Hay al menos dos buenas razones por las que deberías dejar de odiar a Damon Lindelof.
Primero, porque está feo odiar. En general. A cualquiera. Segundo, porque el final de Perdidos no es motivo suficiente para perderse The Leftovers. La segunda temporada de esta serie -creada a partir de la novela de Tom Perrotta- acaba de concluir y si todavía no la has visto, aquí hago mi mejor esfuerzo para convencerte.The Leftovers es la mejor serie si tienes una crisis de fe.
Uno de los temas básicos de esta temporada es que, cuando estás desesperado, te crees cualquier cosa. Aquí se plantea que después de la misteriosa desaparición la gente se ha entregado a creencias primitivas, a sacrificar animales y a supersticiones loquísimas para sentirse a salvo. Hay además un montón de referencias bíblicas con imágenes sacadas del Génesis y del Apocalipsis, una concepción nada inmaculada y un capítulo entero dedicado al libro de Job. Eso sí, la visión de la religión es más bien buñueliana, incluyendo la que creo que es una referencia directa a Simón del desierto (1965).The Leftovers es la mejor serie para ampliar tu playlist de Spotify. Comenzando por su delicado -y lacrimógeno- tema musical recurrente, The Departure, de Max Ritcher, al que se une nada menos que un clásico como Where Is My Mind de Pixies, convertido en leitmotiv de esta segunda temporada y que aparece también en una bonita versión al piano de Maxence Cyrin. Hay además canciones molonas en cada capítulo, comenzando por el nuevo tema de la cabecera, que resume la filosofía de Lindelof. La interpreta Iris Dement, y se titula Let the Mystery Be
The Leftovers es la verdadera heredera de Perdidos. Eso sí, en esta temporada tiene cosas pensadas para provocar a los haters. Un prólogo en la prehistoria. Un episodio entero en un limbo que bien podría ser el mismo del odiado final de la serie de la isla. Un personaje que tiene que cantar en un karaoke para resucitar. ¿Qué significa todo eso? Lindelof utiliza la mistery box de J.J. Abrams y consigue engancharnos. Hay un ejemplo de cómo funciona esto en el primer capítulo. Un nuevo personaje, Evangeline, regala a su padre, John Murphy, "el mejor regalo que le han hecho en su vida". Esta frase, por sí sola, genera interés en el contenido del regalo. Pero el verdadero truco es que, mientras John no abra el paquete, se mantiene la posibilidad de que sea el mejor regalo de su vida. En su imaginación todo es posible. En la nuestra, también. Por eso es mejor no saber qué produjo la desaparición del 2% de la población o qué era la maldita isla. Por eso, estás ante la mejor serie para romperte la cabeza dándole vueltas a lo que has visto. Y tienes que reconocer que esto no te pasa desde... lo has adivinado, desde Perdidos. Así que venga, demuestra que has madurado. Que eres capaz de pasar página. Deja ya de odiar a Damon Lindelof.