Putting on the Ritz
Las anécdotas acaecidas entre sus muros, la vida transcurrida en momentos dulces y amargos de la historia, los hechos ocurridos en sus salones y las tendencias de moda y hacer que salieron de sus estancias, son lo más relevante de este hotel.
Mil y un detalles
El espíritu del Ritz, es la obsesión por el detalle, la exigencia de la perfección y la búsqueda de la belleza. Cantidad de imágenes se guardan en la memoria. Un millón de panecillos frescos y bollos crujientes al año salen de sus hornos. Aquí se creó el Grand Marnier, en una noche mágica. Flores, flores y flores que inundan con sus aromas y colores todas las estancias. Las aguas templadas de su piscina interior, invitan a la relajación. El mobiliario de época, se convierte en museo. El gran cocinero Escoffier creando la Copa Melba, postre universal, en honor de la cantante Nelly Melba. Y el champagne. ¡Qué sería del Ritz sin el champagne, y del champagne sin el Ritz! Mares del espumoso regaron las gargantas de visitantes en sus más de cien años. Hasta hubo divas, que exigían cajas de La Veuve para llenar las tinas, y bañarse entre burbujas.
“Paris vaut bien une messe”
La célebre frase de Enrique IV de Navarra, viene de perlas para definir a esta ciudad. La humanidad debe al general Von Choltitz, que no la arrasara en 1944. Gracias a su desobediencia, se puede degustar hoy día el sabor de la ciudad del amor y de la ville lumière. Montmartre, con Le Sacre Coeur, sus pintores, Pigalle y el Moulin Rouge, Montparnasse, con sus escritores, cenas románticas en la rive gauche, Saint Germain, con sus bistrós echados a la calle, Latino, con La Sorbonne templo universitario con cicatrices del mayo del 68, Faubourg St. Honnoré, con les ateliers de alta costura, son barrios de obligada visita para el forastero. La Madeleine, el museo del Louvre, el Centro Pompidou, el cementerio de Les Invalides, Notre Dame, Las Tuillerías, Les Halles, la Opera, la Bastilla, La torre Eiffel y muchos más centros de atracción, son focos recomendados de París, sitios singulares a los que el viajero puede acceder en metro, de forma rápida y conveniente. Paris y el Ritz, el Ritz y Paris, tanto monta, monta tanto. Al alcance de unos privilegiados –sus precios oscilan entre 850 y 14.000 euros por noche-, si Paris, bien vale una misa, el hotel al menos merece una oración. Como decía Hemingway, “Cuando se está en París, la única razón de no alojarse en el Ritz, es la falta de medios”.