Que Lovecraft y la mitología parida por su soberbia imaginación han sido una de las mayores influencias para el terror contemporáneo es un hecho innegable. Ahora bien, sigo pensando que alguien puede escribir literatura de terror o rodar una película del palo sin haber leído al de Providence, pero no sin haber hecho lo mismo con El asno de oro de Apuleyo. Con todo, la sombra del horror cósmico de Lovecraft sigue cerniéndose con asombrosos resultados sobre todo lo que tiene que ver con el terror. The Void, película canadiense de 2016 dirigida y escrita por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski, es un ejemplo palpable.
The Void posee un comienzo atronador: en menos de cinco minutos ya está el lío armado. Nada de introducciones meditabundas ni empalagosas presentaciones de personajes y sus circunstancias. Un policía se encuentra a un joven herido y lo lleva a un hospital, que pasa a ser el epicentro de la narración, y pum, saltan a escena las criaturas abominables, unos inquietadores monjes luciendo símbolo enigmático y la sangre. Pero la oda de The Void a la concreción toma la salida equivocada hacia ciertos desbarajustes narrativos en el nudo y el desenlace, que no le conceden al espectador todas las piezas necesarias para formar un guion robusto, al trasponer las intenciones de ciertos personajes de peso.
Ante esta tesitura, Jeremy Gillespie y Steven Kostanski resuelven el embrollo con una dirección de mano de hierro: cada cosa en su sitio, cada plano calculado, cada sombra, cada teratoma apareciendo en el momento justo... Todo ello contribuye a engrandar el significado de The Void, que guarda su mejor baza en la creación de una atmósfera hermética, atormentada y aterradora como pocas. Ni siquiera precisan de actuaciones no ya estelares sino notables, pero saben sacar del plantel de actores y actrices lo que necesitan para ejecutar su plan.
Para el recuerdo queda ese ecosistema de The Void plagado de locura, de ansiedad, de monstruos de cósmica taxonomía y de fotografía decadente que se despliega en un hospital cargado de misterio arcano. Un espacio habitable y sufrible en cuya conformación contribuyen, asimismo, su inmejorable espíritu lovecraftiano con dejes de Silent Hill y La escalera de Jacob, sus efectos especiales y su deliciosa acción sangrienta y visceral. Hacía mucho que no disfrutaba tanto una cinta por estos motivos.
The Void fascinará a los adoradores de Cthulhu, gustará a los amantes del terror, pero dejará insatisfechos a los puristas de la narrativa y de la gramática cinematográfica por los traspiés de su guion, por su anquilosamiento escénico y por su final, no tanto por obvio sino por innecesario. Para el olvido quedan también sus fotografías crepusculares y galácticas con acelerados movimientos de nubes. Detalles, todos ellos, que ensombrecen un conjunto audiovisual con un sorprendente y grato poder para amedrentar.