Fuzz, energía y calma; sonido que se filtra por los poros de la piel.
La trilogía perfecta, lo sencillo se torna en exceso. “Sugar” (2010) iba a ser inicialmente un EP.
Desde Mobile, Alabama –tierra infértil para el shoegazing- Ian Taylor, voz, guitarra; Matthew Hendrich, batería; y Sally Robertson, bajo y voz. Nunca hay que subestimar el impacto de My Bloody Valentine. La feroz sombra de Loveless aún no ha sido barrida por la luz. Y llevados por el culto a Slowdive, Ride, Lush y Come, los muchachos recogen el testigo de manera más que creíble, porque no sólo se trata de plasmar paisajes sonoros y lodos de fuzz, sino también de sumar, de añadir, de dejar que la electrónica se acople.
Es una mancha de aceite que se expande sobre la psicodelia pop, y en cada escucha se descubre algo nuevo. Qué demonios, ¿no es eso lo que buscamos? Se trata de eso. ¿No estamos hartos de lo plano y predecible? Un disco apabullante.
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