En fin, la introducción de arriba es, repito, el pretexto para hablar de un grupo que me hipnotizó: hace dos semanas escucho diariamente (un domingo por la noche le di play por primera vez) la colorida música de The Leisure Society, un octeto inglés -en su myspace aparecen mencionados ocho integrantes, en las fotos son siete: preferí sumar antes que restar- autor de dos discos de notable factura, que podrían enmarcarse dentro del mundillo indie-folk, aunque sus arrebatos pop y su sonido tan hi-fi quizá juegue en contra de ambas etiquetas. Lo que más me gustó de entrada fueron los colores de su música, pero literalmente: antes de bajar los discos, me gustaron sus tapas-portadas-caras (y cuando te gustan las tapas ya es un buen comienzo).
Luego, fui por los colores de sus canciones, simples de esqueleto pero muy -muy, insisto- bien vestidas: flautas, violines, glockenspiels, cellos, mandolinas, pianos... todo trabaja de manera sutil para conformar al unísono un entramado amigable, consecuencia de esa polifonía de sonidos dulces y cálidos en el que reposa un trabajo vocal por parte del grupo que, no por similar, sino por bien puesto, me recuerda a los también apreciados (por mí, al menos) Fleet Foxes.
Por ahora, La Sociedad del Ocio (digámoslo, hasta el nombre está genial) lleva publicados dos discos bajo el ala del humilde sello Wilkommen Records. El primero, The sleeper, es una joyita que he escuchado diariamente desde aquel domingo de revelaciones. Un disco despojado, quizá más pequeño en sus intenciones si lo comparamos con Into the murky water, el sucesor en el que TLS redobla la apuesta dándole un poco más de vigor y oscuridad a una música inevitablemente luminosa y onírica. Están todos invitados.