En un contexto de estricta moral artística, fruto de la mentalidad de una población puritana, se alzó como contrapunto un genio decidido a desbordar los límites de un imaginación que no entendía de cánones éticos, y a poner de manifiesto, en calidad de crítico y sin escrúpulos, las carencias de algunos de sus coetáneos. Pocos, pese a la desaprobación general, cuestionaban en el fondo la agudeza crítica del bostoniano, denostado incluso tras su muerte; pero cuyo trabajo era seguido en todo el país, como así explican los ríos de tinta que vertían otras publicaciones en desacreditar su labor. Sin bien Longfellow y otros salieron muy mal parados, el tan agudo como afilado ojo de Poe supo descubrir la m Dickens, anticipando el éxito de su carrera literaria.La Norteamérica de entonces no estaba preparada para una mente dispuesta a delatar “las elaboradas y vacilantes crudezas del pensamiento” de W. Irving o J. Russell Lowell, que la crítica gustaba calificar de “espléndido frenesí”, motivo que le valió la censura de sus editores en más de una ocasión.De esta censura, a la que se verá sometido en vida, nacerá el deseo de crear una revista independiente y libre de prejuicios morales, puritanistas y editoriales. Así, en junio de 1840, y tras haber cosechado cierto éxito en gentleman’s Magazine, realizó un primer intento de sacar adelante The Penn Magazine. En ella, “Poe prometía una dura campaña ante todo contra las reseñas mercenarias e indignantes”, como apunta el biógrafo Walter Lennig. Pero tan noble desideratum era irrealizable sin un capital fijo, sólo con las suscripciones como única fuente de ingresos. Este sería el primer fracaso; pero no el último, ni mucho menos el más hiriente. Dejaría su Seguir leyendo...