final. Hay un tercer caso en que las consecuencias, como el paro, son el tema principal. Primeramente hay que hacer constar que trabajar es por lo único que al hombre se le paga, imaginaros si es penoso. No obstante todos los extremos son malos, que le voy a explicar a alguien que en este momento esté sin trabajo, sin comentarios. En el otro lado tenemos a la persona que solo piensa en trabajar, a todas horas, es su leiv motiv, no importa que sea de día o de noche, es toda su vida. Sería capaz de trabajar sin cobrar, con lo que juntamos lo peor, o peor considerado, con la obsesión. Si además situamos la acción en Alemania, tenemos un plato que tendremos que comernos rápido porque hay que fichar en el reloj horario.
David es un abogado que se ha quedado sin trabajo, vive feliz junto a su mujer y su hijo pero desea desesperadamente un empleo para poder mantener dignamente el bienestar de su familia. Tiene un golpe de suerte, o no, y encuentra un trabajo que en principio no parece que le atraiga mucho. Se trata de despedir a todos los empleados de una empresa, entre los que se encuentra una mujer adicta al trabajo, y a la que le cuesta un poco dejar la oficina. El sentimiento de culpa ante esta persona se hace insoportable y decide dirigirse a su casa para intentar ayudarla. Lo que encontrará allí se convertirá en el punto de partida de un relato fantasmagórico lleno de sorpresas.
Interesante película teutona rodada con inteligencia pero con un ritmo un poco lento. La trama es de actualidad. El guión muestra una gran firmeza, está hecho sin fisuras, constante, así como su dirección, que demuestra una gran maestría. La fotografía es excelente, ya que provoca un sentimiento de frialdad que casi te deja helado, digamos que es típicamente alemana, como una marca de fábrica, solo que con un halo siniestro muy conseguido. Sorprende el aislamiento de los protagonistas respecto al mundo que los rodea, están solos, su mundo se concentra en ellos mismos. Punto y aparte merecen las interpretaciones, impresionantes, sobre todo la de Christian Berkel, el padre de familia. Su actuación nos hace participes de un personaje perdido, anonadado, loco, y que a través de la cinta se va degradando paulatinamente, tanto en el aspecto físico como en el mental.
Cinta no muy comercial, con un visionado no muy dulce, pero que cuando sales de sala estás convencido de haber visto algo sublime. Seguro que la recordarás.
Firma: Josep M. Luzán.