The Road (o, ¿vale la pena sobrevivir a toda costa?)

Publicado el 09 febrero 2010 por Crowley

Si nos limitamos a comparar la novela de Cormac McCarthy, "The Road", visceral, cruda, destructiva, con la película homónima de John Hillcoat (autor de la sobrevalorada "The Proposition"), veremos que esta última sale perdiendo claramente. No ya porque parta con clara desventaja (puesto que no puede jugar con la fuerza de la palabra como sí lo hace la novela, ni con la fragmentación de la misma), sino porque la esencia de la desesperación y la agonía que impregnan cada una de las letras de McCarthy queda aquí muy diluida y casi carente de efecticvidad a pesar de ser una muy literal adaptación del libro (excesiva literalidad si se me permite decirlo). Con ello no quiero decir que la película sea mala, que no lo es, pero sí que es un film ciertamente fallido en su ejecución total (y es que cuando en una película de ficción, que no documental, la fotografía y los paisajes son los verdaderos protagonistas, eso dice muy poco por la labor del director, que se ve engullido por el entorno, el envoltorio que rodea su trabajo. Un trabajo que de haber contado con otro actor diferente a Viggo, habría resultado más flojo y prescindible de lo que será dentro de un tiempo).
Hace unos días, al hablarles de "El tiempo del lobo", hacía mención al ocaso de la civilización, al apocalipsis de nuestras sociedades y las formas que tenía el mundo del cine para plasmarlas. Decía entonces que desde la fatídica fecha del 11/9 nuestra concepción sobre las cosas varió notablemente hacia la amargura, la desesperanza y el miedo continuo. Esta película circula alrededor de este tema, de la idea de ser una especie condenada al fracaso y a la (auto)destrucción.
La película, una road-movie de western apocalíptico, cuenta con dos personajes principales, el hombre (un Viggo Mortensen deslumbrante y maravilloso) y su hijo (un muy interesante Kodi Smith-McPhee), carentes de un nombre concreto y nuevamente personajes extrapolables por ello a poder ser cualquiera de nosotros o nuestros hijos. A pesar de contar con la muy buena interpretación de Mortensen, yo, personalmente, no acabé de empatizar ni identificarme con el personaje(y no por demérito del actor, sino del director), algo que para mi ya le resta interés y fuerza dramática a la historia, convirtiendo a la película en algo monótono y predecible.
El personaje protagonista es como un caduco vestigio de un tiempo que ya fue y nunca más volverá a ser, como una personificación de la agonía de lo condenado a desaparecer. Una persona que vive en permanente estado de alerta, con la paranoia de ver peligro en todo cuanto le rodea, con el pesar de no saber hasta cuando podrá proteger a su hijo y con el temor de convertirse en uno de los "malos" (palabra que parece sacada de la boca de George Bush y que tanto gustaba al ex-presidente de los E.E.U.U.).
Su hijo, por contra, es hijo de este nuevo mundo de invierno-nuclear, de este planeta muerto y en él se deposita la esperanza del cambio que no sabemos si va a ser posible. Su padre le habla de otros tiempos y él no alcanza a comprender muchas cosas de las que le dice o muchos de sus comportamientos. El niño es como un bebé grande, que no ha podido crecer como debiera y que no podrá hacerlo nunca y por tanto en muchas ocasiones se comporta como tal.
Ambos, padre e hijo (recordermos que la madre decidió coger su propio camino tiempo atrás, cegada por la cobardía), vagan por este nuevo mundo de pesadilla rumbo a la costa Oeste del país, donde esperan encontrar un lugar mejor donde vivir y asentarse definitivamente.
Hillcoat ha preferido aligerar un poco la historia de McCarthy, obviando mucha de la crudeza, el componente de castigo religioso/divino y la violencia que anidan en las palabras escritas en la novela, supongo que con la intención de que su película obtenga una calificación que le permita llegar a un espectro de público mucho más amplio que si lo hubiese hecho de otra manera. Esto, que puede ser la idea más acertada para la productora, no deja de restarle crédito y mérito al film, que se queda a medio camino de lo que podría haber sido y de lo que es finalmente. Esta afirmación de dulcificación queda patente en el esperanzador final, que a pesar de ser como en el libro de McCarthy, aquí está envuelta de un halo esperanzador y que deja al espectador con un buen sabor de boca que no va a encontrar en el libro, donde queda a la libre interpretación de cada uno.
Si la minimalista película logra salvarse y alcanzar el aprobado, se debe, como ya he dicho, en gran medida a la interpretación de Viggo Mortensen, a la fotografía de Javier Aguirresaroba (sublimes todas y cada una de las imágenes llenas de gris, sudiedad del alma y lluvia) y a los responsables de maquillaje. En el padre podemos observar cómo, con cada paso que da, su rostro se va volviendo más ceniciento, más demacrado y sus ojos se van apagando un poco más cada día. Ese color grisáceo de su rostro es el mismo que puebla el ambiente, donde la naturaleza o bien está muerta y negra o bien es pasto de las llamas. No hay lugar para la esperanza ni para la reforestación en un mundo en el que, ni el mar que nos vió nacer, es capaz de albergar vida alguna.
Mención especial merece también la acertadísima música de dos grandes que son Nick Cave y Warren Ellis, especialistas en crear ambientes sonoros inquietantes.
Hay ciertos aspectos (dos en concreto) que estuvieron dando vueltas en mi cabeza después de ver el film (y leer el libro, naturalmente) y son la representación que se hace de la existencia del canibalismo (tema que volverá a aparecer, de manera fugaz, eso sí, en la próxima película apocalíptica "The book of Eli", que ha resultado ser una entretenida y solvente propuesta fílmica y un canto a la esperanza de la humanidad que he disfrutado bastante) y de la capacidad para ejecutar (o no) a nuestros seres queridos para evitarles sufrimiento o humillar a nuestros semejantes para proteger lo que queremos.
En cuanto al canibalismo, ese atroz y aberrante tabú, no debemos pensar que se da tan solo en casos extremos de supervivencia, en la barbarie de algunas guerras o en tribus ancestrales, sino que aún hoy día es una práctica que se realiza de cuando en cuando y si no me creen, échenle un ojo a la biografía de Albert Fish o recuerden esa reciente pareja que decidió que uno se comiera al otro mientras lo grababan en video...
Hay un momento de especial crudeza en el trato a nuestros semejantes y es cuando se encuentran con el hombre negro, al que Mortensen trata con una dureza descomunal y humillante con tal de proteger a su hijo y de castigar a quien ha podido hacerle daño. Y lo triste de ese trato, es que en esa situación cualquiera de nosotros hubiese hecho lo mismo sin tan siquiera dudarlo. Proteger a los tuyos cueste lo que cueste.
Finalmente, no puedo sino preguntarme cómo hubiese sido este film en manos de alguien como Tarkovski, quien ya se acercara a ese pasaje desolador en su obra maestra "Stalker" y un paraje tan siniestro y decadente como este llamado La Zona.
Al igual que los protagonistas de la película, nosotros mismo vamos diariamente caminando por la carretera de nuestras vidas, saliéndonos algunas veces de su senda y perdiéndonos irremediablemente por sus alrededores... y algún día, nos saldremos de la carretera y no podremos volver a pisar su asfalto nunca más. Hasta entonces, disfruten del paisaje y aprovechen el viaje al máximo, porque no sabemos cuándo llegará ese día. Tal vez mañana. Tal vez hoy. Tal vez mientras están ustedes durmiendo...