Director: John Ford
El año que siguió a "The searchers" Ford hizo dos películas y al siguiente hizo otras dos más, luego se fue tomando las cosas con mas calma, si no me equivoco. Del '57 son "The wings of eagles" y "The rising of the moon", que son las que comentaremos este fin de semana, claro, pues vamos siguiendo un orden cronológico lo más humanamente que se puede. ¿Se podría decir que "The rising of the moon" es un escape por parte de Ford? No lo sé, puede ser una afirmación atrevida y hasta injusta con su filmografía anterior, pero me da la impresión de que Ford se quería dar un gustito, relajarse, qué sé yo... Como sea, el film que nos ocupa es un sencillo pero honesto y afectivoregalo que Ford (y compañía) le dirige a su querida Irlanda, y vaya que se nota en su ameno pero no por ello menos profundo visionado. Un imperdible, ciertamente.
"The rising of the moon" consta de tres historias que ocurren en Irlanda y que tratan sobre temas eminentemente irlandeses, sobre lo bello y lo difícil de ser irlandés, ya saben...
The rising of the moon es una balada irlandesa que trata sobre la rebelión de los irlandeses contra la opresión inglesa (era que no), específicamente durante la rebelión de 1798, aunque después de ello el espíritu de la balada sigue sin marchitarse, toda vez que la opresión y el robo de tierras no han cesado hasta estos días, y la lucha tampoco. Claramente que la película se titule de la misma forma no es gratuito, no sólo porque la tercera historia lleva el mismo nombre, sino porque el filme completo expresa el indómito espíritu irlandés a través de sus entrañas y fotogramas (tal como Ford lo ha mostrado en anteriores filmes, de una manera tan idealista como resignada), reflejando a la persona y la sociedad irlandesa en distintas pero complementarias facetas tales como un tranquilo lío entre amigos, el ordenado caos de algunas costumbres y la permanente lucha por la propia dignidad irlandesa, capaz de trascender cualquier bando o división. La película es presentada por Tyrone Power, cuya aparición en ésta me termina de explicar su protagonismo en "The long gray line", y es que el hombre tenía que tener origen irlandés para interpretar a uno, ¿no? En cualquier caso, las palabras de Power denotan las nobles intenciones de Ford y compañía: escaparse a Irlanda a hacer una película completamente irlandesa, basada en historias irlandesas y, básicamente, poniendo toda la identidad irlandesa en la parrilla. Puede que generalice; en poco menos de ochenta minutos no harán un amplio catastro de la idiosincrasia irlandesa pero sí construirán un espejo, una pieza que refleje sus aspectos más importantes, característicos y dignos de recordar, admirar, revivir.
La primera historia es más o menos como la define Power al presentarla: es de nada pero de todo a la vez, básicamente, de la visita de un inspector de policía a un amigo que debe pagar una multa o ser arrestado por haber mandado al hospital a un vecino, una premisa sencilla, la nada misma, que, sin embargo, contiene en su desarrollo, una sencilla conversación entre dos amigos y otros entrometidos, varios de los aspectos que Ford destaca del irlandés, como su, digamos, responsable obstinación y sobre todo un poderoso sentido de la amistad y la lealtad, provenientes del fuerte cariño y pertenencia a la tierra. La segunda es una divertidísima pieza en la que un tren debe partir de la estación, siempre en un minuto más, plazo que no se cumple por multitud de hilarantes motivos y que nos llevan de acá para allá sin cesar y sin perder el hilo de ninguna historia, pues una de las gracias de este segmento es que aprovecha su aparente alboroto y desorden para mostrar pinceladas de una sociedad que cabe en unos cuantos vagones de tren: enamorados, padres negociadores, borrachos con grandes historias, bonachones inspectores o lo que sean, chismes y famas que preceden a las personas, la fe o la religión, el deporte, la unidad por sobre todas las cosas, etc... La tercera historia, de la que destacan unos planos holandeses que no recuerdo si Ford ha usado antes, podría decirse que es la más política, principalmente por el contexto en el que se enmarca (invasión de ingleses, británicos, whatever...) y que nos muestra a irlandeses oprimidos en su propia tierra, especialmente a un joven a punto de ser ahorcado. No obstante, y sin abandonar nunca la crítica al conflicto que asola a Irlanda, la trama nos cuenta, en cierta forma retornando a ciertos preceptos de la primera, una historia de irlandeses luchando por lo suyo y dándose cuenta de que, The rising of the moon mediante, todos deben apoyarse y defenderse, pues siempre estarán en constante lucha y rebelión. Por lo demás, la historia es contada con mucho ingenio, síntesis y precisión, cualidades que terminan elevando la calidad del relato y del film completo, pues las mismas también se distinguen en los dos previos (el desarrollo del diálogo entre el policía y el infractor, con sus subtextos y palabras ambiguas, en el primero; y en el segundo, por mencionar tan sólo una cosa, la construcción del personaje que apresura a los empleados del tren, en principio una figura de cierta autoridad, al final un sujeto con detalles de los que avergonzarse).
Cada historia, respondiendo a sus particularidades, es filmada como sólo Ford sabe hacerlo, y con eso ya es suficiente para terminar de recomendar "The rising of the moon", una película sencilla y humilde, puede que hasta pequeña (en un sentido nada peyorativo, al contrario), pero que rebosa cariño, desenfado y una libertad tremendas, nada raro considerando qué clase de filme es y qué significa.