Creo que por algún lugar de este blog, en mi biografía, pone algo así como "yo he venido aquí a hablar de The Newsroom". Ésa era mi intención, en un principio. Diréis, y con razón, "pues te estás luciendo, chata porque The Newsroom lleva ya siete capítulos y no has dicho ni miajita al respecto".
Lo sé. Lo asumo. Pero hay una explicación y como bloguera vuestra que soy os la voy a dar.
Explicación: hasta el último día no tenía ni idea de qué iba la trama de este año. No sabía de qué hablaros. No sabía cómo describir seis capítulos iguales, que no contaban nada y que no aclaraban nada. Así que decidí esperar a que terminara la temporada, aferrándome mucho y muy fuerte a mi Sorkianismo y a la confianza en que al final del último capítulo algo hubiera quedado claro.
A ver, entendedme. Cuando digo seis capítulos iguales no me refiero a e-xac-ta-men-te iguales, pero sí a que no tenían una estructura definida y a que no pasaba nada. Bueno, pasaban cosas pero la serie había perdido, no sé si intencionadamente, la epicidad del año pasado, cuando la mayoría de los capítulos eran historias cerradas por sí mismas -aunque hubiera un arco argumental que duró toda la temporada-.
Este año, en cambio, el arco argumental de la temporada ocupaba todo, sin tampoco definirse mucho, mientras que las historias cerradas de cada capítulo habían perdido fuerza y capacidad de emocionar. Porque, señor Sorkin de mi vida, yo hago como que me interesa que Maggie Jordan decidiera, en un momento de replanteamiento vital y profesional, largarse a África a hacer un reportaje, y también me esfuerzo por mostrar atención al drama que allí, en África, le sucedió a la chica, pero qué quiere que le diga. Que no. Que entre que desde el principio sabíamos que "algo" le había pasado en África, entre que Maggie aburre ya sólo con su presencia y entre que hicieron un montaje del "momento drama" totalmente vergonzante e innecesario (cámara lenta, música triste de fondo), pues, en fin, que me sobra.
Por no hablar, de las aventuras de Jim Harper en el autobús de la campaña electoral republicana. Jim y la nena de Meryl Street -Grace Gummer- por esas carreteras de la América profunda reivindicando un periodismo objetivo, la lucha por la verdad, las preguntas directas. Etcétera. Esto, al menos, tenía su lado divertido, no como lo de Maggie. Como divertida es Olivia Munn, aunque también ha vivido sus dramas este año. Pobre. Con lo estupenda que es y lo bien que habla japonés.
Todo esto, como os decía, ha sido, en mi opinión, el fallo principal de la temporada de The Newsroom. Las tramas secundarias no han estado basadas en noticias relevantes como el año pasado, sino que han recaído en historias personales que tenían que ver con el periodismo de manera muy tangencial.
Por aclararnos, el año pasado teníamos la trama general -la historia del Tea Party, de Will, los espionajes-, las tramas específicas de cada capítulo -captura de Bin Laden, por ejemplo- y las tramas amoroso-sentimentales de los personajes. Este año, en cambio, tenemos la trama general -Operación Genoa- que ocupa todo y no deja espacio para las historias concretas, más allá de los líos de Maggie en África o de Jim en el autobús. O los jaleos de Will con sus seguidores de Twitter y la dichosa pregunta que Mackenzie no deja de hacerle. Pero nada de historias concretas, de "chicos, ha pasado tal cosa, vamos a ver cómo nos organizamos para contarlo en el informativo". Nada. Sólo se ha recogido la ocupación de Wall Street y no para dejarla muy bien.
Claro está, esta es una opción legítima de estructurar una temporada, pero también muy arriesgada, porque si no defines y cuentas bien la trama principal puede suceder que hasta los más aguerridos seguidores de la serie se planteen el abandono. Y eso ha pasado con The Newsroom, porque lo de Operación Genoa ha sido como el parto de la burra, oiga. Eterno. Y contado a ratos, a través de flash-backs, con episodios montados de manera muy mejorable. Un peñazo, vamos.
Menos mal, menos mal que llegó el capítulo séptimo. MENOS MAL. Este capítulo ha sido una especie de aguas del Mar Rojo abriéndose al paso de Moisés. Todo se ha aclarado y se ha recuperado la épica. ALELUYA.
Sabemos ya por qué los abogados han tomado la redacción de noticias de AWM. Sabemos ya por qué se metió la pata con Genoa. Sabemos ya todo. Odiamos a quien tenemos que odiar, hemos renovado nuestra adhesión a la causa de Mackenzie McHale, Charlie Skinner y Will McAvoy y hemos disfrutado como enanos con esos cinco minutos finales, en los que la enorme, la gran, la genial Jane Fonda - Leona Lansing se apropia del episodio y de la serie entera. No se puede tener más clase, más estilo, más gracia y más talento.
Sólo por lo de Daniel Craig wannabe han merecido la pena los seis capítulos anteriores....
Esto sí, señor Sorkin, esto sí, esto así. Queremos más de esto. Más y más. Si nos lo da, yo prometo que sigo haciendo como que los rollos de Maggie Jordan me importan algo. De verdad.
Quedan dos capítulos tan sólo. Dos capítulos que transcurrirán, al parecer, en la noche electoral de noviembre del año pasado, la reelección de Barack Obama. En ellos pongo mi fe y mi esperanza. Señor Sorkin, no me falle. Please.
(Esta semana no hay capítulo porque el lunes es el Labor Day, el día del trabajo en los USA)