"FIVE BRIDGES"
Edición original en vinilo: junio 1970
Localizarlo en el tiempo se vuelve tarea aleatoria porque decididamente "Five Bridges" es atemporal. De no ser por la electrónica mesurada que adorna una buena parte de su música, diríamos que esta obra bien puede provenir de una refinada orquesta sinfónica del siglo XIX. El sabor jazzístico que se entremezcla con los bemoles dylanianos nos brinda un inconfundible pantallazo de la década del ’60. Las alocadas incursiones emersonianas con su Hammond encantado nos lleva a esas piruetas circenses que tanto hicieron hablar de ELP al salir el sol de los ’70. La inspiración y alto vuelo creativo nos dirigen a una época de futuro, de datación desconocida porque podría encajar tanto dentro de 10 como tal vez de 200 años.
Asignarle el espacio apropiado nos obligaría a cambiar continuamente de escenario. ¿En presencia de qué estamos? ¿Un grupo de rock? ¿Una orquesta? ¿Música clásica con ingredientes rockeros y jazzísticos? ¿O al revés? ¿Sonido puramente europeo o una mezcla? ¿Un experimento de vanguardia?
Ah... ahí andamos mejor. Un experimento de vanguardia, multifacético y sin tiempo es una descripción que tal vez podría englobar con mayor precisión las variadas sensaciones percibidas frente a la audición de "Five Bridges". Podría argumentarse que nos estamos olvidando de un vital componente Nice: la psicodelia. Pero es bien cierto que para 1969 The Nice ya había perforado su capa psicodélica de los comienzos para avanzar aún más allá de su propia estratósfera, dejando una única estela chic para el final del disco.
Sólo podemos dejar discurrir nuestra imaginación por lo que habrá sido el climax en ese Fairfield Halls de Croydon, el 17 de octubre de 1969 cuando esta grabación tuvo lugar entre dos entes de filiación aparentemente irreconciliable: el trío de rockeros pelilargos Emer, Dav y Jack Son en un rincón y la Sinfonia of London en el otro. Keith admite hoy que probablemente los miembros de esta singular orquesta integrada por la creme de la Sinfónica londinense hayan elegido ese nombre para disimular el hecho de que estarían grabando con un grupo de rock y evitar así que el sindicato de músicos los borrara del mapa.
Lo cierto es que de irreconciliables ambos entes no tuvieron nada y la experiencia sonora se vivió y se vive aún, 40 años después, a pura emoción. La orquesta dirigida por Joseph Eger es una pintura de pulcritud, en perfecta consonancia con cada nota emanada de la cabeza de un Keith Emerson por entonces de apenas 25 años (aún no cumplidos) y estatura artística ya imponderable. Su órgano Hammond fue, es y será una rúbrica indiscutida, y como tantas veces lo dijo Greg Lake, con sólo unos segundos de audición la asociación de ese sonido con Keith Emerson se vuelve obvia, irrefutable y categórica.
Mientras dejamos los pormenores de este disco para los detallistas, es ahora el momento de regodearnos con este último eslabón de la cadena Nice, verdadera pieza de culto que ya tocada con la varita mágica de los 40 años refuerza su vigencia en el campo de las mixturas posibles, las aventuras extravagantes y la fusión de cuatro siglos de tendencias musicales diferentes en un pleno compacto tan creativo como magistral.
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