París me encanta, entre otras tantas cosas, porque su oferta cultural es inagotable. Cualquier día y temporada del año es ideal para encontrarse con una fantástica exposición dispuesta a transportarnos al mundo del artista. Y tal fue el caso en mi más reciente visita a la Ciudad Luz, donde Salvador Dalí se hace presente en el Centro Georges Pompidou, lugar al que de por sí vale la pena visitar.
Pues bien, en una mañana fría de febrero nos decidimos visitar la exposición, atraídos por la imponente fotografía de Dalí en un extremo del Pompidou (y es que, en lo personal, tengo fascinación por ese tipo de bigotes) con esos ojos tan abiertos que pueden igualmente causar risa como escalofríos, pero que logran maravillar e invitar a su mundo.
Una larguísima fila, de más de una hora, es la antesala a la exposición. Se escuchan idiomas reconocibles e irreconocibles. Fotografías profesionales, amateurs y con teléfonos móviles de la fascinante vista acompañan la espera. Y por fin, llega el momento de entrar.
El sonido de un corazón que late da la bienvenida, con una fotografía de Dalí en posición fetal. A partir de ahí, la fascinación embarga y la necesidad de recorrer toda la muestra apremia (emoción que no se limita a mi persona, es clara en los demás visitantes).
Una gran exposición de 200 obras, entre pinturas, esculturas, dibujos e instalaciones (como esa fantástica que permite al visitante formar parte del famoso retrato de Mae West, y sí, me lo permití), revaloriza al Dalí visionario, autodenominado "el surrealismo", y sobre todo innovador, capaz de venderse a sí mismo mucho antes que Warhol, de emular adjetivos antagónicos y generar interés en la sociedad francesa de su época en temas como peppermint.
Vale la pena visitarla porque desde 1979-1980 no había una exposición parecida en París, justamente en el mismo lugar, la cual fue visitada por 840,000 personas y tuvo al mismísimo Dalí presente. Museos de todo el mundo han prestado sus tesoros para dar lugar a esta magnífica exposición. Sí, están presentes El gran masturbador, La tentación de san Antonio, El espectro del sex appeal, Premonición de la Guerra Civil, La metamorfosis de Narciso, El teléfono afrodisiaco y más.
Para mí, el estar frente a estas obras fue para ponerme la piel de gallina. Ver la firma de Dalí me provocó una auténtica emoción...y escucharlo hablar en francés, ver parte de su ropa más extravagante, su amor por Gala plasmado en su obra, me conmovió infinitamente.
De principio a fin, un genio cautivante (incluso para hacerse de múltiples souvenirs con bocas y bigotes incluídos). Hasta el 25 de marzo.