Tras un breve prólogo que resume varios meses de vida fugitiva del grupo de supervivientes protagonista, la 3ª temporada de The Walking Dead arranca en un escenario muy diferente al de la granja: una prisión. Ahora, se nos propone una nueva etapa donde se reinventa la serie apostando por retornar a la fuente original, la novela gráfica de Robert Kirkman, dando entrada a algunos de sus mejores personajes, a la vez que se incorporan referencias del subgénero zombi de corte clásico, en especial las películas de George A. Romero como “Zombi” (“Dawn of the Dead”, 1978) con su centro comercial, “El día de los muertos” (“Day of the Dead”, 1985), que se desarrollaba en una base militar subterránea, o “La tierra de los muertos vivientes” (“Land of the Dead”, 2001). Pero además se ha dotado a esta nueva temporada de un aumento considerable del dinamismo, los momentos de tensión y la acción, poniendo punto y aparte a la excesivamente cargada de discurso y relajada segunda temporada (por lo que fue rebautizada en Internet como “The Talking Farm”).
Por otro lado tenemos el pequeño grupo liderado por Rick, un personaje que evoluciona enfrentado a su doble oscuro, el Gobernador, y flanqueado por guerreros al uso como Daryl o Michonne. También descubrimos como Glenn (Steven Yeun) y Maggie (Lauren Cohan) han superado la tentación de convertirse en el reclamo romántico de la serie e incluso vemos como el hijo de Rick, Carl (Chandler Riggs) ha madurado finalmente en un entorno hostil.
Los primeros ocho capítulos emitidos se dedican a plantear posibles temas y presentar personajes que serán fundamentales en el resto de la temporada. Así las consecuencias del reencuentro entre los hermanos Dixon, la reacción del Gobernadorante la invasión armada de Woodbury, los secretos que guarda el personaje de Michonne o la actitud de los nuevos personajes, como el de Tyrese (Chad L. Coleman).