The Velvet Underground: El ángel negro de la city

Se cumple medio siglo de la edición de The Velvet Underground & Nico

[Ricardo Portmán] @ecosdelviniloSi una canción define a la perfección el espíritu transgresor de los primeros tiempos de The Velvet Underground esa es The Black Angel’s Death Song, una de las pocas composiciones en conjunto de Lou Reed y John Cale; a pesar de su estrecha amistad en los tiempos iniciales, en lo musical la vanguardia excesiva de Cale chocaba con el rompeolas pop-rock de Reed. Una concesión al afán experimentador de Cale es esta canción que explora los extremos en una época en la cual temblaban los cimientos de los límites. Grabada en los Scepter Studios de Manhattan en abril de 1966 por Reed, Cale, Sterling Morrison y Maureen Tucker (sin Nico), The Black Angel’s Death Song requirió un esfuerzo máximo por los cuatro ejecutantes. La sesión no estuvo exenta de tensiones, especialmente porque Morrison se negaba a tocar el bajo tras haber tenido que grabar las bases con este instrumento en Venus in Furs. Por eso John Cale, aparte de grabar la viola y silbar al micrófono para generar feedback, registró el bajo eléctrico. Sterling se quedó en la guitarra solista junto a Reed, el creador de la Ostrich guitar. Si hoy The Black Angel’s Death Song suena desafiante en aquella primavera de 1967, cuando llegó a los oídos de la joven América, era como uñas chirriando en la pizarra de lo convencional. The Velvet Underground & Nico, medio siglo después, contiene odas atemporales como Heroin y All Tomorrow's Parties, pero es en el ángel negro de la city y su canción de muerte donde reside la conciencia y el alma de uno de los discos más influyentes, crepusculares e innovadores de todos los tiempos.

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