Pero en esta entrada queremos demostrar que es posible dejarnos sin el “trabajo” de contar historias de abandonos con sólo poner un poco de empeño.
En primer lugar es un homenaje a las personas que hacen posible el ferrocarril de Llangollen y que, además, fueron encantadoras con nosotros.
Y en segundo lugar es una más que fundamentada crítica a esa gente que en España se empeña en cerrar líneas, desguazar trenes y levantar los raíles para hacer nuestras “adoradas” Vías verdes.
Esta entrada no muestra un lugar abandonado. Todo lo contrario.
El taller que vamos a visitar hoy es un sitio repleto de actividad. Una actividad que llevan a cabo voluntarios que se resisten a que desaparezcan, como en nuestro país, esos trocitos de historia que son las líneas del tren.
Va por ellos.
Un poco de historia
El trazado transcurriría siguiendo el valle del río Dee, entre Chester y la línea principal de Shrewsbury a su paso por Ruabon.
En 1862 llegaron los primeros pasajeros a la estación de Llangollen, tres años después la línea ya llegaba hasta Corwen y poco a poco fue extendiéndose hasta terminar en Barmouth, en la costa de Cambria.
Desde su inauguración y hasta los años 30, en los que el tráfico comenzó a decaer, la línea ayudó al desarrollo turístico y económico de toda la región.
La II Guerra Mundial relanzó temporalmente la línea, pero el imparable auge del transporte por carretera fue restando cientos de toneladas de carga y miles de pasajeros al ferrocarril.
A pesar de ello, cinco trenes por sentido recorrían la línea cada día y se complementaban con otras unidades destinadas al tráfico local.
Además, durante el estío se reforzaba el servicio con trenes especiales para llevar a los veraneantes a los complejos hoteleros de la Costa Cambriana.
El cierre
20 años antes del famoso cierre de líneas en España, los británicos ya habían padecido a su particular Enrique Barón, cuando el plan para el rescate de la British Railways presentado por el doctor Richard Beeching se encargó de clausurar más de 6500 kilómetros de vía.
Hasta 1968 se mantuvo el tráfico local de mercancías entre Llangollen y Ruabon, pero en cuanto cesó esta actividad se comenzó levantar la vía.
Como era de esperar, las instalaciones dejadas al abandono fueron deteriorándose y la explanación poco a poco desapareció bajo la maleza.
La reconstrucción
Una sociedad de amigos del ferrocarril se fijó en la estación de Llangollen, situada en el centro del pueblo y de extraordinaria belleza.
La explanación y los edificios habían sido comprados por las autoridades, pero éstas, conscientes del atractivo turístico que podría suponer, cedieron la estación y tres millas de vía a lo que en breve sería la “Llangollen Railway Trust”
A pesar del deterioro sufrido durante los años de abandono, el grupo de voluntarios no se desanimó y en septiembre de 1975 pudieron inaugurar la restaurada estación y 60 pies (unos 20 metros) de vía.
El éxito fue inmediato: más de 1500 personas de todo el valle acudieron al evento.
En 1977 la petrolera británica Shell donó una milla de vía (recordemos que se había levantado) y aquel fue el inicio real de la reconstrucción de la línea.
Cuando en julio de 1981 los miembros de la asociación vieron partir el primer tren de Llangollen la alegría fue indescriptible: lo habían conseguido.
Ahora ya tenían la confianza que necesitaban y muchas grandes corporaciones hicieron sus aportes.
La vía siguió ampliándose y las estaciones fueron restauradas o reconstruidas.
Actualmente el ferrocarril de Llangollen es una de las principales atracciones turísticas galesas y da trabajo a 25 empleados fijos además de a dos centenas de voluntarios que siguen aportando su esfuerzo y experiencia.
Una línea que funciona
Aunque a priori un ferrocarril turístico parece algo sencillo de gestionar si lo comparamos con las grandes líneas comerciales, éste no deja de ser una versión en miniatura de una de ellas.
Aunque la mayoría de la plantilla está formada por voluntarios, para garantizar el funcionamiento técnico y comercial se hizo necesario contratar a personal fijo en determinadas áreas.
Mantener el espíritu de este ferrocarril ha sido desde el principio la máxima aspiración de sus responsables, que han tratado de que todo funcione igual que cuando se inauguró hace casi 150 años.
Así, en la parte meramente ferroviaria están los fogoneros y maquinistas. Antes de llegar a ese puesto, los voluntarios empiezan limpiando los motores. Al cabo del tiempo pueden ser ascendidos a fogoneros y, después de muchos años de experiencia, suelen convertirse en maquinistas.
Hay 4 puestos principales y otros 5 a lo largo del recorrido.
Y una locomotora requiere una enorme cantidad de vapor.
Por ello hay depósitos y aguadas que filtran y suministran los casi 20.000 litros de agua que puede almacenar en su tender alguna de las locomotoras.
Ellos se encargan de coordinar a los voluntarios, de las finanzas, de la publicidad y de la gestión de la línea.
A las 5 estaciones en funcionamiento (Llangollen, Berwyn, Deeside Halt, Glyndyfrdwy y Carrog) pronto se unirá la de Corwen.
Pero lo más llamativo para los amantes del ferrocarril es quizá el inmenso taller de reparación y restauración de locomotoras y material rodante.
Al preguntar nos encontramos con la sonrisa de los trabajadores y con invitación inmediata a recorrerlo.
Y eso vamos a hacer ahora.
No sería justo terminar esta entrada sin mencionar otro de los tramos de vía que se han recuperado, el que transcurre entre las estaciones de Bala y Llanuwchllyn.
-Llangollen Railway
-Bala Lake Railway
Texto y fotografías: Tomás Ruiz
Con la colaboración especial de M. Barrio