The time has come

Publicado el 24 octubre 2012 por Jimalegrias

   Hay un momento terrorífico e inevitable en la vida de todo ser humano: ese día en el que vas paseando por la calle o subido en un autobús y se te acerca alguien- por lo general, más joven- para preguntarte, siempre a traición y degüello:   - Señor... ¿tiene hora?
   Esa sencilla pregunta desencadena todo un big bang de emociones que implosionan en nuestro interior; una avalancha de inquietantes interrogantes y reflexiones sobre uno mismo y su condición ¿joven-adulta?, devolviéndonos a la cruel constatación de que la imagen más atinada del espejo es la que los demás nos devuelven y no la que nosotros hemos tratado de evitar, enfrentar o enmascarar a través de los años. ¿Señor... qué es eso de señor? ¿Qué me ha pasado? ¿Cómo es posible si yo me veo igual que hace veinte años... si no he cambiado apenas nada...? Si escucho los mismos grupos, veo las mismas películas y tengo las mismas conversaciones de siempre con mis amigos... si yo creía que en mi dimensión alternativa el tiempo no transcurría.  Pero sí, amigos y amigas, sí. Lo siento, pero a vuestro alrededor el tiempo no sólo trancurre, sino que baja más rápido que Felix Baumgartner.
   Recuerdo que cuando yo era un niño- atravesando como podía aquellos lejanos años setenta-ochenta de arrabales y descampados coruñeses- los señores sí parecían Señores, y las señoras, sin ningún lugar a dudas, Señoras. Muy, pero que muy, señoras. De verdad y no cómo los de ahora. Señores eran aquéllos a los que veíamos que pasaban de los treinta con sus pantalones de tergal, sus bigotazos, su incuestionable autoridad paternal y sus cervezas de los viernes con los amigos en el bar de la esquina. Ellas, las Señoras, también destilaban esa sobria fragancia de maduración y sabiduría, de adultez incontestable cuando te las cruzabas en las escaleras, en la calle o comprando un vestido y unos zapatos en la boutique 2000, etcétera.   O esa era la impresión que de infantes nos transmitían aquellos seres humanos que fueron y son nuestros padres, tíos, sus amigos, nuestros vecinos...
   Pero el tiempo, ese compañero silencioso que nos desgasta con su infinita paciencia, es un maratoniano infatigable. ¿Cómo distinguir si ya somos o no señores y señoras hechos y derechos, como los de antes, a pesar de lo mucho que una parte de nosotros siga intentando simular que a nuestro derredor el tiempo permanece congelado?   Ahí van unas breves claves-señales para identificar el paso del tiempo sobre nosotros y así reevaluarnos y  ubicarnos cronológicamente:
   LA RESACA- Es viernes, tienes 20 años y sales de una barra libre en la que te bebiste tres cristales, dos vacasverdes y cuatro whiskys con coca-cola. El sábado repites y el domingo a lo mejor.   Hoy, con los treinta y muchos o cuarenta encima, sales un viernes y tienen que transcurrir, mínimo, cuatro días hasta que estes totalmente repuesto. Y dos semanas para la siguiente.   De  trasnochar o ir directos al trabajo casi mejor ya ni hablamos, ¿no?
   -"LOS DÍAS SON MÁS CORTOS-IGUALES Y EL TIEMPO PASA MUCHO MÁS RÁPIDO"- Esa percepción de paso vertiginoso de los días-semanas-meses-años-lustros-décadas es universal y creo que no hay nadie que, a partir de una determinada edad, no haya verbalizado esta extrañeza ante sí mismo y ante los demás. Las cosas funcionan así. Nosotros, los hombres, solíamos decir que después de la mili el tiempo pasaba volando. Ahora, sin servicio militar obligatorio, no sé si la cosa habrá cambiado y la sensación de apresuramiento y uniformidad de los días será la misma.
   - VELLO EN LUGARES INSOSPECHADOS- Más propio de los varones y de algunas mujeres hirsutas. El pelo en la nariz, espalda u orejas es una característica de esta imparable maquinaria temporal. Te estás tomando un café con un amigo que a los veinte era barbilampiño y un día te fijas en que, a los cuarenta y pico, le salen unos oscuros pelos de las orejas que le asemejan a un ewok que vive en la selva virgen de Endor.  No por nada las máquinas corta-pelos de segunda mano que se venden hoy por ebay son uno de los productos más demandados.
   - GENTE DE CLASE- No hay duda, pues nos pasa a todos. Nos encontramos a alguien por la calle con el que compartimos aula en 4º de EGB(Juan Pita Castro, por ejemplo; me acuerdo de los nombres y apellidos porque los curas pasaban lista todos los días) y pensamos automáticamente: - Joder... qué gordo y  calvo y con dos niños... qué mal y rápido pasó el tiempo para este chaval...   Pero no, de rápido nada, pues él seguramente está pensando lo mismo de ti en esos momentos. La realidad es que estáis los dos más o menos igual de deteriorados, pero vuestros mecanismos psicológicos de defensa son similares y la reacción pasa por adjudicar al otro la peor parte para salir victorioso en la comparación.    El tiempo pasa para todos igual y os dejará, tarde o temprano, averiados por igual. Ley básica de la termodinámica.
   - PENSAR EN LA MUERTE- En la niñez ni los villanos, después de haber vaciado más de diez mil cartuchos en la refriega sobre ellos, del Equipo A morían. La muerte sonaba a algo más lejano que un cuerno del Nepal. Pero un día, de repente, nos damos cuenta de que la gente fenece y no se la vuelve a ver más que en vídeos y fotos. Toda, sin excepción. Amigos, familiares, vecinos... así que dejamos de ser inmortales en esa ingenua imaginación infantil. Somos plenamente conscientes de que la cosa es mucho más sencilla y que nada nos protege-ni a nosotros ni a nuestros seres queridos- contra su voluntad férrea de transmutación a sabe dios qué o nada.  De repente, la adultez nos devuelve, en medio de una natural impotencia, el reflejo de nuestra propia fragilidad como seres humanos, todavía y por poco tiempo, "vivos".
   - DORMIRSE VIENDO LA TELEVISIÓN- Una noche te sorprendes quedándote dormido en mitad de un frenético tiroteo de La Jungla de Cristal II y sientes una extraña sensación, pues pensabas que eso solamente lo hacía tu padre cuando eras niño. Hasta que te miras en un espejo y te das cuenta de que tú te has convertido en lo más parecido a tu padre que pueda haber y que eres el que se duerme en las películas y se lleva tebeos al váter.    -GIMNASIO Y PRIMEROS ACHAQUES- Cuando tenías 20 años entrenabas lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado; dos horas diarias. Después ibas a jugar al fútbol otra hora. Te duchabas y como nuevo. Para otra. Ahora, con treinta y nueve, entrenas dos días y uno te vas a la sauna y a hacer yoga. Una hora máximo y pesos ligeros, no vaya a ser que te vuelva a dar otro calambre y te deje tumbado una semana.  Lo de correr casi que lo dejamos para el sábado. 3 km como mucho.   Y lo de fútbol para grabarlo y subirlo al Youtube.
   - LA NOSTALGIA Y LAS CANCIONES DE LOS DIBUJOS ANIMADOS- Si tienes treinta y muchos/cuarenta y quedas en casa de alguien para tomar unas cervecitas, lo más normal es que en un momento dado acabéis emocionados cantando las de "Mazinguer Z es rápido y veloz, con sus enemigos no hay piedad" o "Érase una vez un planeta triste y oscuro y la luz al nacer descubrió un bonito mundo de color"... normal, siempre hay que volver, por lo menos con la memoria que nos queda(que es del poco divertimento gratis que todadavía poseemos), a aquellos lugares en los que fuimos un día felices, por eso alguna cuarentona soltará la lagrimita cuando le habléis de Fofó y del auto de papá, de Orzowei o de aquellos viernes en bata viendo a los Supertacañones y el Seat Málaga del Un, Dos, Tres.   Lo entiendo perfectamente, pues a medida que el tiempo pasa la sensación predominante es que todo a nuestro alrededor está empeorando a marchas forzadas. Ni somos la primera generación en sufrir este espejismo ni seremos la última.
   - TIEMPO PERDIDO- El tiempo es lo que tiene, decía el poeta, que está para perderlo. Y, pasados los años, la mayor parte de las personas tienen una leve/profunda crisis reflexiva(y un cisma consigo mismos) en la que se plantean la gran cantidad de tiempo perdido e improductivo que ha supuesto su vida- ¿Qué he hecho yo durante los últimos diez años? ¿En qué he podido desperdiciar mi vida?- y los posibles What IF?(Qué hubiera sido de mi vida si..., Por qué no he hecho esto ni lo otro..., Cómo he desaprovechado todo ese caudal de años y...)   Esa percepción de una gran parte de instantes de una vida tirados directamente en la papelera de reciclaje es otra constante psicológica universal, porque supongo que como en esta existencia no hay borrador ni rectificación posible y siempre vas tocando de oídas y base de golpes, lo que la gente grita al universo es su frustración por no poder volver atrás para retomar la posibilidad de recomponer los millones de cosas que fue jodiendo por el camino, que seguro que a muchos ni a la segunda le salían bien.
   Así que ya sabéis, lo duro no es que cada vez os gusten más las chicas más jóvenes ni que os moleste pasar por una zona de marcha un sábado por la noche... lo realmente inquietante es pensar que nunca más volveréis a ser tan jóvenes como en el momento en que, justamente, estáis leyendo esto.   Nunca. Pensadlo bien.
Saludos espacio-temporales de Jim.