La cinta nos muestra la acción intercalando tramos rodados de manera convencional con otros tipo found footage que recogen imágenes grabadas por diferentes videocámaras. Personalmente no soy muy partidario de estas mezclas ya que creo que al final este tipo de productos siempre se queda a medias, pero lo cierto es que aquí no está del todo mal implementado. Me suelen irritar las películas que abusan de los efectismos y, aunque en "The possession of Michael King" al principio se abusa del susto fácil a base de golpes de sonido, lo cierto es que hay unos cuantos que están muy bien utilizados y que ayudan a que poco a poco nos vaya entrando el canguelo en el cuerpo. Lo más destacable en este sentido es la utilización de las voces que oye el protagonista o que directamente salen de su garganta. Para mí, el mejor momento de la cinta involucra estos elementos.
Como sucedía en Afflicted (2013), con la que esta película guarda muchos puntos en común, el proceso de transformación que sufre el protagonista está retratado de manera bastante satisfactoria. Desde muy pronto se nos hace partícipes de esos cambios graduales que podríamos comparar con un auténtico descenso a la locura o el desarrollo de una enfermedad mental grave. Esto no sería convincente sin una actuación a la altura, y en este caso todo el peso de la función recae en el poco conocido actor Shane Johnson, que realiza un trabajo más que decente y que va creciendo según avanza la película.
Dirige el cotarro con bastante corrección el debutante David Jung, que también hace las veces de guionista.
Como aspectos negativos, hay que decir que la película tarda en arrancar y que en muchos aspectos se nota lo barato de su producción. Además, el desenlace es altamente previsible y poco arriesgado. Resumiendo, tenemos una decente película de posesión que intenta enfocar el tema desde un punto de vista más original de lo habitual y que consigue algunos momentos que nos causarán escalofríos. Por contra, su visionado no deja una impronta imborrable ni mucho menos. Aprobada sin más.
Mi nota: 5,5